Miguel Cancela
Otoño de 1997. Tarde de toros en Colmenar Viejo, a la memoria del fallecido matador de la localidad de Santiago García, El Tranquilo. El marco incomparable de la plaza de piedra de Cerro Longo, bajo el imponente Pico de San Pedro de La Pedriza del Manzanares.
La plaza está en la finca ganadera de las dos hermanas de Sanz Colmenarejo, una de ellas, Carmen, casada con el escultor y antiguo novillero Manuel Revelles. Los diestros, todos de la gran familia colme-nareña: Miguel Cancela, Pepe Colmenar, Carlos Cancela, Luis Cancela y Pedro Lázaro. Los novillos, de la tierra.
Madrid fue conocido como la tierra de los toros. Los toros de la tierra eran principalmente de Colmenar Viejo y del valle del Jarama. Aquella tarde Pepe Colmenar toreó con su puro estilo serrano. Pedro Lázaro, como una incipiente promesa pronto malograda. Luis Cancela, sobrio y de rara personalidad. Su primo Carlos Aragón Cancela toreó con el poso y reposo que dan los años. El viejo Miguel, el tío de los Cancela, dio una gran lección. El toreo puro en toda su belleza; toreó con el alma para él y por tanto en común unión con los espectadores. Antes de entrar a matar llamó a los sobrinos, Carlos y Luis, al tercio de la recoleta plaza para brindar "el último novillo que voy a matar en mi vida, a vosotros dos que tanto quiero".
Y cuando Pedro Lázaro fue a torear el último de la tarde, el viejo Miguel salió a hacer su parte. "¡Pero no decías que te habías retirado!", gritaron a dúo los sobrinos. "¡He dicho que era el último toro que iba a matar, no que iba a dejar de torear!". Ahí sigue Miguel Cancela de Colmenar Viejo. Torero.
