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Análisis:
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Gana el PSOE, pero la distancia se acorta

Una vez celebrados los comicios electorales, han comenzado a establecerse teorías de diversos matices en las que cada cual tratará de explicar por qué han votado así los andaluces y cuáles pueden ser sus motivaciones. No dejarán de ser juicios de valor, difícilmente demostrables empíricamente, pero que en determinados casos servirán para levantar sospechas y tratar de deslegitimar el voto cuando los resultados no les son afines a sus preferencias, y en otros, para mejor conocimiento de la cultura política de los andaluces.

Comprobaremos durante algunos días cómo se hacen esfuerzos por distinguir el voto urbano del voto rural, el voto culto del voto inculto, el voto de los instruidos del voto de los analfabetos, el voto de los subsidiados del voto de los empresarios. Algo que quizá fue útil para algunos durante un tiempo, pero que cada vez más suena como una descalificación al elector y no como un indicador válido para el análisis del comportamiento electoral de los andaluces. El comportamiento electoral se ha de definir en base a indicadores como participación, votos a candidatura, evolución del voto, voto dual, voto volátil, voto ideológico, voto a partido frente a voto al líder, etcétera.

El voto dual es la manifestación de un votante que reflexiona
El comportamiento electoral de los andaluces refleja una gran madurez

En concreto, y tras las elecciones del 9 de marzo, hay algunas cuestiones importantes a destacar como son: la participación y su incidencia en el reparto de escaños, la evolución de los votos a cada candidatura y la competitividad entre la primera y segunda fuerza política, la incidencia de las crisis internas de los partidos en los resultados, los efectos de la llamada al voto útil en la izquierda, el predominio del apoyo a los candidatos autonómicos o nacionales, en detrimento de los partidos políticos que les respaldan. Y el papel del liderazgo político en un marco condicionado por un sistema electoral que establece las listas cerradas y bloqueadas.

La evolución en el comportamiento electoral de los andaluces desde 1982 a 2008 es la que se puede observar en el gráfico, donde un partido político recibe un apoyo mayoritario durante 16 años, ejerciendo el gobierno con reiteradas mayorías absolutas, y tres partidos que ejercen la oposición, donde uno presenta un crecimiento lento, pero constante, y las otras se mantienen en mínimos e incluso llegan a desaparecer. La evolución de la participación demuestra, además, una diferencia con el resto de comunidades que no celebran sus elecciones autonómicas junto a las elecciones generales, y por tanto tienen unos índices de participación mucho más bajos que en Andalucía.

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En relación a la participación, la media andaluza, como puede verse en el gráfico, ha estado en la línea de convocatorias anteriores, incluso por debajo de las elecciones de 1996, cuando no pudo agotarse la legislatura iniciada en 1994 y el electorado se movilizó para impedir la situación provocada dos años antes. En 2008 el dato a destacar es que en el 42,5% de los municipios se ha sobrepasado el 80% de participación, favoreciendo en esos casos a la fuerza más votada de cada municipio o distrito. No se ha producido esa relación causa efecto entre aumento de la participación y apoyo al PSOE. En los municipios donde tiene mayor representación el PSOE, la participación ha incrementado el número de votos obtenidos por esta fuerza política, de la misma manera que en distritos de mayorías del PP el aumento de la participación también le ha favorecido. Baste como ejemplo los distritos de Sevilla Los Remedios o Nervión, donde con participaciones del 82,26% y 80%, el PP ha obtenido el 75,82% y el 60,77% de votos, respectivamente.

Por el contrario, el aumento de la participación en numerosos municipios ha propiciado que al aumentar el número de votos de los partidos que compiten por el gobierno, como son PP y PSOE, se alejan las posibilidades de que los partidos pequeños tengan suficientes votos para conseguir un escaño. Situación que favorece el bipartidismo mucho más que el efecto llamada al voto útil.

Cuando aumenta la participación, los cocientes de los partidos mayoritarios, a los que va ese aumento, crece y restan la posibilidad de conseguir escaños a los partidos que obtienen menos votos. Partidos pequeños, con los mismos votos que en convocatorias anteriores, no habrían logrado llegar al mínimo de los cocientes de los partidos más grandes en estas elecciones. Algo que por el contrario y como hemos visto en las elecciones generales, no ha afectado tanto a formaciones como CiU, que con el 3,05% de los votos obtiene 10 escaños debido a que concentra sus votos en Cataluña, y no los tiene dispersos en toda España, como le ocurre a IU, que con el 3,8%, sólo obtiene dos escaños, uno en Madrid y el otro en Barcelona.

En cuanto a la evolución en el voto a candidaturas, se reitera el apoyo del electorado andaluz al PSOE y aumenta al PP, haciendo que la competitividad entre ambos crezca. Es decir, que la distancia entre el primer partido y el segundo disminuya y se ofrezca la posibilidad de la alternancia es una característica que hasta ahora no se había producido, siendo esto lo común en cualquier democracia consolidada.

Lo más sorprendente en la evolución del voto ha sido la desaparición de los andalucistas en la Cámara autonómica.

La Coalición Andalucista (CA), por primera vez, queda sin representación parlamentaria. Entre las múltiple causas posibles de este hecho podemos mencionar algunas como: la estrategia electoral seguida de los últimas convocatorias, su posicionamiento frente al Estatuto de Andalucía, el cambio profundo acaecido en su estructura interna, desplazando a líderes tradicionales que tenían un fuerte respaldo electoral, y sustituyéndolos todos por caras desconocidas en Andalucía, etcétera.

Quizá, y como es sabido, en Andalucía el espacio político electoral que podría haber ocupado una fuerza nacionalista o regionalista fue ocupado, desde el proceso autonómico, por el PSOE, en el momento en que el ex presidente Escudero personalizó fuertemente la autonomía en su lucha por la misma posicionando al PSOE en un lugar privilegiado. Algo que, por otra parte, aminoró el que durante mucho tiempo fuertes liderazgos como los ejercidos por Rojas Marcos o Pacheco mantuvieran a un electorado que se ha desentendido de sus proyectos al ser sustituidos en su totalidad por caras nuevas, que además han tenido que soportar el empate técnico que los sondeos avanzaban de los partidos mayoritarios y la consecuente llamada al voto útil. Por tanto, sin espacio político claro, porque otros partidos lo ocupan añadiendo la A de Andalucía, y sin un líder con suficiente fuerza como para captar los votos necesarios, ha aumentado la ya de por sí difícil situación que los partidos minoritarios tienen con el actual reparto de escaños.

Finalmente, IU ha manifestado un doble comportamiento al diferenciar el voto en las autonómicas y en las generales, como veremos a continuación.

En los resultados obtenidos por las tres fuerzas políticas, presentes en el Parlamento de Andalucía se ha comprobado que han obtenido diferentes resultados en las dos convocatorias: Congreso y Autonómicas. Se constata una diferencia de votos en el PSOE de 164.576 votos que representa el 3,6% del total de votantes (4.486.009). En el PP la diferencia ha sido de 11.049 votos, y en IU de 86.750, costándole esta diferencia en la circunscripción de Sevilla un escaño en el Congreso de los Diputados.

No se pude considerar que sea una muestra significativa, pero comprobamos que hay una manifestación clara de que estos votantes, el 5,8%, distinguieron a la hora de elegir a sus representantes en función del ámbito, y que en una circunscripción el costo ha sido importante para IU, porque si trasladásemos sus votos obtenidos en Andalucía al ámbito nacional podríamos comprobar que en Sevilla habría obtenido un escaño en el Congreso de los Diputados, ya que el valor del último escaño estaba en 77.904 votos y IU obtuvo en el Parlamento andaluz 78.610 votos. De haberse mantenido ese número de votos en las generales, este último escaño que fue para el PSOE hubiese sido para IU. Por ello, no ha sido la abstención del votante de IU la que ha penalizado a Llamazares no votándole, sino que han estimado el voto útil a Zapatero más importante para que el gobierno de España fuese de izquierdas.

Se puede atribuir a IU el trasvase de 86.750 votos a Zapatero, pero ¿quién ha aportado los 78.822 votos que obtuvo Zapatero a diferencia de Chaves? Podrían ser descontentos con Chaves que sólo votaron a Zapatero. Podrían ser de CA que no votando a Chaves apostaron por Zapatero, lo que no parece demasiado lógico al comprobar el trasvase de este partido hacia el PP. Por ello, y aunque descabellada en principio, la última opción tuvo que ser que votantes del PP que en Andalucía votaron a Arenas, en las generales apostaron por Zapatero. Sobre todo, porque comprobamos que la diferencia de votos en el caso del PP ha sido a favor de Arenas y en perjuicio de Rajoy en cinco provincias: Córdoba, Huelva, Granada, Málaga y Sevilla. Destacando la diferencia en Granada donde Rajoy obtiene 4.011 votos menos que Arenas. Circunstancia que no sucedió en Almería, donde el penalizado fue el cabeza de lista a favor de Rajoy que obtuvo 2.589 votos más.

Así pues, el comportamiento electoral de los andaluces nos refleja una madurez importante en la que los partidos políticos van a tener que tomarse en serio el cumplimiento de sus programas y van a tener que entender la política como un servicio al ciudadano y no como un medio para alcanzar el poder. Sobre todo porque la formación e información es cada vez mayor y los ciudadanos son cada vez más críticos con la forma en que se administran los recursos públicos.

El voto dual es la manifestación de un votante que reflexiona las razones por las que vota, y aunque aún los porcentajes son bajos, crecerá, como ocurre en las democracias más consolidadas, dándose la paradoja de que en un ámbito se vote a la derecha y en otro a la izquierda, como ya viene ocurriendo en las elecciones municipales, cuando se vota al candidato antes que al partido. Aviso a navegantes para quienes crean que los votos están asegurados y una vez ganadas las elecciones sólo hay que esperar a la próxima campaña.

Susana Corzo Fernández es profesora de Ciencia Política y de la Administración Universidad de Granada.

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