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Cambio climático: la contradicción definitiva

El séptimo Foro Social Mundial (FSM), celebrado por primera vez en Nairobi, ha tenido, como otros foros, la importancia de ser un punto de encuentro y reflexión de gentes que venían de los cinco continentes. Pero a diferencia de otras ocasiones en las que el Foro pivotaba entre lo latinoamericano y lo europeo, en esta ocasión el enfoque ha sido predominantemente africano. En este contexto, uno de los temas sujeto de reflexión y que estará en las conclusiones del FSM va a ser sin lugar a dudas el análisis y sobre todo las propuestas entorno al cambio climático. De hecho, en el FSM se ha constatado, que de las tres grandes fracturas que existen en nuestro modelo de globalización, la fractura social, las diferencias en materia de género y la fractura ambiental, es sobre todo esta tercera la que puede poner en quiebra, de una forma mas inmediata, nuestro modelo de crecimiento.

Todos los gobiernos tienen que conseguir alterar el actual patrón de crecimiento

Hoy existe consenso global sobre la necesidad de reducir y mitigar los efectos del cambio climático, más aún si, con dos grados más para el conjunto del planeta, no habrá punto de retorno posible por mucho que se haga. Ese consenso puede ser fruto de la experiencia cotidiana en los glaciares del Pirineo o del Kilimanjaro, pero también lo es de la concienciación que hayan podido suponer el informe Stern o películas como la de Al Gore. La paradoja es que existe también otro consenso, como mínimo entre los grandes actores económicos y políticos, según el cual el modelo capitalista es el único posible aun cuando es precisamente este modelo el que se encuentra en la base de la que de hecho es la primera gran alteración del clima realizada por un ser vivo. En otras palabras, nos encontramos ante el dilema del prisionero.

Como consecuencia, existe una clara incapacidad de corregir aquello que se demuestra que no funciona. Por ejemplo: fruto de los Acuerdos del Protocolo de Kioto, se estableció que sería el mercado el que fijaría el precio de los derechos de emisión. Pues bien, la realidad hoy es que el precio de los derechos de emisión de gases invernadero está tan por los suelos (la tonelada de CO2 empezó en 27,5 euros y ahora está en 3,9 euros) que tanto las empresas contaminantes como los países que incumplen el Protocolo prefieren comprar derechos de emisión antes que establecer medidas que dejen de contaminar, práctica de la que España se ha erigido en paradigmático ejemplo. Y es que a pesar de que tenemos un Gobierno, y sobre todo un Ministerio de Medio Ambiente, claramente preocupados por el hecho de ser el país que más incumple Kioto, ese mismo Gobierno lleva a cabo un modelo de crecimiento basado en la construcción, no establece auténticas estrategias de ahorro y eficiencia, ha pospuesto la reforma fiscal verde y multiplica el modelo de infraestructuras con 6.000 nuevos kilómetros de autovías y rechazando la internalización de los costes de transporte por carretera. En otras palabras, a pesar de contar con un correcto análisis sobre la gravedad de la situación, la acción política es insuficiente porque no aborda el cambio de las bases de un modelo de crecimiento que no es ni sostenible ni perdurable.

Por todo lo dicho, entendemos que hoy el reto del Foro Social Mundial, con la autoridad moral que le otorga el haber sido el que lideró la primera movilización global del siglo XXI como fueron las marchas contra la guerra de 2003, debe plantearse responder activamente a la inacción de quienes nos mandan y a la incapacidad de traducir en propuestas concretas nuestra preocupación global por el cambio climático.

Eso supone, en primer lugar, situar la movilización en el contexto global y, en segundo lugar, traducir en propuestas concretas esta movilización. Ahí van dos ejemplos. El primero consiste en plantear la lucha contra la deforestación como un reto colectivo, es decir, universal, que tiene tanto componentes ecológicos como sociales en línea con el trabajo que está llevando a cabo en Kenia el Green Belt Movement de la Premio Nobel de la Paz Wangari Maatari, con quien tuvimos el honor de intercambiar opiniones y de conocer de su propia mano el proyecto durante nuestra estancia en Nairobi. El problema de fondo, por lo demás, sigue siendo que mientras somos los países del norte los principales generadores de gases de efecto invernadero, esperamos que sean los países del sur quienes conserven los cada vez menos pulmones verdes que nos quedan, y ni siquiera estamos dispuestos a ayudarles en esa tarea.

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El segundo ejemplo consiste en impulsar lo que cada vez más conocemos como una nueva cultura de la energía. Siendo éste un bien escaso, en vez de estrategias basadas en la oferta que exigen poner mucha potencia en el mercado, la nueva cultura de la energía se debe basar en la gestión de la demanda, y en el impulso de las renovables, basado en el principio de que quien consume bienes escasos (y el agua y la energía lo son) en grandes cantidades, paga más. A su vez, eso supone cambiar el modelo de infraestructuras primando las más sostenibles, así como introducir una fiscalidad global, y no sólo en el impuesto de matriculación, bajo el simple pero justo principio de quien contamina paga.

Ambos ejemplos, por otra parte, exigen también que incrementemos la presión tanto social como gubernamental sobre aquellas empresas, especialmente del norte, que no cumplen con la responsabilidad social y ambiental en los países del sur. Este trabajo se debe realizar, como indicaba la representante de Sustain Labour en el FSM, a partir de construir alternativas laborales, y por tanto sociales y económicas, en aquellos sectores que deben hacer una reconversión en su sector.

En suma, estamos hoy ante la necesidad imperiosa de que nuestros gobiernos y las instituciones internacionales se pongan a trabajar en propuestas concretas que, si queremos que sean útiles, tendrán que alterar necesariamente el actual patrón de crecimiento. Ante tal incapacidad, consideramos que una de las conclusiones del movimiento por otra globalización debe ser poner en la agenda política internacional la reivindicación y las propuestas concretas en los aspectos global y local que nos ayuden a afrontar el mayor reto de la humanidad: el desafío del cambio climático, la contradicción definitiva.

Joan Herrera es portavoz de ICV-IU en el Congreso y Raül Romeva es eurodiputado por ICV del Grupo Verdes/ALE.

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