¡Olvídenos, Mr. Mittal!
"¡Ay, lo que es diversión para los dioses, no siempre lo es para nosotros, pobres mortales!"
Tagore: ¡Te coronamos Rey!
La familia Mittal ha lanzado una ambiciosa OPA sobre Arcelor. Somos muchos los que desconfiamos de esta operación. Para mayor incertidumbre social el empresario no explicita con el detalle preciso compromisos ni garantiza planes que despejen el porvenir. Eso sí, trata de dividir a los trabajadores de los altos hornos de Valonia, en Bélgica, amenazados de cierre, y a alguna comunidad autónoma que forma parte del accionariado con promesas de supuesto nuevo estudio. Todos sabemos que Mittal lo tiene claro antes de empezar la partida de envite, como lo tuvo, triste y aleccionadoramente, en Irlanda y Ucrania. Manifiesta, por tanto, doblez intolerable que, antes o después, se volverá contra su empresa. Quizá sea ya entonces tarde para una Europa cuyo primer peldaño -¡no debería olvidarse!- fue la Comunidad del Carbón y del Acero.
Para el viejo continente no es sólo un problema de pérdida de competencia -que lo es también-, sino de estrategia, de nuestra razón de ser, de nuestro futuro independiente... Al parecer, hay quien llama xenófobos a los que no nos fiamos de los Mittal. ¿En qué quedamos, no nos dicen simultáneamente que Mittal es anglo-holandés? Nada de racismo, al contrario, entre sus detractores: los hay quienes admiramos la irrupción de India en la modernidad con las nuevas tecnologías, pero que no soportamos el trato que los nuevos mandarines de la globalización dan a tantos millones de trabajadores sin salario digno, sin cobertura social, sin ningún respeto al medio ambiente. De esas carencias hay quienes han obtenido las plusvalías para pretender ahora la siderurgia europea.
No podemos quedarnos de brazos cruzados ante los avatares de la industria. Jamás perdonaremos al Sr. Rato que, después de haber gastado tanto dinero público "en los aceros de España", que diría el poeta Celaya, no haya legado tan siquiera un mínimo blindaje para impedir maniobras como la de Mittal Steel. Aún con retraso, no podemos pues conformarnos ante una venta que se hizo, según el prestigioso Tribunal de Cuentas del Reino, por un tercio de su valor. No es de extrañar que el ahora director del FMI se manifieste como uno de los valedores de Mittal, nuevamente contra los intereses de Asturias, su tierra de origen.
El clima europeo se ha enrarecido con los blindajes francés y español contra las OPA italiana y alemana en el sector energético. No son casos fácilmente comparables con la siderurgia; pero sí, en último término, debemos ir abandonando una ingenuidad que no tenga en cuenta la reciprocidad con la actuación de otros y establecer, con todo el riesgo que suponga, unos objetivos estratégicos, cuya defensa como país es ineludible.
He visto desde niño levantarse Ensidesa, pieza vertebral de la siderurgia española. Aquellos barracones, aquella vida de marginación y emigración interior española, aquel ambiente no presagiaban ese ejemplo social en que se ha convertido hoy, donde incluso se albergan los cursos de una universidad de verano y unos clubes deportivos que han dado campeones olímpicos. Al amparo de esta gran empresa también salieron muchos aprovechados en la autarquía pero, el resultado final, con luces y sombras, en más de medio siglo, ha sido su espectacular integración social, precisamente lo que no ha ocurrido en otras muchas plantas donde Mittal ha puesto su pie y su mano.
Algunos grupos están tratando de evitar que esta OPA se debata en el Parlamento Europeo. Quieren reducirla a los informes que haga la Comisión, cuando se trata de una cuestión capital para Europa. La comisaria de Competencia, Neelie Kroes, me ha dicho que "no debe de haber comportamientos sentimentales". Sin embargo, pienso, desde lo más profundo, que el ejemplo a seguir está en la cultura europea, no en este jugador de ventaja que quiere una OPA y a su vez él mismo no cotiza en bolsa alguna.
¡Olvídenos, Mr. Mittal!
Antonio Masip es eurodiputado del Partido Socialista.
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