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Primera alerta terrorista para la ministra más novata

Jacqui Smith, de 44 años, no ha tenido ni siquiera tiempo de preguntarse si está a favor de la teoría de la inmersión como mejor método para aprender lo que se ignora: menos de 24 horas después de convertirse en la primera mujer al frente del Ministerio del Interior y con un bagaje de gestión ministerial menos que escaso, no ha tenido más remedio que tirarse a la piscina para afrontar una alerta terrorista de gran calado. Tiene la ventaja de que en este país las alertas terroristas son gestionadas, tanto operativa como mediáticamente, por los servicios de seguridad.

JJ, como se conoce a Jacqui Jill Smith, era el jueves por la mañana una perfecta desconocida para el público. Hija de unos maestros del centro de Inglaterra, entró en el Parlamento en 1997 aprovechando la oleada de mujeres, las Blair babes, que el Nuevo Laborismo llevó a los Comunes en su arrasador primer triunfo electoral.

Se metió en el partido a los 16 años, nada más escuchar en su escuela una conferencia de sir Michael Spicer, un antiguo presidente del Partido Conservador, pero su carrera empezó aún antes, cuando con sólo siete años obligó a su Ayuntamiento a derogar una norma que prohibía a los niños circular en bicicleta por el asfalto.

Blairista y centrista, se ganó el respeto de Gordon Brown por su trabajo al frente del grupo parlamentario laborista en el último año. Pero su experiencia de Gobierno es escasa: un puñado de cargos menores en Educación, Sanidad, Comercio e Industria, Mujer e Igualdad y Escuelas, donde destacó por la importancia que le dio a la disciplina.

Casada y madre de dos hijos varones, es diputada por Redditch (Worcestershire), al sur de Birmingham, donde en las últimas elecciones ganó por sólo 2.716 votos de diferencia. Eso la convierte en el miembro del Gabinete con más posibilidades de quedarse fuera del Parlamento si los laboristas caen en las próximas elecciones. Quizá por eso es una gran defensora de las políticas centristas impulsadas por Tony Blair y puede convertirse en una ministra dura al frente de uno de los ministerios electoralmente más sensibles, con competencias sobre terrorismo, inmigración y seguridad ciudadana.

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