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Reportaje:APUNTES

De la megaestructura a los edificios singulares

La Politécnica se aleja de su tradición original en el desarrollo del campus de Vera

Ignacio Zafra

Visto en un mapa de Valencia, el campus de la Universidad Politécnica impresiona. Ocupa ya algo más de 50 hectáreas y alcanza, en línea recta, un kilómetro y medio de largo. El crecimiento ha tenido diversas consecuencias. Una de ellas ha sido agravar una cuestión probablemente anterior; la desorientación. La escena sucedió, más o menos así, la semana pasada, al preguntar al tercer universitario por la ubicación de una de las facultades más antiguas:

-¿Sabes dónde está la Escuela de Industriales?

-Sí... A ver... Está... No, no sé decírtelo....

-¿Y una escultura que es una locomotora antigua?

-Sí. Está... ¿Por allí? No, la verdad es que ahora tampoco sé.

-Ya ¿Qué estás, en primer curso?

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-¿En primero?- risas -Vaya, gracias. No, yo trabajo aquí.

El campus ha crecido enormemente en los últimos años, y ha vivido al mismo tiempo un cambio más profundo: Las cuatro escuelas originales respondían a un plan coherente, a lo que podría llamarse una megaestructura. La línea que se impuso posteriormente y vive ahora su apogeo está relacionada, en cambio, con la idea de los edificios singulares. Se ve detrás de ellos la mano de un autor. Algunos han recibido premios y casi todo los arquitectos consultados (la mayoría, de la casa) encuentran algunos interesantes, a veces de forma contradictoria entre sí. Todos, sin embargo, echan de menos la existencia de un plan, de un sentido que los estructure.

A la mayoría de los visitantes de la Politécnica no les dice demasiado el núcleo original del campus. Los cuatro primeros edificios de las escuelas de Arquitectura, Agrónomos, Ingenieros Industriales y Caminos, levantados a finales de los años 60, son construcciones de hormigón y paneles prefabricados y han pasado años necesitando una rehabilitación. Aseguran, sin embargo, que fue precisamente esta parte la que cautivó al gran arquitecto británico Peter Smithson cuando pasó por el campus a mediados de los años 90.

¿Por qué? Porque respondían en gran medida a las tesis que Smithson y su mujer, Alison, habían defendido a lo largo de su vida; y a la idea radical de universidad que otros tres arquitectos llevaron a la práctica en la Freie Universität Berlin (la Universidad Libre de Berlín).

Herederos de la corriente racionalista, unos y otros se acogieron a la idea de que la forma debía seguir a la función, ponerse a su servicio. Los principios que rigieron el diseño de la universidad berlinesa, inspiradora a su vez del desarrollo original de la Politécnica, abogaban por la interrelación. En la Politécnica, se trataba de crear "un sistema que organizase una masa edificada de baja densidad, con patios intermedios, y que tenía detrás implícita la idea de una estructura docente", explica uno de los arquitectos consultados. "Donde los edificios no fuesen aquí telecos, aquí Arquitectura, allí Caminos, sino en el que la estructura fuese departamental, con una serie de aulas alrededor, de forma que al final los estudiantes compartiesen pasillo porque el departamento de Matemática Aplicada, por poner un ejemplo, es el mismo". La interrelación, volviendo al caso de Berlín, se buscaba también entre los alumnos de distintos cursos de las mismas escuelas. Se daba una gran importancia a las comunicaciones (los pasillos de la universidad libre son enormes); a los espacios que propiciasen encuentros y a los que permitieran "verse" de unos sitios a otros, desde distintos niveles.

La construcción de la Politécnica respondió a esa idea. Y a la de una configuración en red, que dejara abierta la ampliación y modificación del campus por adición de nuevos edificios que siguieran el mismo modelo.

Las cuatro primeras escuelas reservaban el nivel del suelo para el tráfico rodado mientras que los peatones se movían por el piso superior, donde se hallaban los accesos principales a las facultades. Las cuatro daban, a su vez, al ágora, un espacio singular que debía quedar cubierto por una bóveda, y que quedó inacabado.

El ágora fue eliminada y sustituida hace unos años por un nuevo espacio, diseñado en el despacho de arquitectos de Juan Añón. Esta intervención recuperó la idea de estructura. Puso las bases para crear un eje central que vertebrara el campus de este a oeste y buscó varios objetivos: Recuperar un espacio ajardinado eliminando el tráfico de coches (y en el que la floración de las plantas y los árboles indicara la estación del año); mantener la "cota cuatro" (el piso superior) y "hacer ciudad" (lo que trasladado a un campus significa dejar un espacio en el que pudieran convivir los comercios, las cafeterías, los que andan con prisa y los que pasean).

Señalan los arquitectos consultados que los nuevos edificios, individualmente, pueden tener mucho valor. "Pero una ciudad, una parte de una ciudad, como es esto, necesita una estructura", dice uno de ellos. "Algo que permita su reconocimiento a través de alguno de los elementos clásicos de la arquitectura. Y eso la universidad no lo tiene. Lo tenía el edificio central, y se ha perdido".

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Sobre la firma

Ignacio Zafra
Es redactor de la sección de Sociedad del diario EL PAÍS y está especializado en temas de política educativa. Ha desarrollado su carrera en EL PAÍS. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Valencia y Máster de periodismo por la Universidad Autónoma de Madrid y EL PAÍS.

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