El talento de los francotiradores
"Siempre puedo rodar las películas que me apetecen. Sólo tengo que estar dispuesto a hacer lo que sea para ganarme la vida". El neoyorquino Hal Hartley parecía a inicios de los noventa el gran renovador del cine indie. Parecía, porque se atascó. O no quiso cambiar de vida. El final del milenio acabó con sus esperanzas. Desde entonces sólo dos filmes, el último de los cuales, Fay Grim, llega a España el 30 de mayo. Hartley quiso ser europeo en mitad de la industria estadounidense. Un error de cálculo. En Europa, muchos directores-guionistas son amigos del productor o ellos mismos producen su trabajo. Claude Chabrol y John Sayles son perfectos ejemplos de cada una de sus cinematografías. Mientras que el francés autofinancia su promiscuidad visual, Sayles coloca su talento en grandes producciones y destina su sueldo a una filmografía variada y excitante. Extrapolando sus gustos, físicos y vivencias al Festival de San Sebastián, donde han coincidido en varias ocasiones, Sayles sería el guiri que, cual brazo de mar, con su sueldo, se paga una estancia en un pequeño barco de bajura para charlar con los pescadores y recoger con ellos las redes, mientras que Chabrol... Chabrol estaría en el puerto, compraría las merluzas, se comería la mitad en su restaurante, donde serviría el resto y tomaría nota de las conversaciones de los clientes.
Chabrol se lo guisa y se lo come. Como cualquier auteur europeo, tipo Robert Guédiguian. En España Pablo Llorca ha mantenido una producción constante de calidad, como en Rusia Aleksandr Sokurov. Manoel de Oliveira, Aki Kaurismäki, Nanni Moretti... Repiten el esquema. También están los enfants terribles, tan apreciados a este lado del Atlántico. El danés Lars von Trier hace lo que le sale de sus bajos fondos: en Cinco condiciones decide enviar, mientras merienda Coca-Cola con caviar, a su maestro Jørgen Leth a rodar al barrio más pobre de Bombay; o se saca de la manga un decálogo elitista que traiciona rodando un musical. En cambio, en EE UU, boutades las mínimas. Creadores como Sayles, Robert Redford o Sean Penn pican piedra en grandes producciones de Hollywood para financiar sus filmes. Muy pocos francotiradores (Tarantino -¿por qué no?-, Cassavetes, el veterano punk Kenneth Anger...) traspasan décadas defendiendo su línea. O Charles Laughton: sólo dirigió un filme, La noche del cazador, pero qué resultado. -
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