Aquella canción, aquella lucha
En 1968, Raimon ofreció en La Complutense el recital más emblemático del antifranquismo - 6.000 estudiantes le apoyaron - 40 años después, lo repite
Raimon, empapado de sudor, se enfundó la guitarra bajo el brazo. Las octavillas volaban por el recibidor de la Facultad de Políticas y Económicas. Los 6.000 estudiantes dejaron de aplaudir y comenzaron a salir al fresco de la tarde de mayo. Fuera, ya esperaban los grises. "¡Manifestación!", vocearon los cabecillas universitarios antes de que las porras les obligaran a dispersarse; la mayoría bajó a la carrera por la calle de la Princesa. Los periódicos de la época celebraron la generosa dotación policial: decenas de jeeps, tres camiones cisterna y 40 jinetes. Sillas, piedras y ladrillos volaron por Moncloa. Fue hace 40 años; el 18 de mayo de 1968, el pequeño mayo español.
El cantante se escabulló por una puerta trasera. "En esos años, a la hora de preparar un recital nos preocupaban más las vías de escape que el sonido", recuerda desde la tranquilidad de sus 67 años. Le condujeron a su hotel "de media estrella" en la Puerta del Sol, muy cerca de la siniestra Dirección General de Seguridad. En su habitación contó la recaudación: 300.000 pesetas en monedas de cinco duros. El SDEUM, sindicato clandestino de estudiantes, las repartió entre los obreros en huelga de la Pegaso y otras causas "revolucionarias". Unos días después, el decano de la Facultad, Ángel Vegas, declaró ante los tribunales que él tenía entendido que el dinero "iba a ser dedicado a los comedores universitarios".
"En los recitales nos preocupaban más las vías de escape que el sonido"
¿Por qué permitió el decano que actuara alguien como Raimon?
En aquel momento, ninguno de los protagonistas era consciente de la relevancia del recital; 6.000 asistentes eran muchos, "porque aunque luego han salido clandestinos por todos lados, la verdad es que en el momento de las hostias éramos pocos", sonríe Raimon. Pero el país estaba en proceso de cambio, recuerda: "Irrumpió una generación que no vivió la guerra y tenía menos miedo. La represión era fuerte, pero pesaba más el ansia de libertad".
Para esa generación, el acto quedó como un referente de las fisuras del régimen.
Raimon era uno de los grandes de la nova cançó. Su recital, además de una pedorreta a la censura y un acto de apoyo al Mayo Francés, representó una reivindicación de la normalización lingüística. Para que los estudiantes pudieran entenderle, el SDEUM imprimió sus letras en catalán y español.
Carlos Berzosa, de 62 años y actual rector de la Complutense, estuvo allí. Pese al calor, muchos a su lado vestían la corbata exigida en el examen de matemáticas del que acababan de salir. Un amigo le dio un codazo maravillado cuando descubrió una bandera roja ondeando sobre el rellano de la escalera. "Alucinamos. Yo venía de una familia tradicional. No era como Jaime", explica Berzosa atusándose
la barba patriarcal que enterró a aquel joven impresionable.
El Jaime al que se refiere es Jaime Pastor, líder estudiantil entonces, y ahora profesor de sociología con una larga trayectoria en partidos de izquierda. Ninguno de los dos consigue responder con certeza a la pregunta fundamental: ¿por qué el decano permitió la actuación de alguien con la relevancia de Raimon?Mientras que Berzosa considera que Vegas se equivocó pensando que se trataba sólo de un acto cultural, Pastor opina que pretendía "hacer de poli bueno" con los alumnos. Un desagravio por la represión de las reivindicaciones que se habían sucedido en los campus de Barcelona y Madrid.
Pasados 40 años, la Complutense exhibirá desde el 19 de mayo, y durante un mes, carteles y fotos del concierto como parte de un ciclo sobre la lucha estudiantil que incluirá también cine y conferencias. La documentación se puede visitar en su página web: www.ucm.es.
Entre todos esos recuerdos, se ha perdido el de cuál fue la primera canción del recital. "Supongo que Al vent", aventura Raimon. "Había una grabación, pero el técnico se asustó y la acabó destruyendo". Al final del acto estaba previsto que se cantara La Internacional, pero tras un patético intento, se anuló porque casi nadie la conocía. "Ni yo", reconoce el cantante. Para él esa es una prueba más de que la lucha contra la dictadura no era patrimonio de los partidos, aunque reconoce que ellos coordinaban las grandes acciones. De la misma forma admite que en su carrera lo político se solapa inevitablemente con lo artístico. "Me he tenido que resignar porque sé lo que hago".
El burlado decano Vegas y el rector Botella Llusià, al que los alumnos recuerdan como "muy duro", tuvieron que comparecer ante el juez especial para asuntos universitarios. La prensa franquista dedicó días a rememorar los aspectos más escandalosos del recital. Una crónica de Europa Press recordaba los "cerca de 100 detenidos"; el diario Arriba, los disturbios, la bandera roja; y todos, una anécdota con la princesa Sofía, que quedó atrapada por los manifestantes dentro de su Mercedes negro en la carretera de La Coruña. Años después, la ya reina confirmó la historia durante un acto en la universidad. "Yo sentí mucha curiosidad, fue el chófer quien se puso blanco", dicen que dijo.
Los días posteriores al recital, la euforia imperaba en el campus. "Aunque en el mundo externo nadie lo notó", reconoce Berzosa. El movimiento estudiantil había alcanzado su cénit. Después del verano, los estudiantes se encontraron con un Decreto-Ley sobre Bandidaje y Terrorismo, aprobado tras el primer atentado de ETA, que limitaba aún más las reivindicaciones. Con la nueva legislación, los líderes de las asambleas podían ser sometidos a consejos de guerra.
Esos recuerdos de la represión destierran la tentación de la nostalgia. Ángel Linares registró el recital con su cámara de 16 milímetros. Una grabación mala, sin voz, en la que se distingue sólo lo fundamental: la rabia de Raimon, las bocas abiertas del público, la energía que el músico plasmó en su canción 18 maig a la Villa. Ahora, en el ciclo de cine estudiantil, Linares presentará su película La vida en rojo, inspirada en la novela El vano ayer, de Isaac Rosa. El libro y su adaptación funcionan como un corte de mangas a la nostalgia. Rosa describe una universidad plagada de chivatos y conformismo. El actual rector recuerda lo difícil que resultaba vivir con miedo. "Hay quien lo relata como una aventura: el punto folclórico de los grises... Pero es que había torturas".
La represión tenía la mano larga. "Los más brillantes de nuestra promoción fueron en muchos casos expulsados. No llegaron a terminar sus estudios y han acabado perdidos por ahí", reflexiona Berzosa.
El tiempo se ocupó de enmudecer a otros de los protagonistas de la historia. Murieron los organizadores del concierto: Arturo Mora y Marta Vizcarrondo, responsables de la Delegación de Actividades Culturales de la Universidad, que fueron a Barcelona para convencer a un escéptico Raimon de que no le prohibirían tocar. También desapareció casi por completo el movimiento de los cantautores. Con el fin de la dictadura, el público pudo al fin corear sus letras a pleno pulmón, pero sólo terminaron sobreviviendo los que se encaramaron a las listas de éxitos.
El 22 de mayo, en el auditorio de la Facultad de Medicina quedará de relieve cuánto ha cambiado todo: el hall de Políticas (ahora Geografía e Historia) se ha reformado y no queda espacio para conciertos; por otra parte, la banda de Raimon es demasiado grande como para caber en el rellano de una escalera. Pero la principal razón de que el recital no repita ubicación es que el público de entonces difícilmente podrían sentarse hoy en el suelo; necesita butacas. Una nueva oportunidad para la nostalgia que Raimon barre de un plumazo: "Tengo muy claro que cualquier tiempo pasado para mí fue peor".
Babelia
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