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Necrológica:
Perfil
Texto con interpretación sobre una persona, que incluye declaraciones

Oscar Peterson, maestro del jazz y mago pianístico del 'swing'

El músico canadiense grabó con las más destacadas figuras

Iker Seisdedos

Con Oscar Peterson, fallecido el domingo en su casa de Ontario (Canadá) a los 82 años a causa de un fallo renal, desaparece la contagiosa alegría del swing, el piano como instrumento exuberante de emoción y el jazz comercial entendido como una de las más elevadas artes.

Intérprete dotado y generoso y optimista incorregible, Peterson era uno de los últimos representantes de la era gloriosa del mainstream jazz, aquella inolvidable generación que en los cincuenta y sesenta introdujo de estraperlo el mejor jazz bajo la apariencia de una música para todos.

Nada venía siendo lo mismo desde 1993, cuando el pianista canadiense sufrió un ataque al corazón que le mantuvo dos años fuera de la escena. En términos de un estajanovista del swing como él (existen decenas de grabaciones a su nombre o al servicio de otros) equivale a decir media docena de álbumes. A su vuelta, prácticamente tuvo que aprender de nuevo a tocar, con maneras ralentizadas (eran legendarias su rapidez, su claridad expositiva y su fuerza) pero con el entusiasmo intacto.

Hijo de un ferroviario, nació en Montreal en 1925. Como en el manual de uso del perfecto canadiense de talento musical, Peterson tuvo que emigrar y se plantó con su enorme figura a finales de los cuarenta en la escena neoyorquina, entonces un incandescente volcán creativo que caminaba a lomos de los endiablados solos de los genios del bebop, un estilo que vino a cambiar el paradigma jazzístico para siempre.

Emparentado estilísticamente con Art Tatum, Nat King Cole o Bud Powell, Peterson se pondría pronto a las órdenes del productor Norman Granz, que lo convirtió en emblema de sus muy rentables sellos (Clef y Norgran, que dejaron paso en 1956 a Verve). Los discos firmados por el trío que formó con Ray Brown, bajista, y Ed Thigpen, batería, bastarían para hacerlo ingresar en la historia del swing.

Cuando la "América del cóctel" despertó de la resaca y el jazz se vio desplazado por el pop en los corazones de los adolescentes, Peterson se llevó su maestría con las 88 teclas al sello alemán MPS (en español, El Sonido más Perfecto), una discográfica que, desde Villingen, un pequeño pueblo de la Selva Negra alemana, fue capaz de marcar época con sus producciones. En los setenta, el jazz cogió discutibles derivas hacia la fusión y la contaminación con otros estilos, y el pianista entró a formar parte de los viejos resistentes (Ella Fitzgerald o Dizzy Gillespie son sólo dos ejemplos) que, desde el sello Pablo, también propiedad de Norman Granz, crearon una música que ellos mismos habían forjado y no veían por qué tenían que dejar de hacer: un jazz amable, con el infalible sabor de las cosas reconocibles.

El ataque al corazón, en 1993, le dejó tocada la mano izquierda, con la que sabía llevar el ritmo como nadie, verdadero puntal de su estilo percusivo. Con todo, volvió a los escenarios y a los estudios (en los últimos años estuvo unido al sello Telarc) y, cumplidos los 80 -en 2005 y rodeado de deudores declarados como la pianista Diana Krall-, practicó el swing con el entusiasmo contagioso de sus tríos de los mejores tiempos hasta su muerte, ocurrida el pasado domingo.

Oscar Peterson, en el Festival de Montreux de 2005.
Oscar Peterson, en el Festival de Montreux de 2005.R. CARRIZO COUTO

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Sobre la firma

Iker Seisdedos
Es corresponsal de EL PAÍS en Washington. Licenciado en Derecho Económico por la Universidad de Deusto y máster de Periodismo UAM / EL PAÍS, trabaja en el diario desde 2004, casi siempre vinculado al área cultural. Tras su paso por las secciones El Viajero, Tentaciones y El País Semanal, ha sido redactor jefe de Domingo, Ideas, Cultura y Babelia.

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