Cómplices
Mal que nos pese, la violencia es espectáculo. No es difícil imaginar las peleas de nuestros antepasados prehumanos rodeados de sus congéneres en vilo ante la sangre y el daño que se puede hacer uno al otro. Antes y después de ello ha seguido sucediendo lo mismo. Desde las ejecuciones públicas en la plaza hasta las trifulcas infantiles. Siempre hay miradas atónitas, corazones acelerados, adrenalina con sabor a hierro en la boca. Gente que jalea a uno u otro. Con frecuencia se contagian las rivalidades y se arman las peleas campales. ¿Son seres insensibles? Debemos admitir que hay una sensibilidad que se deleita en el asco, el odio, el desprecio y la agresividad. Fue por eso que a lo largo de la historia de las civilizaciones se impuso la ley y se instituyeron los códigos morales. Pero, civilizados y todo, esa fascinación persiste.
Ayer en Sé lo que hicisteis... (La Sexta) hicieron un repaso a varios programas en la televisión internacional -el más brutal, el de la peruana Laura Bozzo- donde se denigra a las personas, se las insulta y se incita descaradamente a la violencia ante los aplausos de los presentes y los picos de audiencia. Oro y excremento de la telebasura. A su lado, El diario de Patricia (Antena 3) parecía un programa para párvulos (en horario infantil, recordemos).
Las escaladas de violencia siempre se paran de la misma manera: ante el cadáver de la víctima más inocente. Cuando ese mismo público parece despertar y se pregunta: ¿qué hemos hecho? ¿Hasta dónde hemos llegado? Cuando se descubren cómplices callados de la infamia. La vicepresidenta de Gobierno se reunió con los operadores privados de televisión y pactaron diseñar unas fórmulas para el tratamiento informativo del maltrato machista. La noche del miércoles, en 59 segundos (TVE-1), los a menudo exaltados contertulios estuvieron casi de acuerdo en torno a este tema. El espectáculo no debe continuar. No así.