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Reportaje:TOUR 2006 | Séptima etapa

Una sopa de letras

La carrera no encuentra su patrón en la primera etapa seria, la contrarreloj de 52 kilómetros, ganada por Gonchar

Carlos Arribas

"Llámenme Gonchar, Serguéi Gonchar". El nuevo líder del Tour de la renovación tiene 36 años y un problema de identidad irreparable que le obliga a terminar todas sus conferencias de prensa explicando la misma historia: cuando llegó de Ucrania a Italia, a mediados de los años 90, el funcionario que transcribió sus papeles del cirílico al alfabeto latino se equivocó, confundió la G con la H, y él, esclavo de la burocracia, quedó convertido en horroroso Honchar para pasmo de su abuelo, barbudo sacerdote ortodoxo en las afueras de Kiev, que no llegó a entender cómo en la Europa occidental tiene más valor el doy fe de un funcionario que la ley divina, la sangre que se transmite de una generación a otra, el apellido heredado.

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Si el abuelo del maillot amarillo, si es que vive, se pasara estos días por el Tour, entendería mejor la peripecia identitaria de su nieto, parábola clara del Tour 2006. Le bastaría al cura con repasar las páginas amarillas de la clasificación de la carrera. Comprendería entonces que también la grande boucle sufre un problema de identidad, que la general es una pura sopa de letras, un galimatías complicado de desentrañar, un pasatiempo dominical casi indescifrable. La primera contrarreloj larga, la que habitualmente clarificaba el panorama, tampoco ha descubierto quién puede ser el patrón del Tour.

Qué horror. Qué nombres. Qué contrarreloj. Dolorosa para Julich -se cayó en el kilómetro y medio, caderazo tremendo contra el asfalto, ambulancia y fin-; penosa para Leipheimer, el californiano que se agarra, subiendo, que nunca se suelta y que chocó contra el viento; gris para Mayo -82º, a 5m 37s de Gonchar-, y ahí se acaban los adjetivos definidos.

El resto es un magma, una zona borrosa en la que se colocaron todos los que se creen, y son muchos, que pueden ganar el Tour, una lista que, desgranada por orden de aparición en la general y con su correspondiente glosa, reza así de absurda: Gonchar -el ucranio de los desarrollos imposibles, que pedalea como uno que quisiera hacer un hoyo en el suelo con cada pisada y que tiene a gala correr prácticamente en apnea los últimos kilómetros-, Floyd Landis -el menonita que quiere ser un huevo, óvalo perfecto, aerodinámico, cuando corre las contrarreloj y por eso dobla los brazos y abraza un manillar casi vertical como un artrítico su bastón: dicen que tiene un gran motor, pero el año pasado se distinguió en el Tour por su tenacidad para seguir la rueda de los demás-, Patrik Sinkewitz -otro del T-Mobile, como Gonchar, alemán que ganó la Vuelta a Alemania 2004, que tiene 27 años y no es mal escalador, por lo que es más sorprendente aún su prestación, sorprendente y a tono con su equipo, al que dejó huérfano Ullrich y que colocó a seis de sus siete corredores entre los 16 primeros-, Andreas Klöden -otro alemán, otro T-Mobile, segundo en el Tour de hace dos años, otro que se cree con plenos derechos hereditarios-, Vladimir Karpets -un gigante de San Petersburgo que vive en Pamplona, que no puede usar bicis de carbono porque las rompe con su tremenda fuerza y que odia a las personas que hablan mucho, es decir, sencillamente a los que hablan: "Jo", le dijo a su director, Eusebio Unzue, el otro día, "se ha caído Valverde y ya han venido cinco periodistas a verme, con lo a gusto que estaba cuando nadie sabía que existía..."-, Cadel Evans -un australiano que fue campeón de mountain bike, que ganó el Tour de Romandía y que cuenta en su biografía con unas cuantas semanas en coma a los 14 años a raíz de recibir la coz de una mula en su cabeza-, Denis Menchov -otro ruso de Pamplona, que alcanzó la madurez mental la pasada Vuelta, que ganó finalmente por descalificación de Heras- y están también Christophe Moreau, Paolo Savoldelli, Carlos Sastre -el primer español, el 16º de la general- y hasta George Hincapié. Todos, y son muchos, están comprimidos en 2m 30s. El Tour deberá esperar al miércoles y el jueves, a los Pirineos, para empezar a aclarar su vida y encontrar su identidad perdida.

Por lo menos Honchar, perdón, Gonchar, pudo dar una respuesta a los que se preguntan cómo el T-Mobile, el equipo más rico del mundo, pudo haberle fichado el invierno pasado, a los 35 años, veterano en un equipo italiano del montón. Un problema menos.

Sergei Gonchar, en pleno esfuerzo.
Sergei Gonchar, en pleno esfuerzo.ASSOCIATED PRESS

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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