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Crítica:FERIA DE ABRIL
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Oreja para la afición

Antonio Lorca

La afición de Sevilla cortó ayer una merecida oreja. La paseó López Chaves, pero se la ganaron los aficionados, que dictaron al torero salmantino toda una lección de buen toreo. No es por quitarle méritos al joven diestro, que, además, se mostró como un buen alumno, pero lo cierto es que si no es por el aliento, las indicaciones y la rotundidad de los tendidos, López Chaves hubiera salido trasquilado de la Maestranza.

Algo parecido se intentó con Ruiz Manuel, pero todo resultó baldío. Sin duda, este hombre es mejor torero de lo que ayer demostró en Sevilla, cuya presentación se la ganó a pulso en exitosas comparecencias en la feria de Almería. Pero le traicionarían los nervios, la responsabilidad o vaya usted a saber, y lo cierto es que realizó un toreo impersonal hasta las más extrema vulgaridad.

Cuadri / Ruiz Manuel, López Chaves, Cortés

Toros de Celestino Cuadri, bien presentados, mansurrones, justos de fuerza y de raza; encastado el segundo, y nobles cuarto y quinto. Ruiz Manuel: bajonazo (silencio); bajonazo (silencio). López Chaves: bajonazo (vuelta); estocada -aviso- (oreja). Antón Cortés: estocada que asoma y un descabello (silencio); media ladeada y dos descabellos (silencio). Plaza de la Maestranza, 17 de abril. 2ª corrida de feria. Tres cuartos de entrada.

Y con Cortés no hubo ocasión. El peor lote, dos auténticos bueyes le tocaron en suerte, y pasó inédito por esta plaza.

El primer toro de López Chaves era de dos orejas y el torero sólo pudo dar la vuelta al ruedo. Así de dura es esta vida de torero. Bien es verdad que su oponente no era el clásico toro bobalicón y artista, sino un buen mozo manso y encastado, serio y codicioso, que exigía un torero heroico, con los pies cimentados en la arena y hambriento de triunfos. Y ése no era el diestro salmantino, quien, por el contrario, se vio desbordado, a la defensiva, mal colocado casi siempre, despegado y sin sentido de la ligazón. El público le hizo ver que tenía delante un toro de cortijo, pero el animal lo miraba y el torero no se confió nunca. Fue una faena emocionante por el riesgo que imprimía el toro, y decepcionante porque el diestro no pudo o no quiso aprender la lección. La vuelta al ruedo fue a la voluntad, pero no hizo méritos para ello pues dejó pasar una oportunidad de oro para su paso a la gloria.

Muy distinto era el quinto, noble y repetidor, y, una vez más, la sabia afición se ofreció para enseñar al alumno el camino del éxito. No fue fácil, ciertamente. Las primeras tandas resultaron tediosas y vulgares, pero, a medida que el toro atemperó su embestida, los naturales brotaron largos, templados y hondos. Así hasta en dos ocasiones, llevado en volandas por los aficionados, que toreaban desde el tendido y enseñaban a torear al salmantino.

Ése y no otro ha sido el éxito de López Chaves: que Sevilla le ha enseñado a torear, y, si aprende la lección, demostrará que es hombre inteligente, cualidad fundamental para triunfar.

Por desgracia, no se puede afirmar lo mismo del almeriense Ruiz Manuel. Unas verónicas dibujadas con gusto es lo único destacable de su lastimosa actuación. Despachó a sus dos toros con dos feos bajonazos, lo cual no debe ser aceptado ni como casualidad. Y con la muleta dijo a todos que es un pegapases infumable. Y lo peor de todo, lo que más pena produce, es que se le ofrezca una oportunidad en Sevilla y la desaproveche de manera tan desastrosa.

Triste, apocado, desangelado, fuera de cacho, desilusionado y vencido se mostró ante su primero, un noble manso que exigía que el torero se la jugara con más interés por el triunfo. Pero no fue así. Su conformismo fue muy decepcionante.

No cambió el panorama en el cuarto, otro animal noble y con recorrido, que le puso el triunfo en bandeja. Pero Ruiz Manuel no encontró las distancias ni se encontró a sí mismo en una labor insulsa, deshilvanada, sin gracia ni hondura. En resumidas cuentas, una presentación para olvidar.

Poco material, queda dicho, tuvo Antón Cortés, que no derrochó condiciones, precisamente; pero su lote, muy mal lidiado, se paró y se negó a embestir. Toreó a la verónica con suavidad y se acabó la historia.

Lo que perdurará es la sapiencia de la verdadera afición sevillana, que cortó una merecida oreja y se la ofreció a López Chaves.

López Chaves, en su primer toro.
López Chaves, en su primer toro.PÉREZ CABO
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Sobre la firma

Antonio Lorca
Es colaborador taurino de EL PAÍS desde 1992. Nació en Sevilla y estudió Ciencias de la Información en Madrid. Ha trabajado en 'El Correo de Andalucía' y en la Confederación de Empresarios de Andalucía (CEA). Ha publicado dos libros sobre los diestros Pepe Luis Vargas y Pepe Luis Vázquez.

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