_
_
_
_
_
LA CALLE | De noche
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Un trozo de Argentina

Una antigua vaquería transformada en un local que mezcla dos esencias: la de la Argentina de ahora, y la de antes. Es el Tinta Roja, uno de los pocos locales de Barcelona que todavía invita a mantener una conversación relajada y a guardar largos silencios que, por una vez, no resultan incómodos. Claro que esa intimidad también se la debe a su ubicación geográfica. Poble Sec está alejado del circuito de bares de Ciutat Vella a los que acuden en masa miles de jóvenes algo alienados todos los fines de semana.

El Tinta Roja es una exaltación para la vista. Cuadros, carteles, cuerdas que cruzan de una pared a otra, guirnaldas... Cientos de objetos antiguos y modernos se amontonan en las paredes y en los estantes envueltos en una luz roja que lo invade todo, dando lugar a una atmósfera mágica.

El local le debe el nombre al popular tango que Cátulo Castillo y Sebastián Piana compusieron en 1941. "Ese tango evoca el típico barrio de Buenos Aires. Cuando llegué aquí vi que Poble Sec tenía mucha semejanza con esos barrios. Por eso decidí llamar al bar Tinta Roja", dice Hugo Zubillaga, argentino hijo de padre vasco y madre catalana y que siempre había deseado regentar un bar en España.

El Tinta Roja es un conjunto de pequeños rincones, cada uno con su ambiente, que preceden a la gran sala en la que dos días a la semana se programan conciertos, actuaciones de cabaret y teatro. "El lugar me evoca a rincones de Buenos Aires y de San Telmo. La gente se queda trastornada cuando entra, pero para mí esto es lo más normal del mundo. En Argentina hay muchos cafés-teatro de este estilo", explica Hugo.

- Lo más: El ambiente íntimo y acogedor.

- Lo menos: El precio de las consumiciones. Una caña cuesta 3,30 euros.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

- Dirección: Creu dels Molers, 17. Barcelona.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_