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Reportaje:Historia del Arte

El Renacimiento y la Contrarreforma

EL PAÍS presenta mañana, sábado, por 9,95 euros, el decimoquinto volumen de la Historia del Arte

A la corte de los Reyes Católicos llegaron, a finales del siglo XV, artistas borgoñones, alemanes y franceses. Los monarcas se rodearon de asesores de obras que controlaban la construcción de capillas, palacios y monasterios en un estilo que poco o nada tenía que ver con el del Renacimiento italiano. El de aquí dio en llamarse isabelino o plateresco. Era, en realidad, un gótico tardío inspirado en el Renacimiento borgoñón o lombardo. Pero todos los edificios de la época de los Reyes Católicos y de su sucesor, Carlos V, empalidecen ante la gran obra del monasterio de El Escorial (1563-1584) mandado edificar por Felipe II. Aunque fueron varios los arquitectos que intervinieron en esta construcción de granito, fue Juan de Herrera quien le dio su aspecto final tan majestuoso. De esta y otras maravillas artísticas trata el volumen El Renacimiento, la Reforma y la Contrarreforma.

La pintura española de este periodo es esencialmente retratista. Tiziano, Antonio Moro, Sánchez Coello y Juan Pantoja de la Cruz. El retrato que este último realizó a Felipe II muestra a un monarca de rasgos congelados, vestido de negro de los pies a la cabeza y luciendo una única joya, el Toisón de oro. Una obra maestra de un rey oscuro y sombrío.

Pero el siglo XVI vio nacer una figura de proporciones considerables, El Greco. En un momento en que la pintura había logrado un gran dominio técnico, Domenico Theotocopoulos (1541-1614), un pintor de la isla griega de Creta, asombró al mundo con sus figuras alargadas, de grandes ojos que miraban de frente. Su manera de pintar se debía a otra forma de mirar, menos académica y más apasionada. Aprendió de Tintoretto cómo desequilibrar la composición de un cuadro y se apuntó al estilo manierista de alargar las figuras. Y de Tiziano, con quien coincidió en Venecia, los efectos de una brusca iluminación, el dramatismo de las composiciones y la pincelada suelta, como inacabada. El Greco dibuja con el color, da el toque genial; por ejemplo, cuando llena los ojos de sus personajes de lágrimas gracias a una pincelada blanca sobre la pupila. Sus críticos le achacan defectos de repetición (se le atribuyen más de 120 san franciscos, y pintó varias veces el tema de La expulsión de los mercaderes) y sus contemporáneos hablaban de "lo descoyuntado del dibujo y lo desabrido del color", pero obras como El entierro del conde Orgaz, sus retratos o sus vistas de Toledo -la pintura de paisajes era una rareza en el Renacimiento español- demuestran un genio inimitable.

Las innovaciones de los maestros italianos del Renacimiento causaron gran impresión en los artistas del Norte. Durero, el más grande de los artistas alemanes, Matias Grünewald, Holbein, Cranach, Lucas de Leyden o Pieter Brueghel, Brueghel el Viejo, dieron un nuevo impulso al Renacimiento alemán y flamenco. El Bosco demostró cómo la pintura que había evolucionado para representar la realidad de la manera más verosímil podía volverse del revés y dibujar lo que jamás se había visto. Contemporáneo de Erasmo de Rotterdam, pintó la locura, el infierno y ridiculizó los vicios de la época, algo que a Felipe II le agradó sobremanera, convirtiéndose en un coleccionista de sus obras (El jardín de las delicias, una mirada crítica sobre los placeres, era uno de sus cuadros de cabecera).

El Renacimiento en Alemania no fue como en Italia una tentativa de recuperar el arte clásico, ni como en Francia y en España, una penetración del arte italiano. En Alemania, agitada por las luchas políticas y religiosas, fue una absoluta renovación influida por el espíritu de la Reforma protestante. La rígida disciplina alemana se trocaba en pasión cuando los artistas alemanes viajaban a Italia. Quien mejor lo expresó fue Durero (1471-1528) al regreso de su estancia en Venecia: "¡Cómo me voy a helar después de estar al sol!". Su pasión por copiar la naturaleza con absoluta exactitud logró obras de una precisión absoluta como la famosa Liebre, un animalillo de ojos candorosos pintado pelo a pelo. Otro reformista, Lucas Cranach el Viejo, fue el pintor que supo reflejar las tendencias humanistas de la cultura alemana del siglo XVI y el artista que legó al mundo la imagen de Lutero, al que hizo numerosos retratos.

<i>San Pablo, </i><b>de El Greco (Museo de El Greco de Toledo).</b>
San Pablo, de El Greco (Museo de El Greco de Toledo).
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