_
_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Confianza y censura

Trece meses después de iniciada su segunda legislatura, el Gobierno de Zapatero ha respetado el uso político de pedir al Congreso la convocatoria del debate anual sobre el estado de la nación, inaugurado en 1984 a iniciativa de Felipe González cuando los socialistas disponían de una abrumadora mayoría en la Cámara. La actual correlación de fuerzas dentro del hemiciclo, sin embargo, imposibilitará esta vez que el pleno del martes sea -como ocurrió hace 25 años- una tranquila sesión de diálogo político dominada por el presidente del Gobierno.

Durante las últimas semanas, los 169 diputados socialistas han tenido problemas a la hora de reunir los apoyos necesarios que les permitieran alcanzar la mayoría absoluta de 176 escaños o incluso la mayoría simple -por encima de los 152 diputados del PP y la suma de sus aliados- en votaciones ordinarias. Esa incertidumbre puede llegar a inculcarles el síndrome de la soledad y el aislamiento.

El Congreso celebrará pasado mañana el debate de política general sobre el estado de la nación

En cualquier caso, dos amenazas de distinto signo e improbable materialización penden sobre la estabilidad del Congreso de aquí a 2012. La moción de censura, propuesta por 50 diputados de la oposición, y la cuestión de confianza, planteada por el Ejecutivo, son las dos herramientas parlamentarias previstas por la Constitución para derribar o confirmar al presidente del Gobierno. Aunque el PP gane batallas -ya lo ha hecho- en votaciones ordinarias, la moción de censura capaz de eliminar a Zapatero y de sustituirle por Rajoy como presidente exigiría mayoría absoluta: no resulta fácil imaginar cuál podría ser la composición de esa coalición negativa. Tal vez por ese motivo los portavoces de la oposición incitan al presidente del Gobierno a plantear ante la Cámara la cuestión de confianza: tampoco es concebible que Zapatero se meta en ese jardín sin tener bien amarrada la victoria.

La fecha de los debates sobre el estado de la nación, un uso político de sabor presidencialista sin base reglamentaria, no está fijada en el calendario del Congreso para una estación o un mes determinados. Esta vez, el momento elegido para su convocatoria es sorprendente: celebrada el pasado 22 de abril la comparecencia de Zapatero ante la Cámara, a fin de justificar la decepcionante remodelación de su Gabinete y dar cuenta de las medidas contra el paro, los partidos están ahora sumergidos en la campaña de las europeas del 7-J. El hacinamiento temporal de dos plenos televisados con sólo 20 días de intervalo y temario solapado tal vez se explique por el deseo presidencial de transmitir optimismo con noticias sobre los brotes verdes de la economía nacional e internacional.

En última instancia, corresponderá a los electores expresar su confianza o su censura respecto al Gobierno. Sin olvidar que la opinión pública se muestra cada vez más propensa a los cambios de humor y a la volatilidad de preferencias en función de las predicciones incumplidas y las expectativas defraudadas sobre la crisis.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_