_
_
_
_
_
Reportaje:

El 'Frankenstein' financiero

Citi purga su metamorfosis en supermercado financiero global

Vikram Pandit, el nuevo consejero delegado de Citigroup, tiene una difícil papeleta. La revolucionaria visión que hace una década tuvo Sanford Weill al crear este supermercado financiero global se está revelando errónea, por no hablar de fracaso. La entidad atraviesa por el periodo más turbulento de su historia, y a Pandit le toca moverse rápido y con cautela al desmontar lo hecho por Weill.

Conforme avanza la crisis financiera, en Wall Street tienen cada vez más claro que Sanford Weill creó todo un 'Frankenstein' financiero. Ese monstruo no es capaz de tenerse en pie sin que sus partes se vengan abajo. Y eso explica que los títulos de Citigroup marcaran esta semana el precio más bajo en el parqué desde la creación del gigante financiero en octubre de 1998, de la megafusión entre Travelers y Citicorp.

La operación que orquestó el revolucionario banquero no sólo le mereció el reconocimiento mundial, además reescribió las reglas de Wall Street. El coloso se expandió con rapidez por todo el mundo y ofrecía una amplia variedad de productos a sus clientes, en banca de inversión o comercial, seguros y gestión de fondos. Weill pensaba que con este modelo diversificado la entidad sería capaz de capear los temporales mejor que los viejos bancos.

La idea tenía sentido. Pero se ejecutó mal. Charles Prince tomó el relevo del poderoso Sanford Weill. La sucesión no fue fácil. Prince no tenía toda la experiencia ni el carisma necesarios para comandar la tropa (360.000 empleados, dispersos por más de un centenar de países y con 2,2 billones en activos). Y las primeras disfunciones del mercado evidenciaron las vulnerabilidades de la admirada firma, que intentó tapar como pudo.

Conforme crecía, Citigroup fue acumulando problemas y tropiezos. Hasta que estalló la burbuja de las hipotecas subprime, y empezó a salir todo el polvo acumulado bajo las alfombras en la última década. Prince se vio forzado a dimitir en noviembre, tras reconocer que la entidad no supo manejar el riesgo. Adoptó posiciones innecesarias a las que no prestó atención cuando todo iba bien.

Era sólo el comienzo de la tempestad. La entidad acumula al final del tercer trimestre pérdidas por valor de 17.500 millones de dólares (ha incrementado en 2.500 millones los números rojos en el último trimestre), tras realizar ajustes y provisiones en su cartera de crédito superior por casi 50.000 millones de dólares (7.500 millones en el último trimestre). Es el banco más golpeado por la crisis, junto a Merrill Lynch, Washington Mutual, Morgan Stanley, Lehman Brothers y Bear Stearns.

"Fueron muy agresivos y presionaron mucho para elevar los beneficios en muchas áreas", señala Roy Smith, profesor de la Universidad de Nueva York. Lo que llama la atención dentro y fuera del parqué es que Prince no parecía ser consciente de la amplitud de los problemas que está haciendo frente Citigroup, y en especial en esos segmentos de negocio de alto riesgo.

Citigroup perdió durante el último año la mitad de su valor bursátil, o un 75% si se compara con el récord de diciembre de 2006. Los dedos apuntan hacia Sandy Weill. "Fue el que construyó este gran monstruo", afirman desde Optique Capital Management, "y claramente la compañía era demasiado grande". Ahora es Vikram Pandit al que le toca hacer limpieza.

Una década después, la revolucionaria megafusión se considera como una de las peores operaciones de todos los tiempos, y Citigroup -en su día la compañía mejor valorada en el mundo financiero- está por detrás de Bank of America y JPMorgan Chase. Y algunos analistas creen que es un milagro que la entidad siga en pie tras el cúmulo de errores cometidos por sus gestores.

Pandit se esfuerza ahora en corregir el rumbo de la entidad y recuperar su prestigio. No fueron pocos los que rechazaron en el pasado la visión sobre la que Weill montó Citigroup, y a la que dio continuidad Prince. El nuevo consejero delegado también quiere romper con esa fórmula, reduciendo costes y eliminando activos, para concentrarse en los que generan mejores retornos.

Hasta el propio Sandy Weill no tiene más remedio que verlo de esta manera. Citigroup atraviesa por la mayor reorganización de su historia. Para llevarla adelante, el banquero buscó ayuda fuera de la entidad y procedió a nuevos nombramientos, con lo que echaba por tierra otro de los grandes mitos del banco, que se decía que tenía a los gestores más válidos de todo el mundo financiero.

La reconfiguración de Citigroup no será fácil, y podría llevar varios años antes de que recupere el terreno perdido frente a sus dos grandes rivales. El gran pecado de Weill, según los analistas, es que no fue capaz de conectar los distintos negocios del grupo. Aunque estaban cubiertos bajo el mismo paraguas, operaban de forma independiente. Era una casa sin la fontanería adecuada.

El gran reto de Pandit, por lo tanto, será dar cohesión y crear esta cultura de unidad dentro del grupo. Además, quiere acelerar el proceso de toma de decisiones y centralizar diversas áreas, como la de asuntos jurídicos, gestión de riesgo y tecnología. En paralelo se desprenderá durante los próximos tres años una quinta parte de sus activos, por valor de 400.000 millones de dólares.

La semana pasada, Citigroup anunció la venta a la francesa Credit Mutuel de su negocio de consumo en Alemania, con lo que ingresará 7.700 millones. También se plantea desprenderse de su participación en CitiStreet y en abril ya se deshizo de la compañía de tarjetas de crédito Diners Club International y de CitiCapital. Y en paralelo recaudó 44.000 millones por la venta de acciones y capital ofrecido por varios fondos soberanos.

¿Gigantes indestructibles?

Demasiado grande para caer. Es la frase que se escucha en Wall Street y Washington desde el estallido el pasado verano de la crisis financiera. Se dice cuando se habla de la delicada situación financiera por la que atraviesan Citigroup, Merrill Lynch, Washington Mutual o las hipotecarias Fannie Mae y Freddie Mac.

Ben Bernanke, presidente de la Reserva Federal, y Henry Paulson, secretario del Tesoro, dieron garantías de que velarán por la estabilidad del sistema financiero, que no termina de ver la luz tras un año de incertidumbre y malas noticias.

En la calle, sin embargo, la gente tiene miedo, y mira el colapso de Bear Stearns y de IndyMac, sin creerse lo que dicen desde la Reserva Federal o la Casa Blanca. La crisis de confianza empieza a adueñarse de Main Street y muchos están sacando el dinero de los bancos que se dicen tienen problemas para ingresarlo en otras entidades más solventes o ponerlos bajo el colchón. -

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_