Alquimia oculta
Mientras el matador esconde sus ojos tras el percal en el burladero, un aficionado atiende a la llamada que hace el torilero al toro que en suerte tiene que salir. Negro, con un morrillo musculado y prominente, pecho ancho, dorso fuerte y recto. Su belleza se conjuga con una cara astracanada y unos ofensivos cuernos dispuestos de manera acapachada terminados en astifinas puntas. La fortaleza con la que se impulsa buscando los engaños y enseñando su poder completan la esencia de la verdad de la fiesta. La selección natural podría hacer que este bello ejemplar disputara en las escondidas dehesas de los campos ibéricos, torneos de muerte, con otras reses tan valientes, donde sólo se rajan los cobardes. ¿Cuántos toros lucharían hasta la muerte por obtener el beneficio genético de ser el padre en la gran vacada?
Los caracteres genéticos externos primados fundamentalmente por la fortaleza, abundados por la bravura, fiereza, genio..., le imprimirán posibilidades de hacerlos prevalecer sobre otros hermanos de menor valor.
¿Nos equivocamos en el modelo de selección del toro de lidia? ¿Quizá deberíamos interferir menos en la selección natural? ¿Es posible con la concepción actual del toreo? Con estas preguntas dejo abierto al debate el dilema de si estamos en el buen camino en la fórmula de conjugar los caracteres del toro de la fiesta en el siglo XXI.
Francisco Herrera es veterinario de la plaza de La Maestranza.
