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Reportaje:

"Psst, psst... ¡taxi!"

Cuando el metro cierra sus puertas -los viernes y los sábados lo hace a las dos de la mañana-, la posibilidad de moverse en transporte público se reduce a una: los autobuses nocturnos, con una frecuencia de paso de al menos media hora. Visto lo visto, quienes salen de marcha por la ciudad escogen el taxi, bien para que les lleve a casa, bien para desplazarse a otras zonas de ocio nocturno. Es entonces cuando, en los puntos más concurridos de la ciudad, empiezan los problemas.

- Tensión en el Puerto Olímpico. El Puerto Olímpico es uno de esos puntos calientes. Ya a la una de la madrugada del sábado, 40 personas se agolpan en la parada de taxis cercana al hotel Arts y la torre Mapfre. "¡Dios mío! ¿Todo esto para un taxi?", exclama una pareja de elegantes italianos al contemplar la eterna fila. La mujer, Roberta, se calma al comprobar que la frecuencia de taxis es alta: sólo esperan unos 10 minutos.

Las paradas registran colas de entre 45 minutos y una hora de espera en la plaza de Catalunya y en el Puerto Olímpico
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En la madrugada del viernes al sábado, el ocio nocturno hace que el servicio se sature desde las dos, cuando cierra el metro
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Hasta las dos, las esperas no superan los 15 minutos. Pero la situación se torna tensa entre las tres y las cuatro, momento en el que empiezan a bajar la persiana la mayoría de bares musicales del puerto. En la cola, 72 personas, y más de 40 minutos de paciencia para acceder a un vehículo con luz verde, símbolo de que el taxi -y el sufrido ciudadano- está libre. "¡Venga! ¿Dónde están los taxis en esta ciudad?", exclama una joven francesa de unos 20 años mientras sus amigas hacen turnos para descansar en un banco cercano. Los nervios, las quejas y las prisas conducen a enfrentamientos verbales entre los clientes por ver quién sube primero. Pero la presencia policial impide que la cosa vaya a mayores.

"Es normal. En verano la gente sale más, los taxistas están de vacaciones, y con el carnet por puntos y los controles de alcoholemia, nadie quiere coger el coche", explica un taxista que hace servicio en esa parada, una de las 206 que hay en Barcelona. "No me quejo porque tengo clientes, pero si se compara con otras ciudades de Europa, en Barcelona el taxi es muy barato", señala.

Para el sector, la subida de las tarifas es una de las exigencias recurrentes. "Aquí, los turistas cogen taxis porque, aunque vayan solos, les sale bien de precio", indica el secretario general en Barcelona del Sindicato del Taxi de Cataluña, Luis Berbel. El representante sindical añade que en diciembre, cuando llegue el momento de negociar las nuevas tarifas, presionarán "para que haya más diferencia de precios entre la noche y el día".

- Una hora en la plaza de Cataluña. Frente a la crítica por la escasez de taxis, el sector plantea que Barcelona es una de las ciudades españolas con mayor ratio de taxis por cada 1.000 habitantes: 3,7. Sólo le superan Madrid (4,3) y Valencia (3,8), pero a menudo las cifras chocan con la realidad. En el mismo centro de la ciudad se reproducen los problemas para disponer de un taxi libre el viernes por la noche. A las 3.15, en la esquina de La Rambla con la plaza de Catalunya se acumulan más de 40 personas. Félix y su esposa, ambos bolivianos, llevan más de una hora en la fila cuando por fin pueden subir al preciado automóvil bicolor. "Queremos ir a Sants, pero no sabemos si hay autobuses", explica ella casi llorando. Todo lo contrario que la noche del martes, un día laborable, cuando los taxis son abundantes y las esperas, escasas.

Aunque no dan abasto ante tanto pasajero, lo cierto es que circulan numerosos taxis. Todo lo contrario que en la Via Laietana, la calle de Jaume I o el mismo paseo de Gràcia. Entre las 3.30 y las 4.00, sólo un taxi sube por el gran bulevar comercial de Barcelona. En la esquina con la calle de Aragó, una pareja se lo arrebata a otra.

A los pies del monumento a Colón, frente a la zona de ocio del Maremàgnum, casi la mitad de los coches que transitan son taxis. De acuerdo con los datos del Instituto Metropolitano del Taxi (IMET), en verano los usuarios de este servicio aumentan en un 30%. Hasta las dos, la oferta y la demanda son abundantes y, lo más importante, van parejas. El equilibrio se rompe a partir de esa hora: los taxistas bajan la bandera a la vez que los conductores del metro acaban la jornada. Es entonces cuando los turistas se acumulan -algunos optan por resolver su problema en otra parte tras unos minutos de espera- y el servicio vuelve a mostrarse deficitario.

- Irse antes de que cierren. Hasta las 3.00, una veintena de taxis sube cada 10 minutos desde la plaza de Catalunya hacia la avenida Diagonal, una de las zonas de más marcha de Barcelona, la que forman las calles de Aribau, Marià Cubí y Santaló. "Los taxis pasan llenos porque vienen a traer a la gente que sale por aquí", corrobora una de las chicas que cada fin de semana reparten invitaciones para una discoteca cercana.

Cuando empiezan a cerrar los bares (3.30) se forman los primeros grupos de gente esperando taxis. Laura y Juan salen cada viernes por la zona y vuelven en taxi. "Siempre encontramos uno porque nos vamos pronto", explican. En una línea similar, Paula y Bea tampoco se esperan al final de la noche porque hacia las seis de la mañana "es imposible encontrar uno libre". Uno de los taxistas que recorren la zona -que prefiere no revelar su nombre- sostiene que no faltan taxis. Y contra la opinión de los representantes mayoritarios del sector, añade que, si es así, estaría por la liberalización de horarios: "Que nos dejen trabajar cuando queramos, y verán cómo faltan menos".

Esta información ha sido elaborada por Bernardo Bejarano, Roger Cassany, Jesús García y Vanessa Pi.

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