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Reportaje:

Aprendiendo a andar

Decía el sociólogo Norbert Elias en unas conferencias impartidas hacia 1985 en la Universidad de Bielefeld, Alemania, que en ocasiones, para comprender mejor, es necesario alejarse mentalmente de las cosas, abandonar el día a día para, después enfocarlas desde la distancia y acercarse lentamente a ellas; hacer el ejercicio de la enajenación de lo cotidiano y sobrevolar para ir aterrizando con suavidad, como realizando un traveling. Sólo así, se llega, decía, a comprender mejor las situaciones. (Luego, se adentraba en temas sobre la guerra y la paz y la condición humana.) Elias fue un sociólogo sagaz.

El país vive en un estado especial. Fascinado y noqueado; proyectado hacia delante e inmovilizado al mismo tiempo. No es de extrañar: tanto dolor y horror concentrado en algunos momentos, y tanta esperanza descreída ahora sobre el final de todo aquello... Pero ¿ha terminado verdaderamente o volveremos a las andadas? Tampoco lo sabemos. Escribe Teo Uriarte en sus memorias que quienes pasaron por las cárceles de Franco maduraron en muchos aspectos, pero que en otros quedaron irremisiblemente tiernos y bisoños. Nunca acabarían de crecer. Escribía Josefo (José Fernández de la Sota) sobre la viga maestra, sobre el armazón y trabazón que debe recomponerse si las cosas marchan bien. Tal vez. Ojalá. Pero quizá resulte imposible.

¿Imaginan a los socialdemócratas alemanes saludando un gobierno con los nazis en la posguerra?

¿Haremos como los alemanes que en la inmediata posguerra se negaron a repensar sobre el holocausto y la barbarie (luego lo han hecho de modo enfermizo)? Pudiera. Sin embargo, 1945 fue para Alemania y los alemanes demasiado traumático como para adentrarse en consideraciones éticas: un país invadido, destruido, desarticulado. No es nuestro caso. Y no hay motivo razonable para el olvido ni para el recuerdo desaforado o trivial.

"Y ahora la política", dice alguno demasiado apegado a la oportunidad. Radicalmente, no. Ahora es tiempo para recomponer un estado de cosas éticamente maltrecho y socialmente mal asimilado. Reponernos del trauma y asimilar una verdad poco grata. Lo diré de otro modo. Asustan -verdaderamente, dan miedo- esas declaraciones de un extraño personaje, el secretario general del importante sindicato ELA, José Elorrieta, que se descuelga con que es un error, una "ruina política para los abertzales", dejar que Rodríguez Zapatero marque la hoja de ruta (sic). ¿Qué jerigonza tomada de Irlanda o Palestina introduce entre nosotros el señor Elorrieta? ¿Hoja de ruta? La única ruta que necesitamos es la de depurar nuestra cultura pública de tanta palabra lábil cargada de odios diversos. Y no hablo, como se hizo en 1976, de depurar responsabilidades, que haberlas las hay. Resulta inquietante saber que el consejero de Vivienda y Asuntos Sociales se permita recomendar a las autoridades judiciales, sin la más mínima consideración hacia el Estado de derecho, un trato más benigno para Arnaldo Otegi, ahora que el proceso está en marcha. Incomoda ver a nuestro lehendakari empeñado en convocar una disparatada mesa de partidos y recibiendo al representante de un partido ilegal. Y desquicia leer que la diputado socialista Gemma Zabaleta saludaría gobernar con Batasuna porque significaría haber "superado la etapa más terrible de nuestra historia". (¿Imaginan a los socialdemócratas alemanes saludando con simpatía un gobierno con los nazis en la posguerra? También ellos tenían veleidades socialistas.) Mientras tanto, el tripartido no gobierna, que se hace oposición a sí mismo (ley de suelo, ley de dependencia).

Es tiempo de atarnos los machos y aguantar cantos de sirena. Es tiempo de depurar usos perversos en la cosa pública y en el debate ideológico. Es cosa de sanear nuestra cultura política. Y, luego sí, luego, hacer política: política sobre las relaciones laborales y sobre la marcha de la economía; política de infraestructuras e inmigración. Si alguien busca hojas de ruta hacia paraísos perdidos, tendrá tiempo de ofrecérnoslos. Pero más adelante.

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Ahora, tiernos y bisoños como somos en la política del día a día, algo sonados como nos encontramos, deberemos esmerarnos en aprender a andar en la política. Los "altos vuelos" (con o sin mesa), mejor dejarlos estar de momento. Este orden temporal importa. Importa para preservar la dignidad, el derecho y la libertad. Es lo que se percibe al acercarse lentamente desde la distancia a lo concreto.

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