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CANCIÓN | Mariza

Fado en vena

Tenía cinco años y permanecía agazapada en la escalera tras una cortina. Sus padres habían abierto una pequeña tasca en el castizo barrio lisboeta de Morería tras regresar de Mozambique -Mariza nació allí- y a la niña le gustaba la alegría, y, sobre todo, cantar. Salía con sus grandes trenzas y un pequeño chal y cantaba fados que su padre elegía. A eso de las diez de la noche la mandaban a la cama, pero ella se escondía para no perderse la fiesta. Ayer su madre africana y su padre portugués estaban con Mariza en el Auditorio Nacional.

Demostró desde el primer minuto que es la principal voz del fado. Joven, insultantemente joven para haber alcanzado semejante plenitud y reconocimiento. Como los más grandes artistas sigue su propio camino sin dejarse distraer. Lo canta: "traigo un fado en mi canto / En mi alma viene guardado / Viene por dentro de mi espanto / En busca de mi fado".

No hace mucho que se cruzó con el chelista Jaques Morelenbaum. Los consejos del músico brasileño han sido importantes. Él la ha ayudado a encontrar esa sonoridad que Mariza andaba buscando. Y ahora se hace acompañar por un cuarteto de cuerdas que se suma a la formación tradicional fadista -guitarra clásica, guitarra portuguesa y guitarra bajo-.

En su manera de cantar están los grandes: Amália, Alfredo Marceneiro, Fernando Maurício... De todos ha aprendido porque todavía se emociona descubriendo grabaciones antiguas, escuchando las viejas historias que le cuentan los mayores. Ella es la imagen más espectacular de un fado que la Revolución de los claveles mandó a las catacumbas y que ha renacido en estos años. Dice Carlos do Carmos, un grande, y hombre de izquierdas, que cada fado es un puñetazo al estómago. De quien escucha, pero también de quien lo canta.

Cantó anoche un Cavaleiro monge como jamás se le había escuchado en Madrid. El escenario es su hogar. Domina el tiempo con susurros y gritos, con sus pausas y silencios. Y una apabullante variedad de registros. Cada vez con más sentido y lucidez. Un poco más transparente. ¿Quién recuerda ahora que tuvo que pagar de su bolsillo su primer disco? Es la expresión en carne viva, de una música profunda, que ella vive con intensidad escalofriante y máxima autoexigencia. Uno se pregunta hasta dónde puede llegar esta mujer. Y la respuesta casi da miedo.

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