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Lo galáctico

Jordi Soler

Hace unos días el cantante galáctico Jaume Sisa echó a andar las fiestas de la Mercè con un pregón, también galáctico, en el que nos contaba su punto de vista sobre Barcelona y ofrecía una serie de imágenes inquietantes, como ésa de los "turistas meones" frente a los "viajeros ilustrados", o esa otra de los inmigrantes "del primer, del segundo, del tercer mundo y de la cuarta dimensión". "¿Un cantante galáctico también pisa la Tierra?", le preguntó a Sisa, hace unos meses, un periodista del diario El Norte de Castilla. "Naturalmente", respondió Sisa, "la pisa tanto que sus pies llegan a salir por el otro extremo del planeta; a partir de ahí, emprende un viaje a través del éter galáctico".

Según 'The Guardian' rusos y americanos tienen un programa secreto de experimentos sobre el sexo en el espacio

El pregón de Sisa fue dicho y cantado con una chaqueta galáctica de aires republicanos, que acentuaba sus mensajes más críticos, como ése, dicho delante de la plana mayor de la alcaldía, de que la ciudad tendría que girar "del lado del sueño y no del de la eficacia económica", un mensaje importante y pertinente, dicho y cantado de la mejor forma posible, que difícilmente se tomara en cuenta porque los turistas meones gastan en Barcelona tanto dinero o más que los viajeros ilustrados; porque la integración de un ecuatoriano o de un marroquí ya cuesta bastante como para que ahora nos lleguen los de la cuarta dimensión; porque, en suma, Barcelona, Europa y el planeta completo giran alrededor de la eficacia económica y no del sueño. Sisa lo ha dicho de manera impecable, ha cumplido y nos ha hecho pensar en la ciudad que podríamos tener. Mientras el pregón galáctico tenía lugar en el Saló de Cent, una discusión también galáctica se expandía, como la misma Vía Láctea, en diversos periódicos de lengua inglesa y foros de Internet. El origen de esta discusión fue un artículo que publicó el diario The Guardian, una noticia que ha sido sistemáticamente desmentida por la NASA y por la directiva del programa espacial ruso. El desmentido de los dos organismos espaciales ha sido siempre tan tibio que más bien ha alentado la especulación sobre el tema, muy pertinente y candente, que trató el científico francés Pierre Kohler, en las páginas de ese prestigioso diario.

Kohler sostiene que rusos y estadounidenses tienen un programa secreto, el STS-XX, que investiga y hace experimentos alrededor del sexo en el espacio. El STS-XX, según él, proponía 10 posiciones para que los astronautas pudieran acoplarse en un habitáculo con gravedad cero, una actividad que, si se pone uno a pensar, debe tener sus complicaciones. De las 10 posiciones originales seis fueron descartadas por impracticables, algunas muy clásicas como la del misionero o la de Andrómaca, no se consiguen sin el sustento de la fuerza de gravedad, y otras requerían de un instrumental de apoyo demasiado engorroso. No está de más ir anotando aquí una pregunta, francamente galáctica, para desarrollar en otro artículo: ¿que los misioneros no tienen voto de castidad? De acuerdo con las revelaciones de Kohler, la posición ideal para procrear en el espacio es la de la "Y cruzada", donde las piernas del, o la, astronauta vendrían siendo las patitas bifurcadas de la letra, y el resto, lo cruzado, ya se lo podrá imaginar usted. Pero el científico francés va más allá y dice que aquel encuentro entre rusos y estadounidenses, entre cosmonautas y astronautas de ambos sexos, que tuvo lugar, hace unos años, en la estación espacial MIR, tenía entre sus objetivos la puesta en práctica del controvertido programa STS-XX. Aun cuando las declaraciones de Pierre Kohler han sido desmentidas, como he dicho, una y otra vez, el tema del sexo en el espacio renace cíclicamente y, en temporadas como ésta, mientras Sisa cantaba su pregón, ocupaba páginas en los periódicos porque, más allá del morbo que naturalmente genera el tema, hay una pregunta que el desmentido no ha podido anular, que tiene la dimensión de una evidencia: si uno de los objetivos de la NASA, y del programa espacial ruso, es colonizar el espacio, montar una base en la Luna para ir poblándola de seres humanos, ¿no serán la función del aparato reproductor en el espacio y la gestación sin gravedad dos temas cruciales para esa colonización? Desde la perspectiva que ofrece esta pregunta parece poco factible que la NASA, y el programa espacial ruso, no hayan puesto en práctica experimentos sexuales en el espacio. Además del puritanismo que, de ser verdad lo que dice el científico francés, mantiene en secreto las investigaciones sobre el sexo espacial, está la educación sentimental que durante años impartieron series televisivas como Star Trek y películas con naves espaciales, como monasterios flotantes en el éter galáctico, donde los personajes, hombres y mujeres, convivían durante años en ese hábitat reducido sin que, inexplicablemente, hubiera nunca ningún roce lúbrico entre la tripulación. Lo que de verdad hace falta es, regresando a Sisa, más sueño y menos eficacia económica; subirse a Colón "en el ascensor, a pie o en avión".

Jordi Soler es escritor.

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