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Reportaje:

A los 'karts' con la tartera

Decenas de personas participan en una carrera en un circuito de Torrejón para aficionados en el que los equipos compiten en familia

Pilar Álvarez

El piloto del 19 sale de la pista. Se baja del kart dando saltitos. Dos mecánicos revisan la máquina a toda leche. Duda entre volver a entrar en la carrera o retirarse. Lleva 45 minutos dando vueltas dentro del circuito al que llegó ayer antes de las diez de la mañana. Camina alrededor del coche con cara de circunstancias. "Quiero parar, mamá", dice finalmente. Su madre, María Gutiérrez, le da un beso. "No te preocupes, Hugo, lo has hecho muy bien". El equipo técnico, su abuelo y su padre, le quitan el casco y los guantecitos rojos.

Hugo Hernández tiene seis años, mide algo más de un metro, pesa 21 kilos y corre desde hace un año en el circuito de karting situado en la carretera de Torrejón a Loeches (www.circuitotorrejon.com), uno de los cuatro que hay en Madrid. Le encanta. Su padre aprende cada domingo nuevos trucos para el cochecito del niño, uno de los más jóvenes de la carrera de resistencia de ayer, más larga de lo habitual.

Los vehículos para cadetes alcanzan 85 kilómetros por hora y cuestan 2.500 euros

"Les preguntas a otros padres y vas aprendiendo, hay muy buen ambiente", explica el padre. Toda la familia se desplaza al circuito desde Velilla de San Antonio, a 15 kilómetros. A veces se quedan a comer en el restaurante del circuito con otras familias o se llevan la lata de bebida, el bocata y la tartera, como el que va de excursión al campo. María lo pasa fenomenal, aunque a veces se asusta. "Es que corre mucho".

Los karts para cadetes -entre 5 y 12 años- alcanzan los 85 kilómetros por hora. Los de mayores, 110. En la carrera de resistencia de ayer, los niños rodaron durante una hora y cuarto. Los mayores, con dos pilotos turnándose por vehículo, tenían que aguantar tres horas y 20 minutos. Gana el que da más vueltas.

Lo mejor es seguir la competición desde la terraza del bar, con vistas panorámicas y un pincho de tortilla, como hicieron ayer la mayoría de los asistentes. Quedarse en los alrededores de la pista es más estresante. En una carrera, todo el mundo corre. Los pilotos, a cuatro ruedas, y los familiares, a dos piernas, junto a la parrilla de salida. "¿Qué tal vas?", "¿Necesitas algo?", "¡Corre, trae una llave que el coche del niño está tocado!".

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Paco Rodríguez, el dueño del circuito, es el más acelerado. No para en toda la mañana.

"Lo paso bien gane quien gane, porque todos son amigos", dice. Los premios que ofrece el club, con 300 socios, son simbólicos. Un trofeo para los tres primeros y un día divertido para todos. La próxima carrera es el 18 de marzo.

"La mayoría de los grandes pilotos empezaron en un kart", explica Paco. El vehículo para niños sale por unos 2.500 euros. El de los mayores, de 3.900 en adelante. La mensualidad en el circuito cuesta 50 euros. Pero para dar el salto a la competición profesional

hace falta "mucho más dinero", admite Paco.

A Borja de Castro, el otro benjamín de la competición, le trae sin cuidado el tema económico a sus seis años. Tras acabar su carrera, se encarama a una verja para ver cómo corren los mayores. Se sabe los nombres de todos. ¿Qué es lo que más te gusta de los karts? Mira sorprendido por la pregunta, como si le resultara muy obvia. "Toma, pues ganar, lo mismo que a todos".

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Sobre la firma

Pilar Álvarez
Es jefa de Última Hora de EL PAÍS. Ha sido la primera corresponsal de género del periódico. Está especializada en temas sociales y ha desarrollado la mayor parte de su carrera en este diario. Antes trabajó en Efe, Cadena Ser, Onda Cero y el diario La Opinión. Licenciada en Periodismo por la Universidad de Sevilla y Máster de periodismo de EL PAÍS.

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