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Reportaje:La amenaza del fuego

"No vimos ni un bombero, pasamos mucho miedo"

Los vecinos de Cabanabona evalúan el daño del fuego

Los vecinos de Cabanabona (Noguera), uno de los pequeños municipios que el viernes se vieron rodeados de llamas a causa del incendio de Agramunt, el mayor de Cataluña en lo que va de verano, aún conservan el susto en el cuerpo mientras empiezan a hacer recuento de lo que se les ha quemado. "Teníamos el fuego encima y aquí no vino ningún bombero. Fuimos los vecinos los que salimos a la calle a intentar apagarlo con mangueras y cubos de agua. Pasamos mucho miedo", explica Carme Freixes, vecina de esta pequeña población de unos 60 habitantes.

Este testimonio lo confirman miembros de la Asociación de Defensa Forestal Mig Segre que al día siguiente del inicio del fuego, el sábado, cuando el incendio ya estaba en fase de control, mostraban su indignación por haber tenido que hacer frente ellos solos a las llamas. "Estábamos sólo nosotros y los vecinos. Nosotros con cubas de agua, otros con mangueras y otros a golpe de ramas", denuncian.

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También en la residencia de ancianos Cal Tomeu relatan que fueron ellos mismos los que se enfrentaron al fuego. "Vimos venir las llamas. Hicimos entrar a los abuelos dentro y cerramos las ventanas. El fuego llegó a quemar parte del techo de la lavandería y fue mi hijo quien tuvo que apagarlo", dice Teresa Sorribes, propietaria de la residencia.

El alcalde de Cabanabona, Josep Torra, confirma que al pueblo no fue ningún bombero, aunque, como el resto de los vecinos, no culpa a nadie y lo justifica diciendo que debían de estar trabajando en alguna parte en la que el fuego era más intenso. De hecho, el viernes por la tarde, según explicaron los bomberos, hubo unos 70 equipos terrestres y 10 aéreos trabajando en el incendio.

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La Directora General de Prevención de Incendios, Olga Lanau, explica en este sentido que los Bomberos estuvieron trabajando en la cabeza y los flancos del incendio para evitar que éste avanzase y ha asegurado que también estuvieron extinguiendo el fuego en el término municipal de Cabanabona, aunque no les vieran en el núcleo urbano. Lanau señala asimismo que los Bomberos tuvieron que trabajar en unas condiciones muy extremas, ya que le fuerte viento hacía avanzar el fuego a 20 kilómetros por hora, cosa que puso en peligro su vida en diversas ocasiones.

Además de tener que hacer frente a esta enorme extensión afectada por el fuego, los bomberos también tuvieron que trabajar en otro incendio que se declaró el viernes por la tarde en Lleida, en este caso cerca de Cervera (Segarra), que afectó a más de 200 hectáreas.

Sea como fuere, el sábado por la mañana, con la luz del día, se podía comprobar lo cerca que estuvo el fuego de las casas de Cabanabona, donde todavía quemaba algún pajar y las llamas habían ennegrecido las paredes de alguna casa abandonada.

Fueron también los propios vecinos de Cabanabona los que intentaron que el hombre de 86 años que murió a las puertas del pueblo no pasase con su vehículo por la carretera en la que volcó. "Mi marido vio como pasaba con el coche y le hizo señas para que no siguiera, porque había mucho humo, pero creo que iba tan nervioso que ni nos vio", explica Carme Freixes. Cuando quiso retroceder, cayó por un terraplén. Aunque consiguió salir con vida del vehículo, sólo pudo caminar unos metros porque rápidamente se vio rodeado de humo y llamas.

Los vecinos de otras poblaciones cercanas también narran cómo salieron de sus casas a luchar contra el fuego. Es el caso de Josep Condal, un agricultor del pequeño pueblo de Selvanera, a quien el incendio le ha quemado muchas hectáreas de tierras, un cobertizo de paja y maquinaria agrícola. Reconoce que podría haber sido peor, porque tiene dos grandes granjas inmaculadas en medio de los ennegrecidos campos abrasados por las llamas.

Finalmente, aunque las llamas acabaron arrasando gran parte de los campos y bosques de tres comarcas, la Noguera, la Segarra y el Urgell, no se tuvieron que lamentar más vidas humanas. Eso sí, en una zona en que la economía se basa principalmente en la agricultura y la ganadería, son muchos los que han perdido casi todas sus tierras, granjas o maquinaria, y ahora ya están calculando cuánto les costará volver a empezar. Por eso los alcaldes de los municipios afectados se unirán para pedir ayudas directas para los agricultores y ganaderos, y no sólo créditos blandos. "No podemos estar uno o dos años parados hasta que lleguen los créditos. O nos dan ayudas a fondo perdido o lo tendremos muy difícil para salir adelante", concluye Josep Torra.

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