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Reportaje:FUERA DE RUTA

Cuervos de neopreno

Surf en estado puro en las playas del condado de Orange, al sur de Los Ángeles

El condado de Orange, en California, está emplazado entre los Montes de Santa Ana y el litoral del océano Pacífico. En el interior hay muchos lugares de interés cultural e histórico, como la Misión de San Juan Capistrano, fundada en 1776 y que recuerda la labor de los franciscanos en la zona, o la biblioteca y casa natal de Richard Nixon. Antiguamente, esta zona era territorio para naranjales y muchas granjas. Hoy, en cambio, una buena parte de los más de 2.000 kilómetros cuadrados de la región es un amasijo de autopistas invadidas de coches que vienen y van, siempre en medio de un tráfico tremendo entre los que se cruzan camino del trabajo, o bien porque van dirección Los Ángeles o bien porque van dirección San Diego, o... por supuesto, porque van camino de la diversión. Porque este condado es el epicentro del ocio de California. Ahí está Disneyland, el parque temático más antiguo de Estados Unidos, o la más reciente California Adventure, además del Knott's Berry Farm o el cercano Sea World (ya en San Diego).

Grandes diversiones que esperan a los que se lanzan a la carretera y echan horas. Pero ninguna de estas diversiones como el surf. Sin duda, las playas del condado de Orange encarnan lo que mejor identifica al sur de California: surf en estado puro. No es territorio en el que predomine el windsurf; como mucho bodiesurf, con gran aceptación entre los niños que quieren divertirse con las olas, que los arrastran a gran velocidad hacia la orilla. Pero el bodiesurf es al surf lo que el triciclo a una bicicleta sin ruedines.

El litoral del condado de Orange es una sucesión de anchas playas -Huntingtown State Beach, Doheny State Beach, Newport Beach...- y santuarios de olas, porque, cuando se deja atrás el norte llano de Los Ángeles y se avanza hacia el condado de San Diego, el gran sur de California se vuelve inconfundible en cuanto el paisaje va dibujando calas que se abrazan a sí mismas y acantilados, como enfadados, que miran de frente al océano.

Cuerpo y tabla

Las playas, en cambio, sólo se miden en olas, y tubos, y masas de agua juguetona y, a veces, peligrosa. Todo se vuelve agua para los surferos, que, con sus trajes de neopreno, siempre oscuro, se transforman en la distancia en cuervos negros descansando del vuelo, quietos sobre los cables de la luz antes de emprender nuevamente el vuelo. Así de inmóviles están los cuervos del mar, que cuidan cada pulgada de su tabla. Tablas blancas en su mayoría, que se miden en pies y que acompañan los cuerpos cuando los dos, cuerpo y tabla, miran más allá del mar, firmes, esperando la gran ola, muchas veces entre delfines. Hay quien dice que los tiburones tampoco están lejos en esas aguas frías. En la playa de San Clemente, unos surferos algo gordos comentan entre risas que a ellos, afortunadamente, los tiburones los confunden con orcas. Después añaden que los buenos surferos siempre están en la oficina. Trabajando. Ninguno bebe en la playa; es demasiado serio el ceremonial y el respeto a las aguas y a su deporte estrella.

En Huntingtown State Beach, la capital del surf que acoge multitud de competiciones internacionales, hay un museo dedicado a este deporte. A los surfistas se les puede seguir desde el largo espigón. No lejos de allí, en el arenal de San Clemente, en cambio, uno puede seguirlos de cerca en esa estrecha playa en la que la arena parece ceder todo su protagonismo al agua. Precisamente desde la arena se ve pasar el tren que une la costa; un tren que dibuja en su costado unas letras bien grandes: Surfliner (la línea del surf).

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Bañadores rojos

En San Clemente ocurre lo que en el resto de las playas de alrededor. Cada 200 metros hay puestos de férrea vigilancia. Describir su caseta de madera elevándose sobre la arena no es difícil. Dos socorristas por caseta; bañadores rojos, prismáticos... Muy a lo Vigilantes de la playa, que es lo que son en realidad. Las zonas de surf están delimitadas en colores blanco y negro.

Ahí, hablando se aprende mucho de las normas del agua. Imprescidibles. Como por ejemplo que si un surfero golpea a una persona siempre es culpa del surfero, porque está considerado embarcación, o que si dos surferos toman la misma ola siempre tiene prioridad el que está detrás. El de delante se tiene que quitar.

Todo es un mundo líquido; construido lugar a lugar... Ola a ola, ya sean las normales, las gigantes, las que marcan las mareas... Están las olas que se ven, y más aún, las que se recuerdan, como las del sur del surf, en la lejana California.

» Almudena Solana es autora de Las mujeres inglesas destrozan los tacones al andar (Editorial SUMA, Santillana).

"Siempre quise ir a L.A."

Guía

Visitas

» Disneyland (www.disneyland.com; 001 714 956 64 25 39). En Anaheim. Entrada de un día, 51 euros; niños (hasta 10), 43. Existen entradas combinadas para Disneyland y el California Adventure Park, también de Disney.

» Knott's Berry Farm (www.knotts.com; 001 714 220 52 00). 8039 Beach Boulevard.

Buena Park. Entradas desde 35 euros.

» Sea World (www.seaworld.com; 001 619 226 39 01). 500 Sea World Drive. San Diego. Adultos, 45; niños (hasta 10 años), 37,50.

» Museo Internacional del Surf (001 714 960 34 83).

411 Olive Street. Huntingtown State Beach.

Información

» Turismo del Condado de Orange (www.visitorangecounty.net).

» Tren Pacific Surfliner (www.amtrak.com). Une San Luis Obispo con San Diego por la costa.

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