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Crítica:Clásica
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Belleza austera

Nunca sabes dónde vas a encontrar la felicidad melómana. De entrada, un concierto dedicado casi de forma monográfica al mayor genio de la música finlandesa, Jean Sibelius (1865-1957), no es una propuesta fácil para ganar el favor del gran público, al menos por estos lares. Añadir, encima, el estreno de una pieza contemporánea de un autor casi desconocido en España -Radical Light, del estadounidense Steven Stucky (1949)- es ya cerrar las puertas a la más mínima concesión. Pues con estos mimbres, el director y compositor finlandés Esa-Pekka Salonen y la Orquesta Filarmónica de Los Ángeles, cuya titularidad abandonará la próxima temporada, cuajaron uno de los más memorables conciertos que se han escuchado en el Palau de la Música en los últimos años.

Orquesta Filarmónica de Los Ángeles

Obras de Sibelius y Steven Stucky. Director: Esa-Pekka Salonen. Temporada Palau 100. Palau de la Música, Barcelona, 12 de noviembre.

Las claves del éxito hay que buscarlas en la afinidad de Salonen con la música de su ilustre compatriota, y en la absoluta compenetración con una plantilla orquestal que ha crecido artísticamente bajo su batuta hasta situarse por su gran calidad entre las mejores orquestas de EE UU. Llegaron al Palau con los deberes bien hechos, ya que, con motivo del 50º aniversario del nacimiento de Sibelius, han interpretado sus siete sinfonías en Londres y París. En su cita en el ciclo Palau 100, tocaron para empezar su obra más austera, la Sinfonía núm. 4 en la menor, op. 53, estrenada en 1911, de una belleza austera y enigmática, porque, lejos de cualquier concesión, Sibelius reivindica una severidad estilística que no pone las cosas fáciles a los que buscan espectáculo en la música.

Admirable Salonen

Salonen dirigió la Cuarta de forma admirable, con concentración y rigor absoluto, clarificando las sombrías texturas y animando las tensiones internas que animan el innovador discurso sinfónico. Abrieron la segunda parte con el estreno español de Radical Light, brillante ejercicio orquestal de gran refinamiento tímbrico y sutiles efectos, muy bien escrito: la obra gustó. Y como pieza final, la Sinfonía núm. 7 en do mayor, op. 105, estrenada en 1924, que representa de alguna manera el testamento sinfónico de Sibelius. Salonen bordó la partitura, articulada en un solo movimiento que sorprende sin cesar por la fantasía, la emoción, los contrastes y el lirismo interior de una música de singular belleza y virtuosismo. Para rematar la fiesta, tocaron Finlandia y el Vals triste, es decir, el Sibelius más conocido, que es el que, naturalmente, levantó al público de sus asientos.

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