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Reportaje:

Adiós con resentimiento

Joseba Beloki deja el ciclismo tras 18 meses en el paro por la Operación Puerto

Carlos Arribas

Cuando en una escena de comedia de enredo asoman ante los ojos del recién llegado unos pies por debajo de las cortinas de una habitación de hotel -la cama deshecha, el baño ocupado-, no hay quien no sobreentienda un asunto de cuernos, reales o imaginarios. O, si la película es de suspense, la sombra de un asesino. Pero, si la misma escena sucede en la habitación de un ciclista mediada la Vuelta a España, por ejemplo, lo más normal, y así se asume sin sobresaltos, es que los pies de la persona que trata de ocultarse en vano pertenezcan a un camello con una bolsa de sangre fresca.

Por eso, la perplejidad de quienes han visto su carrera deportiva destruida por la Operación Puerto, por la intervención de la Guardia Civil que desarmó la organización de dopaje de Eufemiano Fuentes. En un ambiente en el que la trampa era la norma y la mentira, la única forma de sinceridad, las pocas decenas de ciclistas identificados en los papeles y las etiquetas de bolsas de sangre no entienden que sean ellos los únicos que deben pagar por una conducta que formaba parte de las raíces del sistema.

Los ciclistas nacidos en los años setenta se convirtieron de repente en los apestados. Una generación marcada. Por eso, la depresiva reflexión de Iban Mayo, castigado por un embrollo de laboratorios sin fin: "Quieren echarnos del pelotón a toda una generación".

Es el sálvese quien pueda.

Por eso, la amargura de Joseba Beloki en su despedida.

El viernes, en un hotel de Vitoria, año y medio después de su última jornada con dorsal, el guipuzcoano anunció su retirada definitiva del ciclismo leyendo un comunicado en el que denuncia "la traición" por parte de su mundo, "el mundo del ciclismo". "Nos están haciendo el vacío, una muerte lenta; apartándonos, aplicándonos códigos inmorales, y prescindiendo de la tan famosa presunción de inocencia, inexistente en el mundo del ciclismo o, al menos, para algunos", leyó, emocionado, Beloki, de 34 años.

Quizá, el resentimiento no sea sino un reflejo del miedo. Beloki supo que su carrera deportiva había terminado el día de mayo de 2006 en que a su director, Manolo Saiz, lo detuvo la Guardia Civil, el día en que los papeles de Saiz y Eufemiano detallando su planificación dopante salieron a la luz. El futuro no le asusta. El temor es el de que su memoria, sus hazañas -sus tres podios en el Tour, dos terceros puestos, en 2000 y 2001, un segundo, en 2002-, su tragedia -su caída en el descenso del mínimo col de La Rochette el año en que iba a plantar cara a Lance Armstrong-, se contemplen ahora, se interpreten a posteriori, a la luz de la sospecha. El temor a que le roben su pasado, su vida, un sino que persigue a sus rivales, a quienes el Tour ha empezado a borrar de sus libros.

Aquel día del Tour de 2003, Beloki perseguía a Vinokúrov, quien cuatro años después también cayó en la ignominia. A su rueda, con los metros suficientes para maniobrar y evitar milagrosamente la caída, iba camino del quinto de sus siete Tours Armstrong, retirado antes de los años de reescritura de la historia.

Joseba Beloki, durante la conferencia de prensa en la que anunció su retirada.
Joseba Beloki, durante la conferencia de prensa en la que anunció su retirada.efe

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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