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La conjura por Barcelona (I)

Intrahistoria de las negociaciones para la elección de la capital euromediterránea

Barcelona celebró ayer en la plaza de la Catedral la designación de su capitalidad euromediterránea lograda tras cuatro meses de una titánica tarea de la diplomacia española, en discreta conjura con la Generalitat y el Ayuntamiento, dirigida a desbaratar los planes del presidente francés, Nicolas Sarkozy, para que la secretaría de la Unión por el Mediterráneo (UpM) radicara en un país de la ribera sur.

Y es que a Sarkozy, la presencia de los 43 jefes de Estado y de Gobierno de la UpM, el pasado 13 de julio en París, le costó un ingente reparto de favores, muchos de ellos contrapuestos, entre los países árabes. No quería ausencias notables como en la primera cumbre de 2005 en Barcelona, donde varios jefes de Estado árabes se hicieron representar por sus cancilleres. A Túnez y Marruecos les prometió la sede de la secretaría permanente, ese doblete. A Egipto, una copresidencia y el compromiso de que la Liga Árabe se integraría en la asociación euromediterránea como miembro de pleno derecho, a pesar de los recelos que despierta entre los israelíes, también actores en este proceso.Las piezas del tablero, tan cuidadosamente colocadas por la diplomacia francesa, se descolocaron cuando José Luis Rodríguez Zapatero anunció en la misma cumbre parisina que Barcelona, con una histórica y reconocida tradición euromediterránea, aspiraba a albergar la secretaría. Barcelona era -como se ha demostrado al hacerse con la sede- un serio rival, y los ribereños del sur vieron amenazadas sus aspiraciones y diluidas las promesas francesas.

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Con este embarullado escenario, la tarea de España -y especialmente del ministro de Asuntos Exteriores, Miguel Ángel Moratinos- ha sido doble. Primero, recabar apoyos para Barcelona y, segundo, enmendar el desaguisado creado por París. Pero sobre todo, conciliar voluntades e intereses de una multitud de actores que conforman un mosaico -el Mediterráneo- contradictorio y fácilmente quebradizo.

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A las 24 horas de ese 13 de julio, la maquinaria diplomática española se puso en marcha para que en la cumbre ministerial de Marsella, a principios de esta semana, Barcelona fuese elegida por consenso. No se partía de cero. España, con ciertos altibajos en la época de José María Aznar, siempre ha mimado a los países árabes, entre los cuales Moratinos goza de un reconocido prestigio desde su época de enviado de la UE para el conflicto de Oriente Próximo. Ya en 1995 había contribuido decisivamente en la capital catalana al denominado Proceso de Barcelona, para fomentar la colaboración entre la UE y el sur mediterráneo: un proceso de vinculación económica (zona de libre mercado a largo plazo), política (democratización) y sociocultural, ideado en 1994 por Manuel Marín, entonces vicepresidente de la Comisión Europea encabezada por Jacques Delors, y secundado al milímetro por el canciller, Javier Solana. Además, en 2005 se celebró la primera cumbre de jefes de Estado y de Gobierno.

También las relaciones del Ayuntamiento de Barcelona con otras ciudades del mare nostrum son exquisitas y han servido para desactivar las aspiraciones de otras contrincantes. Y la ciudad alberga el Instituto Europeo del Mediterráneo (Iemed), que desde su creación ha funcionado como lobby de los intereses españoles, al frente del cual está Senén Florensa, embajador en Túnez hasta finales de 2004. La Generalitat también se sumó a esta iniciativa. La unidad institucional en torno a la candidatura se ha demostrado como uno de los factores determinantes para su designación.

"Este verano nos hemos quedado sin vacaciones porque, entre otros motivos, tuvimos que elaborar el informe de la candidatura. Un documento muy potente. Y porque el 8 de septiembre teníamos la primera cita con los embajadores euromediterráneos en Madrid", comenta Anna Terrón, secretaria para la UE del Gobierno catalán e implicada desde el principio en esta meta.

No hubo viaje al extranjero de Moratinos y de todo su equipo ministerial en que la candidatura de Barcelona no figurara en la agenda. Ya en julio, el canciller español se desplazó a Mauritania, Argelia, Túnez y Libia. Y sus colaboradores Ángel Lossada -secretario de Estado-, Fidel Sendagorta -director general para el Mediterráneo, Magreb y Oriente Próximo- y Josep Riera -embajador en misión especial para Asuntos del Mediterráneo- se han entrevistado con todos sus homólogos de los otros 42 países implicados. También ha tenido un papel relevante el antecesor de Riera en el cargo, Juan Prat, actualmente titular de la embajada española en los Países Bajos. Y el rey Juan Carlos ha intermediado, entre otros países, con Jordania.

Las principales reticencias a Barcelona procedían de los nuevos socios del centro y del este de la UE, que aspiraban a que la secretaría permaneciera en Bruselas. La capital catalana u otra ciudad, entendían, implicaba un gasto extraordinario en el de por sí ajustado presupuesto de la UE. Y si salía de Bruselas, esos Estados apostaban por Malta. "Hay un pacto por el cual las agencias comunitarias se ubicarán en los nuevos Estados. Pero nosotros argumentamos que la secretaría no era una agencia, sino una sede institucional, y no de la UE, sino de los 43 países euromediterráneos", comenta un destacado funcionario implicado en las negociaciones.

En este juego diplomático también intervino el Iemed, que con frecuencia prácticamente mensual organiza jornadas y seminarios con diplomáticos y dirigentes políticos, sociales y empresariales de ambas riberas. En cada acto, Exteriores confeccionaba una lista con las personas a las que convenía invitar y que remitía al Iemed. Todas ellas estaban directamente implicadas en la elección de la futura sede de la Secretaría Permanente de la UpM.

Senén Florensa, director del Iemed, explica como el mes pasado, en un seminario sobre política euromediterránea, Exteriores insistió en invitar al responsable Euromed del Gobierno checo, que ocupará la presidencia de la UE el primer semestre de 2009. Sus primeras palabras en Barcelona fueron para criticar el estilo "rimbombante" y arquitectónicamente poco eficiente y adecuado del Palau de Pedralbes para albergar la secretaría. "Las jornadas fueron un éxito y le mostré cada rincón del Palau, y el ala renovada. El último día me confesó que no sólo había aprendido muchísimo sino que había cambiado de idea sobre la candidatura. Ganamos el apoyo de la República Checa", agrega Florensa.

La mediación de Florensa también fue decisiva para que Albania fuera el primer Estado en dar su aquiescencia a Barcelona. El Iemed organizó un seminario sobre política euromediterránea en Tirana, donde ejerce como embajador el también catalán Manuel Montobbio. "Albania pidió su incorporación al Proceso de Barcelona, que España bendijo, para tener un pie dentro de la UE. Lo mismo había sucedido anteriormente con Chipre y Malta", comenta Florensa.

Con información de Ignacio Cembrero, Blanca Cia, Miguel González y Miquel Noguer.

Misivas del Ayuntamiento

El Ayuntamiento de Barcelona también ha contribuido al éxito. El área de Relaciones Internacionales contactaba cada viernes con el embajador especial Josep Riera para cuadrar agendas, perfilar estrategias y compartir los avances que se habían producido. Ya en julio el Consistorio inició una intensa actividad epistolar en busca de apoyo de ciudades clave en el proceso. Clave para neutralizar otras posibles candidaturas. Eso ocurrió con Nápoles y Génova. "Cualquiera de las dos podía haber sido una excelente candidata pero sus alcaldesas nos apoyaron", agradece un responsable de esa área. Lo mismo ocurrió con Sarajevo, Amsterdam, Tánger y Casablanca. Se obtuvo, por carta, el apoyo de Líbano y Siria, en un momento en el que "corrían" rumores de que Jordania podía optar al secretariado.

El Ayuntamiento aprovechó las relaciones ya trabadas hace más de una década en la Organización Mundial de Ciudades y Gobiernos Locales Unidos con sede en Barcelona desde 2004. Barcelona fue, en 1995, la sede de la primera reunión de alcaldes del Mediterráneo, repitió en 2005, y ha presidido Eurocities bajo el impulso del ex alcalde y actual embajador en Turquía, Joan Clos. Ese hecho y los programas de cooperación en Líbano y Gaza contribuyeron también a conseguir apoyos.

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