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Reportaje:Tenis | Masters femenino

Henin es la reina

La belga gana el título a Mauresmo en un partido impresionante

Un golpe en el pecho cerró el partido. Luego, vino un grito, desgarrado, profundo, acumulado durante largo tiempo. Y, después, la victoria, el título de maestra de maestras y el millón de dólares correspondiente. Justine Henin y Amélie Mauresmo jugaron en Madrid la final del Masters. Fue un duelo de altos vuelos. Eléctrico. Imprevisible. Alocado. Acabó cayendo del lado de Henin porque la belga tuvo pulso y nervio en los momentos decisivos (6-4 y 6-3). Pudo llevárselo la francesa: los números, las estadísticas, nunca fueron tan fríos. Mauresmo tuvo riñones y piernas para resistir ante una tenista espectacular, mentalidad de hierro esculpida a base de desgracias. Mauresmo tuvo golpes y reflejos para vivir en el alambre y buscar las cosquillas, los pies y la moral a Henin. Las dos lucharon a brazo partido. Vivieron al borde del precipicio. Y sólo cuando Henin se golpeó el pecho, descompuesta y victoriosa, se acabó una pugna digna de los paladares más exigentes.

Madrid tuvo la mejor final posible. Y la tendrá en 2007, pues el torneo repetirá su escenario

Henin, un ciclón sobre la pista, amenazaba con acabar con la final en un suspiro. Vivía en estado de gracia. Inabordable para Mauresmo. La francesa, una tenista de golpes poderosos, ya lo había intentado todo -las dejadas, los golpes desde el fondo de la pista, la velocidad...- y nada le había salido. Pero de golpe y porrazo, cambió el partido. Mauresmo vio el cielo abierto. Arreó de lo lindo. Ajustó su servicio, fallón hasta entonces. Y consiguió doblar la muñeca a Henin. Una, dos, tres veces, la belga fue incapaz de devolverle el reto, los pelotazos, las dejadas. Una, dos, tres veces, Mauresmo pareció encontrar el camino. Una, dos, tres veces, Henin hizo agua y perdió el servicio. No fue suficiente.

"Simplemente, ella ha jugado mejor que yo", admitió Mauresmo tras el partido; "no he servido muy bien, he fallado en la red... Pero no hay excusas: Justine, básicamente, ha jugado mejor".

La tenista belga apostó todo a la agresividad. Jugó agarrada al vértigo de su plan maestro, saque, resto y a la red, todo mezclado con pulso alocado. Era lo único que tenía Henin, atenazada como estaba por sus problemas en la pierna derecha. Eso, sin embargo, es mucho. Cuando unió el vértigo con la pausa, preparando el punto para rematarlo con su derecha, decidió el partido. Aceptó el reto del segundo set, plagado de roturas de saque mutuas. Y cerró el encuentro restando con mayúsculas, con unos tres últimos juegos tan magníficos que Mauresmo acabó descolocada: perdió con una doble falta. No se puede considerar un borrón.

Henin y Mauresmo dieron brillo, color y serpentinas a un partido marcado por la división del público, que vivió la final con acento francés y entre gritos de "allez!" ("¡vamos!"). Madrid tuvo la mejor final posible. Puede que también la tenga el año que viene: Larry Scott, el presidente de la WTA, anunció que el torneo de las maestras volverá a disputarse en la capital española en 2007.

"Vine aquí con muchas preguntas en la cabeza", dijo la número uno del mundo; "quien me haya visto andar habrá comprobado que, aunque no tenía problemas jugando, tenía una lesión dolorosa. Pero he mantenido la calma y eso ha sido clave: he intentado poner mucha presión sobre Amélie, jugar con determinación. Quise ir por el partido, no esperar los errores de la rival. Por eso he sido agresiva".

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