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Joan As Police Woman arrasa en su primera visita a Galicia

Después de casi dos horas y media de concierto el lunes en La Fábrica de Chocolate de Vigo, Joan Wasser luchaba por dominar el cansancio ante los fans que hacían cola para saludarla. "¿Cómo se escribe Iria?", preguntó en inglés a un chico que, cámara de fotos en ristre, quería llevar un póster de Joan As Police Woman dedicado para su novia. A otra joven le enseñó los botines color cobre que ponían la guinda a su atuendo, un mini vestido de lamé dorado. La reina más luminosa del underground no se guardó ninguna sonrisa: para todos aquellos que se le acercaron hubo agradecimientos y hasta besos.

"Me encanta este público", repetía la artista de Connecticut entre firmas, flashes y achuchones. Ya lo había dicho desde el escenario, donde desgranó las canciones de sus dos únicos álbumes, Real life (2006) y To Survive (2008). Un recital sembrado de medios tiempos, reminiscencias setenteras y melodías entretejidas de nostalgia y optimismo. Y, por encima de todo, el carisma de la voz de Wasser, tan capacitada para la ternura (To be loved) como hacer recuento de los zarpazos en un falsete estremecedor (We don't own it). Sabe de lo que habla: en 1997 uno de los músicos más influyentes del rock contemporáneo murió ahogado en Memphis. Era su novio y se llamaba Jeff Buckley.

Canción para Obama

Ella ahora escribe versos que son alegatos a la vida y a las emociones. Hasta en su estreno en solitario prestaba su talento a otros creadores como Lou Reed, Antony Hegarty (Wasser fue una de sus Johnsons) y Rufus Wainwright, quien ahora le da la réplica en To America, la canción que cierra el segundo disco de Joan As Police Woman y con la que Wasser terminó su concierto.

"Se la dedico a Obama", dijo en un susurro. La artista redondeó su estrategia de seducción mencionando al hombre del año, lo que le proporcionó la ovación más sonora de la noche. Hasta entonces, los espectadores que atiborraban la sala habían interaccionado poco con la cantante, que saltaba de los teclados a las guitarras flanqueada por sus dos compañeros de fatigas: el batería Parker Kindred y el bajista Timo Ellis, con quien demostró tener mayor complicidad.

La apretujada y acalorada concurrencia parecía, por momentos, una reunión social, un buen lugar para ver y ser visto, porque la sala estaba hasta los topes.

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