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Reportaje:

El desafío perpetuo

Nadal y Federer trasladan su duelo, el más repetido de la historia del tenis, a la pista dura - La de Australia será su séptima final - El suizo se entrena casi en secreto para lograr su 14º 'grande' e igualar a Sampras

Un hombre impecablemente vestido espera a Rafa Nadal a la salida del entrenamiento. Lleva en sus manos un libro verde exquisitamente encuadernado, con letras de pan de oro y el tamaño de un armario. El libro del campeón de Wimbledon. Un recuerdo exclusivo. Un recorrido fotográfico por sus grandes momentos en el torneo que ganó en 2008 tras conquistar una final antológica contra el suizo Roger Federer. Sudoroso, el número uno del tenis mundial no se limita a coger el recordatorio y retirarse al vestuario. Repasa una a una las fotos con gesto alborozado -"beautiful, beautiful, thank you" ("maravilloso, maravilloso, gracias"), dice- y se lo lleva a la caseta, donde se lo enseña a Juan Martín del Potro y su equipo. Fue aquél un partido tremendo. La coronación de una rivalidad única, transcontinental, multipista y sin parangón: Nadal y Federer ya han cruzado su camino seis veces en finales grandes (cuatro a dos para Nadal) y hoy (Cuatro, 9.15), en el Abierto de Australia, volverán a enfrentarse a ese destino.

El 'número uno' busca convertirse en el primer español ganador en Melbourne
"No sé cómo estaré porque la semifinal fue dura", reconoce Nadal
Se han enfrentado 18 veces en sus carreras. En 12 se ha impuesto el mallorquín
"El torneo de Rafa ha sido sencillo hasta el viernes", argumenta Federer
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"La rivalidad de Rafa y Federer", reflexiona Carlos Moyà, ex número uno y finalista en Melbourne en 1997, "es impresionante. Se muestran casi infalibles y sus partidos quedarán para la historia: están condenados a enfrentarse".

Primero, los datos. Toni Nadal, tío y entrenador de Rafa, los consulta en la hoja de estadísticas de un periodista. Sólo Big Bill Tilden y William Johnston, allá por los años veinte del siglo pasado, disputaron tantas finales de torneos del Grand Slam como Nadal y Federer (siete: tres de Wimbledon, otras tantas de Roland Garros y la de hoy en Australia). Además, los dos tenistas son los únicos que han conseguido igualar lo que lograron Ivan Lendl y Mats Wilander, dos jugadores geniales: disputar finales grandes en tres superficies distintas. Llevar su rivalidad a todos los países, a todos los continentes, a todos los terrenos y a todos los estilos. Pelear en la hierba de Wimbledon. Luchar en la arcilla de Roland Garros. Y jugar hoy sobre el cemento de Melbourne, donde Nadal busca convertirse en el primer español que gana el grande australiano además de en el primero que logra uno sobre pista dura en la categoría masculina. No es el único reto señalado del partido: si es el vencedor, Federer igualará el récord de 14 grandes de Pete Pistol Sampras.

Luego, los dolores, las sensaciones, los trucos y el espía, elementos de tramoya en el 19º encuentro entre los dos mejores (12-6 para Nadal). A la una de la madrugada del viernes, Severin Luthi abandona con la discreción de un soplón el club de tenis de Melbourne. El capitán suizo de la Copa Davis ha cumplido su misión: no perderse detalle de la increíble semifinal entre Nadal y Fernando Verdasco que al día siguiente, ayer, bajo el cielo plomizo y la amenaza de lluvia de Melbourne, desmenuza con Federer. El entrenamiento de éste es un experimento con la final en perspectiva. No están permitidos los curiosos y sólo una persona externa a su equipo tiene cabida: el brasileño Díaz, un junior de baja estatura. Por segundo día seguido, el suizo se entrena con un zurdo.

Nadal, sin embargo, es otra clase de zurdo. Uno que dispara bolas de bote endemoniado. Uno que se acostó el viernes a las cinco de la mañana tras jugar el partido más largo de la historia del torneo (5h 14m). Uno que ayer se levantó a la una de la tarde, se fue al gimnasio, "soltó los músculos" y luego, mientras comentaba con los suyos el partido de Verdasco, se fue a entrenarse "para moverse un poco".

"Es increíble jugar otra final grande", dice Nadal, que ayer se paseaba por el club de tenis con cara ojerosa. "Siempre es especial jugar contra Federer. No sé cómo estaré en la final porque, tras un partido así, te sientes pesado durante unos días, aunque pondré todo de mi parte para recuperarme", continúa; "mala suerte que siempre las juegue contra el mismo: el mejor. Está claro que preferiría otro rival, pero finales así hacen este deporte más grande".

"Todo está preparado para un gran partido. Espero que podamos cumplir las expectativas, como en Wimbledon", dice Federer; "la semifinal de Rafa fue fantástica, pero no espero que tenga problemas para recuperarse. Hasta la semifinal tuvo un torneo sencillo. Estoy seguro de que se recuperará. Entiendo el argumento [de que Nadal esté cansado], pero no creo que sea válido en esta ocasión".

Ocasión grande, por otra parte. Partido único. Día para seguir construyendo la rivalidad de las rivalidades a lo largo y lo ancho del mundo. Nadal jugó el viernes un encuentro alucinante. ¿Es eso un peligro? ¿Existe la posibilidad de la satisfacción inconsciente tras ganar tan tremendo partido? No hay riesgo. No hay peligro. "Rafa es un jugador experimentado", dice Toni tras un entrenamiento bien relajado, "y sabe que la historia se olvida del finalista".

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