"Realidad y ciencia-ficción ya son indistinguibles"
Daniel Monzón construye un complejo laberinto en su tercer largo
Según una leyenda muy difundida entre los adeptos a la Cienciología, el conductista B. F. Skinner crió a su hija Deborah en el interior de una de sus características Cajas de Skinner diseñadas para estudiar el comportamiento animal. La propia Deborah Skinner Buzan se encargó de desarticular un rumor que aseguraba que esa perversa estrategia educativa le había provocado una enfermedad mental que la había abocado al suicidio. La hija de Skinner sobrevivió, pues, a ese falso suicidio, de un modo bien distinto a cómo Lucía Jiménez sobrevive a su inducida autoinmolación en La caja Kovak, sombrío, melancólico y desesperado thriller que tiene en esa historia relacionada con el célebre psicólogo una de sus fuentes de inspiración.
La mitología generada por la canción Gloomy Sunday, escrita por el húngaro (y suicida) Rezso Seress y el clima paranoico post 11-S -tragedia que aconteció en la segunda jornada de rodaje de El robo más grande jamás contado, la anterior película del director Daniel Monzón- también están en la base de este trabajo estructurado como laberinto de precisa y casi diabólica arquitectura: "Desde el 11-S arrastro la sensación de que estoy inmerso en una ficción, de que esto no es la realidad", apunta Monzón. "Lo que me quieren hacer creer es una puñetera ficción escrita por alguien para que no me pregunte lo que me tengo que preguntar. Esa idea del atentado-espectáculo era tan perfecta que parecía que hubiese detrás un guionista de Hollywood. Hoy en día, realidad y ciencia-ficción son indistinguibles".
Con Timothy Hutton y un extraordinario David Kelly al frente de un heterogéneo reparto internacional, La caja Kovak es la primera película de Monzón rodada en inglés. La acción se desarrolla en Mallorca, que, a través del relato trenzado por el director y su coguionista Jorge Guerricaechevarría, pasa "de ser la isla de la calma a convertirse en una pesadilla, pero sólo a los ojos de los protagonistas. Las historias oscuras no tienen por qué suceder en sitios lúgubres".
Camarero manco en la serie británica de culto El nido de Robin (spin-off de Un hombre en casa) y entrañable abuelo en Charlie y la fábrica de chocolate de Tim Burton, David Kelly compone a un villano alejado del arquetipo que aporta a la película un corazón calculadamente malsano. Motor de la angustia y demiurgo de una vírica cadena de macabros acontecimientos, el Kovak del título, encarnado por el quebradizo Kelly, va transformando esta historia de terror de aliento apocalíptico en casi un tratado metalingüístico sobre la imposible inocencia de la ficción: "Es un personaje que está cerca de la muerte y quiere ser inmortal. Y es consciente de que el único camino para lograrlo consiste en ser el malo de la película. Sabe manipular a través del sentimiento de culpa. Es como los buenos sofistas: usa el argumento correcto para hacer el mal", explica Monzón.
La caja Kovak logra un infrecuente equilibrio entre su vocación de modernidad y el eco de clásicos tan dispares como Hitchcock, De Palma o Chabrol. Según el director, el suyo es un thriller que podría tener incluso "una dimensión espiritual: los personajes se preguntan ¿seré yo?, ¿será mi alma la que está enferma?". La película recibió el premio del público en el festival de Lund.
Babelia
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