_
_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Llega De la Vega

Tras el estruendo mediático que provocó Joan Ignasi Pla por el impago de unas obras efectuadas en su casa, a cargo de una empresa constructora con intereses urbanísticos en el municipio de Dénia, que gobiernan los socialistas, el resto de la semana ha sido de ajetreo y soluciones sorprendentes. Cómo saltó esa noticia de madrugada aún no se sabe muy bien, pero sí se presume que probablemente hubo chivatazo de por medio, y este cronista tiene sospechas más que fundadas para considerar esa presunción. En cualquier caso, el resultado frustrante de un PSPV liderado por Pla en las pasadas elecciones autonómicas era una bomba con la hora fijada. Su estallido ha ocasionado reacciones muy curiosas. Los populares, desde el principio del turbio asunto, aplaudieron la presunta negativa de Pla a presentar su dimisión. Sabían, como inevitablemente sucede ahora, que la dimisión del dirigente socialista, sin acusaciones, sin cargos de ningún tipo, sin investigaciones en marcha, era una invitación a que la ciudadanía reflexionara sobre determinados comportamientos enquistados, resguardados y silenciados, por el PP, se pusieran de nuevo bajo los focos: si Pla dimite, ¿a qué esperan gentes que como Carlos Fabra y tantos otros que aun estando varias veces imputados por la justicia, continúan manteniendo sus cargos públicos, disfrutando de privilegios y manejando fondos de todos los valencianos? Sin embargo, si en un principio hubo titubeos, Joan Ignasi Pla, cumplió. No está claro si presentó o le presentaron la dimisión, pero cumplió, y le puso las vergüenzas al aire a quienes no las tienen: los hombres del PP que arrastran abultados sumarios por los pasillos de los juzgados, sin que los líderes de su formación política se pronuncien de una vez y con gallardía ante la opinión pública. Por su parte, los socialistas, saludaron la decisión de su secretario, con más o menos énfasis, en tanto otros partidos, como EU, valoraron su gesto. Glòria Marcos dijo que Pla había hecho lo adecuado al tiempo que contraponía su actitud con los personajes bajo sospecha del PP. A toda prisa se ha ido tapando la brecha que se abrió en el PSPV-PSOE, en la noche del martes al miércoles. En Ferraz y Blanquerías han sido diligentes. Saben lo que se juegan de cara a las generales de marzo. No en balde la Federación Socialistas del País Valenciano es la segunda de España, aunque no levante cabeza. Así que de inmediato ha entrado en funciones una gestora, presidida por Joan Lerma. Quizá no sea esta la fórmula más afortunada, pero apenas si disponen de otras alternativas, presumiblemente más polémicas y dilatadas, en un tiempo del que apenas disponen. Con todo esto ocupando espacios y primeras en los medios, La Marina Alta y pueblos de otras comarcas subían a la actualidad por el agua. Y por allí, examinando, indagando, lamentando el tremendo desastre, una valenciana, la vicepresidenta primera del Gobierno, María Teresa Fernández de la Vega, que será, tras la dimisión de Pla, cabeza de lista por Valencia, en las próximas generales. ¿El último cartucho?

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_