_
_
_
_
_
Entrevista:MANUEL GONZÁLEZ FUSTEGUERAS | Urbanista

"Hay resistencia a la ordenación urbanística, se ve como una traba"

A Manuel González Fustegueras (50 años) parece que le va la marcha. El redactor del Plan General de Ordenación Urbana (PGOU) de Sevilla tiene encomendados planes tan conflictivos como los de Marbella, Chiclana, Barbate y Ronda, o el territorial (POT) de la aglomeración urbana de Málaga. "Yo me dedico a la planificación y uno no puede eludir ningún tipo de toro, hay que lidiar también los morlacos", dice con naturalidad. Territorio y Ciudad, el estudio que dirige este arquitecto sevillano afincado en Jerez, cuenta con 32 trabajadores y varios equipos de colaboradores que actualmente trabajan en 18 planes. González Fustegueras, que pese a haber sido cuatro años diputado autonómico con el PA (1990-94) y ocho concejal de Jerez nunca se ha considerado un político, niega ser el urbanista favorito de la Junta y asegura que hay muy pocos equipos dedicados específicamente a la ordenación. "Trabajamos con todo tipo de ayuntamientos y normalmente los planes se ganan por concurso", afirma.

"Los cambios normativos han provocado algo de desconcierto"
"No soy partidario de fijar límites al crecimiento en una norma única"
"La solución más justa y razonable para Marbella son las compensaciones"

Pregunta. ¿Qué diagnóstico hace de la planificación urbanística en Andalucía?

Respuesta. Las ciudades son todas distintas, cada una tiene sus peculiaridades y sólo es modelo de sí misma. Ahora bien, sí puede advertirse que hay una falta de confianza en el urbanismo. Hay una cierta resistencia porque se ve la ordenación urbanística como una traba para hacer cosas. No se valoran suficientemente las capacidades que tiene hacer una buena ordenación incluso para la economía. Hay cierto descreímiento en general en la clase política hacia la planificación.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

P. ¿Comparte con algunos de sus colegas que hay un galimatías normativo?

R. Ha habido lo que podíamos llamar una década efervescente, y además con normas que tenían muy poco plazo en vigor. La LOUA, por ejemplo, se ha reformado antes de ver cuál era su verdadera razón de ser porque no hubo adaptaciones de los planes; o la Ley de Medidas de Vivienda Protegida y Suelo y el POTA. Eso ha provocado cierto desconcierto, porque se han empezado planes con una normativa que se ha cambiado en medio del procedimiento, no ha habido transitoriedad. Pero también hay que decir que en general la normativa ha avanzado en determinados principios, con independencia de que haya habido errores.

P. ¿Cuáles son esos avances?

R. Hay una apuesta importante por la ciudad compacta, empieza a ser necesario que los planes contemplen los temas de movilidad que tradicionalmente han estado ajenos a la planificación urbanística, la protección ambiental, las necesidades de suelo para vivienda protegida, la mixtura de usos. Son avances importantes que entroncan con las políticas territoriales europeas.

P. ¿Le parece adecuado fijar límite numérico al crecimiento?

R. No me parece una buena medida. Las ciudades crecen o decrecen y los planes tienen que hacer las proyecciones en cada caso. Los límites provocan problemas en municipios que están a media entre turísticos y residenciales o en otros que no han crecido hasta ahora pero que las nuevas condiciones de contorno los pueden hacer crecer con porcentajes mayores. Sobre todo no soy partidario de poner límites en una ley o en una norma, sí me parecería razonable que los planes subregionales de ordenación pudieran establecer normas de crecimiento que no tendrían por qué ser igual siquiera para todos los municipios.

P. ¿Por qué los planes territoriales (POT) levantan tantos recelos de todo color político?

R. Son instrumentos nuevos y los ayuntamientos los ven como una invasión de sus competencias. Hay ayuntamientos que los han entendido como una represión a su posibilidad de decidir, y sin embargo las compensaciones que podían tener, como las inversiones en dotaciones, tardan en llegar. Pero tengo la sensación de que ya son demandados incluso por los sectores económicos y la sociedad en general. En Málaga se ha planificado el territorio por los planes municipales y por las políticas sectoriales, pero eso no puede seguir así porque entonces construimos un territorio que no va a responder a las demandas de los ciudadanos. Desde las políticas sectoriales tampoco se está de acuerdo con la ordenación territorial porque también las disciplina.

P. Las ilegalidades han sido tónica común en ciudades en las que trabaja, como Marbella, Chiclana o Barbate.

R. No podemos comparar Marbella con el resto de los sitios. En el resto se ha construido de forma ilegal sin licencia, se ha ocupado el territorio, ha podido haber dejación incluso en el convencimiento de que era bueno económicamente. En Marbella los gobiernos GIL fueron parte activa de la ilegalidad con las licencias y con repercusiones para el Ayuntamiento. Cada ciudad es distinta, yo siempre digo que Chiclana es producto de la crisis de Astilleros, era un territorio microparcelado y se vendieron muchas parcelas con los dineros de las jubilaciones anticipadas. En Carmona era la ilusión de las viviendas jardín... Se han producido fenómenos indeseables que ahora hay que abordar y es lo que están haciendo los planes, y sobre todo intentar que no se vuelvan a repetir. Y para eso son necesarias dos cosas, planificación adecuada acorde a las necesidades de la gente y disciplina, cuando esos fenómenos se convierten en masivos son muy difíciles de frenar, hay que atajarlos desde el principio.

P. En el caso de Marbella, ¿no hay otra salida que la normalización con el sistema de compensaciones que ha propuesto?

R. Es lo más razonable. Es un fenómeno que afecta a mucha gente, 18.000 viviendas. Lo que no puede es pagarlo la ciudad, a la que hay que reequipar porque esas construcciones han producido una pérdida de equipamientos. Nos parece que es la solución más justa porque va a servir para poner en situación regular a muchas construcciones ilegales sobre las que pesa la espada de Damocles de una demolición, las últimas sentencias judiciales dicen que se paralizan mientras la regularización prevista en el PGOU alcanza la aprobación definitiva, si no pueden ser demolidas. Un plan no puede legalizar por legalizar, tiene que dibujar una ciudad coherente y si en ese modelo encajan las construcciones, se pueden legalizar, y si no encajan, no.

P. ¿El turismo ha sido pernicioso para la ordenación?

R. No siempre ha sido así. El turismo hay que saber aprovecharlo, cuando se ha desmadrado se ha producido el desorden y no se ha sabido acotar. El turismo va a seguir siendo motor importante, pero los paradigmas del turismo han cambiado, lo que la demanda turística valora ahora es otra cosa de lo que valoraba hace 25 años y si no lo entendemos nos quedaremos atrás y habrá otros territorios que compitan mejor.

P. ¿La recesión en la construcción va a venir bien para la planificación urbanística?

R. Siempre ha ocurrido así, con la recesión económica se atemperan las cosas, las presiones son menores y se trabaja más relajado. Los tiempos en la producción de ciudad también son importantes y producir mucho en poco tiempo no es bueno.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_