_
_
_
_
_
Reportaje:EL RINCÓN

Leguineche, frente al mar de aire

Juan Cruz

Ahí está, sentado ante un bosque, en Brihuega, en la plaza que se llama como él, en el caserón donde vive desde hace dieciséis años este mocetón de Arrazua, al lado de Gernika. Da gusto ver a Manu Leguineche; siempre fue así este reportero que además es el poeta que cuando se encontró con la tierra, después de darle diez veces la vuelta al mundo, encontró que aquí, junto a los pájaros, a los gatos y a los perros, el hombre respira una felicidad que ni se regala ni se compra, se siente, viene del sonido de la tierra. Los árboles que le contemplan son la frontera de su casa con el resto del pueblo, y es una frontera cuyo sonido a él se le antoja parte del mar que sólo ve ya cuando va a Almería, otro de sus territorios. Y ese mar de árboles, este mediodía, antes de que Gabriela, una búlgara que le ayuda en la casa, nos sirva unas chuletas de cordero, unos pimientos y unas alubias de Arrazua, se mueve como si saludara al mundo. Ahora a Manu, dice él, le aburre el mundo. Pero ahí tiene la radio, como un amuleto, por ahí sabe de qué va la cosa. La tiene ahí, junto a un vaso de vino Diezmo, que él apura como si estuviera esperando un tren antiguo. Y en la casa, en las escaleras, en la cocina, en los cuartos de baño, se mezclan los reconocimientos que ha tenido con recortes de periódicos, con colecciones de diarios que guarda como si un día fuera a entrar en ellos para escribir un reportaje sobre el medio siglo del que ha sido apasionado testigo. Pero más que las noticias y lo que sucede ahora, lo que le emociona es admirar la exactitud con la que los picatroncos que le visitan en este jardín advierten sobre el cambio del tiempo. El picatronco, que también llaman picarro, "¡pica con la lengua, ¿te imaginas?!", y ahí está, dormido a su lado, el perro Negrito, lejos de la gata, que, cómo no, se llama Mus, juego del que su dueño es pentacampeón. Y algo mucho más interior le emociona a este mocetón que interrumpe el recuento de las penas para gritar "¡brindemos!", y es la visita reciente de sesenta paisanos de Arrazua, que le llevaron el aire de su pueblo como si le llevaran la tierra que pisa para ser feliz. Le preguntamos si tiene algún libro entre manos, y nos miró como quien ya lo hizo todo: "Ya vendrá, cuando tenga ganas. Ahora me siento cómodo oyendo a los pajaritos y llamando al perro para que se siente a mi lado". Hablamos de periodismo, de cómo se hace hoy, y Manu manifestó su rabia por la reciente muerte de Peru Egurbide, "Mi paisano, qué periodista admirable". Cuando llegamos, le pregunté: "¿Y cómo estás, Manu?". Riendo a carcajadas, ante la cámara, alzando la copa de vino, el reportero más atrevido del último medio siglo repitió una frase de Cela, que fue su amigo y su vecino: "Jodido, pero contento".

El periodista y escritor Manuel Leguineche (Arrazua, Vizcaya, 1941), en el jardín de su casa en Brihuega (Guadalajara).
El periodista y escritor Manuel Leguineche (Arrazua, Vizcaya, 1941), en el jardín de su casa en Brihuega (Guadalajara).LUIS MAGÁN

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_