Ricardo y Pavone tumban al Getafe

El Betis tenía que ganar ayer. No sólo porque así lo desearan los béticos y lo necesitara el equipo que, tras el derby con el Sevilla, ya no se calentaba ni aunque le pusieran Resistiré, El baúl de los recuerdos o el Porompompero. El Betis tenía que ganar porque así estaba previsto por el destino, por los hados, por los dioses. Desde luego, ni la Física ni la Estadística pueden explicar la victoria bética ni, mucho menos, la derrota del Getafe.

El equipo de Laudrup demostró ayer lo correcto y lo elegante que construye su fútbol y lo melindre que es a la hora de destruir el del contrario. A los tres minutos, Abbondanzieri se empeñó en hacer una falta al borde el área a Pavone, cuyo saque cabeceó a gol el propio argentino ante el marcaje con los ojos de Cortés. Media hora después, cuando el Getafe ya había sufrido el primero de la media docena de paradones de Ricardo y estrellado un saque de falta en el palo, el propio Cortés dejó primero que Pavone centrara a la olla y Licht permitió después que Edu le adelantara y rematara a gol. La elegancia no se debe de confundir con la distensión. El fútbol no es un deporte de agresión, pero sí de contacto físico, por lo que es una faceta que debe de incluirse en el manual del juego de un equipo, sobre todo el de oposición al ataque del contrario.

Cuando el Betis marcó el tercer gol, ya en la segunda parte, Ricardo ya había sacado cuatro goles cantados y Damià había desviado otra pelota que se colaba. Con el portero portugués y el oficio de Pavone, los béticos se colocaban 3 a 0. Poco más ofrecieron los verdiblancos. Esos dos y Edu. Ni los jugadores ni el sistema cogen vuelo. Pero cuando le ponen un pastel delante, se lo come.

El buen hacer de De la Red, Granero, Albín o Manu tan sólo se rentabilizó con un penalti que se inventó el árbitro y un disparo de Manu que desvió Melli. Que si no, lo para Ricardo.