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El amigo leal del presidente

El caso en torno a Alberto Gonzales pone a prueba el concepto de lealtad que impera en el mundo de George W. Bush. Con otro presidente, ante una situación como ésta, es casi seguro que el fiscal general ya se habría ido. Pero no ha sido así. Durante los últimos seis años, Bush ha aguantado presiones de todo tipo para respaldar a los que le apoyan (y Gonzales, sin duda, le ha apoyado siempre).

Fredo, como le llama Bush, ha sido confidente del presidente durante años. Trabajaban juntos cuando éste fue gobernador. Pronto se hicieron amigos y Gonzales ha guardado más de un secreto a los Bush.

Pero no nació con amigos influyentes. El ahora fiscal general es hijo de un obrero alcohólico, tiene siete hermanos y se crió en una modesta casa de dos habitaciones en Humble, al norte de Houston. Su modesto origen no le impidió graduarse en la Escuela de Derecho de Harvard.

El reservado abogado siempre se ha llevado bien con el bromista Bush. "Siempre me ha parecido una relación entre el hermano mayor y el pequeño", según un ex funcionario de la Casa Blanca. Juntos, con sus esposas, pasan fines de semana en Camp David. No es de extrañar, dicen los analistas, que a Bush le resulte duro pensar en despedirle.

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