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La globalización del talento

Siempre se ha dicho que el principal activo de todas las empresas son sus empleados. En pleno siglo XXI, esta máxima va más allá y nos encontramos con que uno de los aspectos clave en el mundo empresarial actual son las ideas de esos mismos empleados.

Las ideas se han convertido en uno de los activos intangibles con mayor peso dentro de una organización. Numerosos estudios publicados recientemente demuestran que aquellas compañías que sepan gestionar adecuadamente las ideas de sus empleados, es decir, su talento, podrán cumplir sus objetivos de negocio más fácilmente. Además, no se puede olvidar que el talento humano es lo que permite a una compañía sobresalir frente a sus principales competidores.

Pero atraer, y sobre todo retener, a personas de primer nivel no es tarea fácil. Las empresas deben hacer un esfuerzo por invertir en sus empleados a través de la formación continua, comprometiéndose a implantar planes de desarrollo profesional a medida, con un proyecto que les resulte ilusionante y ofreciendo planes de conciliación laboral y familiar, además de ofrecer a sus empleados un ambiente de trabajo en el que prime la integridad y la ética, o lo que se ha dado en llamar responsabilidad social.

Aun así, las empresas hoy en día no lo tienen fácil. En los países industrializados, donde se da un mayor envejecimiento de la población, el talento es cada vez más minoritario y escaso frente a una demanda en aumento. De ahí que la sociedad tenga que replantearse su postura ante los profesionales de mayor edad, por un lado, y, al mismo tiempo, afrontar con energía y dedicación la selección de los más jóvenes.

En un mundo cada vez más competitivo y global, las empresas se ven obligadas muchas veces a buscar ese potencial fuera de las fronteras nacionales. Si a esto añadimos el agotamiento de los mercados domésticos, algo que sucede especialmente en los países desarrollados, la internacionalización en la búsqueda del talento resulta obligatoria.

Pero no hay que ver esto como un problema. Una vez que se encuentra al candidato que se ajuste al perfil demandado, y tras un periodo de adaptación más o menos extenso, la diversidad de culturas e ideas dentro de un ambiente laboral resulta siempre, y en cada uno de los casos, positiva y productiva.

Y conviene recordar algunos aspectos que las empresas deben tener en cuenta a la hora de gestionar una plantilla diversa. Por un lado, el talento no es propiedad de un país o un sector, sino que es intrínseco a la persona. Por otro, el bagaje cultural, social y vital que la diversidad trae consigo cuando se incorpora a la empresa debe verse como un factor enriquecedor y no como un elemento diferenciador y excluyente.

Sólo así, con la adecuada gestión del talento, nacional, internacional y multicultural, podrán las empresas retener a los mejores, conseguir el éxito y consolidarse como referentes en el complejo mundo laboral actual.

Jan Hein Bax es director general de Randstad en España.

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