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Reportaje:Rivalidades inolvidables

Pulsos para la eternidad

Los duelos Nadal-Federer y Alonso-Hamilton remiten a los legendarios Magic-Bird, Prost-Senna y Ovett-Coe

Robert Álvarez

El deporte está repleto de equipos y jugadores que han emocionado a generaciones de aficionados esculpiendo gestas imperecederas. La mayoría van por libre, pero algunos han forjado la leyenda sobre su rivalidad. Sucede ahora en los santuarios del tenis, donde el público se arracima al reclamo del partido por antonomasia, el duelo permanente en que están enfrascados Roger Federer y Rafa Nadal. Y al que quizá estén abocados Fernando Alonso y Lewis Hamilton. No cansan. Todo lo contrario. La gente pide más. Entusiasman por su calidad, por su capacidad para superarse, por la altura que alcanzan sus pulsos. ¿Hasta dónde serán capaces de llegar? Imposible saberlo. Pero empiezan a remitir a pugnas que han dejado estela imborrable en la historia del deporte.

"Regresa Alain, sin ti ya no es lo mismo", pidió Senna a Prost tras años de batalla

- Blanco y negro. "Si yo tuviera un ídolo, sería Magic", confesaba Larry Bird. Se conocieron por casualidad una tarde de 1978 en Atlanta cuando eran dos universitarios. Magic, negro, tenía 19 años y Larry, blanco, 21. Larry era la estrella de Indiana State, un colegio sin relieve perdido en la inmensidad de Indiana. Earvin Johnson ya había sido rebautizado como Magic. Volvieron a coincidir un año después en Salt Lake City, en la final universitaria. Allí se enfrentaron por primera vez. Empezó la leyenda. Michigan contra Indiana. Magic contra Bird. 45 millones de estadounidenses siguieron la final a través de la NBC, un récord de audiencia. Ganó Magic. "Metieron al pájaro en la jaula", tituló Sports Illustrated en relación con la zona 1-3-1 que esposó a Bird.

Bird vestía como un camionero, le gustaba la caza, la pesca y la cerveza. Es un estereotipo del sur de Indiana, estado del medio oeste campeón de la cría de cerdos, productor emérito de maíz y grano de soja. Fue un adolescente muy introvertido, marcado por el suicidio de un padre alcoholizado. Jamás le gustaron los titulares, la fama, la turbulencia de las grandes ciudades. Magic era todo lo contrario, un colegial extravertido, siempre con la sonrisa en los labios. En Los Ángeles se convirtió en el rey de las discotecas, el tipo solicitado por todo Hollywood.

Durante mucho tiempo escenificaron el juego de la rivalidad malsana que alimentó la prensa. "Ni siquiera nos dábamos la mano", recuerda Magic. En 1984 cambió su relación. Sucedió a propósito del rodaje de dos anuncios para televisión. "Un día, mientras aguardábamos, Larry y yo entramos en conversación", cuenta Magic. "Comenzamos hablando de baloncesto. Pasamos a los sueldos. En 1979, cuando llegamos a la liga profesional, la NBA no atravesaba un periodo brillante". Pasados los efectos de la rivalidad legendaria entre Bill Russell y Wilt Chamberlain, los ingresos por televisión estaban en descenso, los pabellones casi nunca se llenaban y el promedio que ganaba un jugador era algo menos de 150.000 dólares. Sólo cinco años después, las audiencias se habían doblado y el salario medio de los jugadores superaba el medio millón de dólares. Tras la llegada de Bird, la afluencia media al Boston Garden aumentó, en una temporada, de 10.193 espectadores a 14.490, mientras que el aumento en el Forum de Inglewood fue de 2.000 espectadores de media por encuentro.

La tensión del duelo alcanzó su clímax en las finales de los play-offs en 1984, 1985 y 1987. Lakers contra Celtics, Magic contra Bird, Oeste contra Este, sutileza contra músculo, contraataque contra rebote, glamour contra tradición, cadenas de oro contra cuellos blancos, perfumes de marca contra aliento a cerveza. Lo relata el ex jugador de los Celtics Cedric Maxwell: "No nos gustaba lo que representaban: la burguesía de Hollywood, la costa Oeste, el showtime. Jugábamos los metalúrgicos contra las estrellas de cine de Hollywood". Bird y Magic se repartieron el pastel. Tres veces fue elegido cada uno MVP de la Liga: en 1984, 1985 y 1986 lo fue Bird y en 1987, 1989 y 1990, Magic. En cuanto a títulos colectivos, salió ganando Magic, cinco veces campeón con los Lakers (80, 82, 85, 87 y 88) mientras que los Celtics lo fueron tres (1981, 1984 y 1986). Bird era el mejor en el juego estático. Magic poseía visión del juego, reinventó el arte del contraataque y podía tirar y coger rebotes, era un Bob Cousy de 2,06 metros. Fueron dos especialistas de los triples dobles y, sobre todo, hicieron mejores a sus equipos.

- Otra dimensión en la F-1. En el deporte de la técnica y la sofisticación, el icono más venerado se rodeaba de un halo sobrenatural, cultivado por sus hazañas y por sus frases ocurrentes. Se llamaba Ayrton Senna. En su camino se cruzó con un piloto sensacional, Alain Prost. Dominaron durante una década hasta que Prost se retiró y Senna, un año después, en 1994, se mató en un accidente en el circuito de Imola. Su rivalidad fue encarnizada. Se recrudeció cuando compartieron la misma escudería, McLaren, durante 1988 y 1989. Prost ya había ganado dos títulos. El duelo fue antológico. Concluyó con el triunfo de Senna tras un Gran Premio de Japón histórico. Caló su McLaren en la salida y tuvo que efectuar una tremenda remontada. Llegó a la altura de Prost, lo rebasó y ganó el título. Las relaciones aparentemente eran buenas pero los acontecimientos se precipitaron. Senna intimidó a Prost enviándole contra el muro tras una fea maniobra a más de 300 por hora en el circuito de Estoril. "Éramos muy profesionales. Incluso cuando mantuvimos la gran disputa. Fue una situación divertida. Sólo nos hablábamos en las reuniones técnicas. Allí, parecía que nunca hubiéramos tenido problema alguno", confiesa Prost. El profesor, harto, fichó por Ferrari y en 1990 se produjo un incidente definitivo. El brasileño chocó adrede con Prost en la salida del Gran Premio de Japón y ganó el título. "Sufrí de veras por ello", confiesa Prost. "Todo el mundo miente en la vida, pero hacerlo por tu propio provecho... sufrí mucho. Casi lo dejé al final de 1990. Durante unos días me pregunté si valía la pena seguir. Recuerdo que uno de los ingenieros de Honda me dijo esa noche. 'Hemos observado la telemetría. Es increíble, Senna fue totalmente a fondo hasta el impacto'. Pensé: 'Cabrón'. ¿Por qué no salía la verdad a la luz? Vivir con eso fue muy difícil. Hay que entender que la motivación de Ayrton era vencerme. Yo era su obsesión. Tan pronto como me retiré, cambió totalmente". Hasta el punto de que Senna exhortó: "Regresa Alain, sin ti, ya no es lo mismo".

- La carrera del siglo. La rivalidad entre dos atletas del mismo país cambió la historia de este deporte. Sus pulsos fueron contados pero suficientes para concitar el interés que jamás antes y pocas veces después -tal vez con la excepción de los que libraron Ben Johnson y Carl Lewis- se haya producido. Steve Ovett y Sebastian Coe dominaron el medio fondo entre 1978 y 1984, batieron todos los récords habidos y por haber y, por encima de todo, libraron batallas inolvidables en los Juegos Olímpicos. La de los 1.500 metros en Moscú'80 ha pasado a la historia como la carrera de todos los siglos. Ovett se había impuesto días antes en los 800 metros, distancia en la que su rival partía como favorito. Coe no se hundió ante la perspectiva de volver a medirse a Ovett en una prueba en la que éste llevaba tres años invicto. Superó su desencanto y la tremenda presión a la que era sometido por su autoritario padre -"has hecho un coño de carrera", le recriminó-, y venció en una sensacional pugna con el alemán Jürgen Straub y Ovett. Alguien le preguntó por qué miró al cielo tras concluir la prueba. "Tal vez alguien, en alguna parte, me quiere después de todo", dijo haber pensado. Ovett, surgido de una familia en Brighton, poseía un inmenso talento natural. Coe creció en el londinense barrio de Chelsea y fue pulido en las pistas por su padre. "Coe era más serio; yo disfrutaba corriendo", dice Ovett. Volvieron a verse las caras en Los Ángeles cuatro años después. Coe llegó a la cita después de tres años de penurias físicas y cuando la prensa ya le daba por acabado. Por eso, cuando repitió el título en los 1.500, por delante de Cram y Abascal, se fue hacia la tribuna donde estaban los periodistas británicos y gritó "¿Quién decía que estaba acabado?".

Senna y Prost.
Senna y Prost.ASSOCIATED PRESS
Magic frente a Bird.
Magic frente a Bird.ASSOCIATED PRESS

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Sobre la firma

Robert Álvarez
Licenciado en Periodismo por la Autónoma de Barcelona, se incorporó a EL PAÍS en 1988. Anteriormente trabajó en La Hoja del Lunes, El Noticiero Universal y el diari Avui.

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