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Crónica:HISTORIAS DE LOS JUEGOS ATLANTA 1996 | Juegos de la XXIX Olimpiada
Crónica
Texto informativo con interpretación

Un centenario despilfarrado

Atlanta no ganó la elección de los Juegos de la XXVI Olimpiada. Los perdió Atenas. Hubo sus razones y fueron bastante más sutiles que la presunta influencia de Coca-Cola, uno de los patrocinadores más fieles del COI, con su sede central en la ciudad estadounidense.

Los miembros del COI, muy dados a la seducción y a los regalos, quedaron encantados con los picnic ofrecidos por el comité organizador al más puro estilo Lo que el viento se llevó. Detalles así, tras el éxito de Los Ángeles 84, les acabaron de convencer. No confiaban, en cambio, en la capacidad griega para sacar adelante sus instalaciones e infraestructuras y no estaban desencaminados porque a punto estuvo de suceder cuando organizaron los Juegos de 2004. Pero lo que menos les gustó fue la falta de tacto de los griegos en el mismo hotel de la elección. Llegaron a ofrecer favores sexuales equivocados para los gustos de algún miembro. Las protestas no salieron de los pasillos, pero todo fue tan burdo, que pasó factura en la votación.

Las acusaciones de que el poder del dinero había arrollado lo que quedaba de pureza olímpica se sucedieron. Los matices de la derrota ateniense no los podía decir oficialmente ni siquiera el vilipendiado COI. Al final, quedaba la esperanza de que los Juegos iban a buenas manos. Gran decepción. En Atlanta los problemas fueron múltiples e insólitos. Se confirmó el peligro de la gestión privada, incluso en un país poderoso, cuando no hay apoyo estatal ni de la población. Atlanta no era Los Ángeles. Los Juegos del Centenario se convirtieron en un despilfarro.

La informática fue anticuada, los transportes, un caos. Las situaciones esperpénticas se sucedieron. Nunca se había visto que un grupo de periodistas secuestrara un autobús para poder llegar a tiempo a una prueba ante la cerrilidad del conductor que no quería salirse del guión. Los robots americanos confundieron también seguridad con eficacia. Se hartaron de repetir controles a quienes ya estaban controlados y se olvidaron de vigilar el parque donde una bomba causó un muerto y más de un centenar de heridos. Una llamada avisó 20 minutos antes, pero no dio tiempo al desalojo. No se había producido una descoordinación policial tan lamentable desde la tragedia de Múnich 72. Nunca se detuvo al culpable.

El desastre de organización eclipsó al deporte, algo asombroso. Ni Carl Lewis pudo llegar al rescate con su cuarto título en longitud, el noveno oro. Michael Johnson ganó los 400 y los 200 metros, donde voló con su trote particular en unos siderales 19,32s que acaba de batir Usain Bolt.

España bajó el nivel de medallas, pero mantuvo el impulso de Barcelona. Miguel Indurain unió a su enorme historial el oro en la contrarreloj, con Abraham Olano de plata. El waterpolo liderado por Manel Estiarte alcanzó la gloria perdida en Barcelona y Theresa Zabell repitió la de vela, mientras debutaron en lo más alto del podio Fernando León y el conjunto de rítmica. Fermín Cacho sumó otra plata, como el hockey masculino, el yudoka Ernesto Pérez Lobo y otros salvadores habituales con raqueta, como Sergi Bruguera, que sólo cayó ante Andre Agassi, y Arantxa Sánchez Vicario, ante Lindsay Davenport, pero que añadió también un bronce en dobles, su cuarta medalla en dos Juegos.

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