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Crónica:LA CRÓNICA
Crónica
Texto informativo con interpretación

La crisis del socialismo alicantino

Con la destitución de Blas Bernal, por parte de sus compañeros, el pasado miércoles, se ponía fin a la crisis del grupo municipal socialista en el Ayuntamiento de Alicante. Todo lo que sucedería a continuación, en los días siguientes, sería la consecuencia de ese acto que tuvo algo de afortunado golpe de mano. Cuando Bernal, poco después, en un gesto que busca mantener la dignidad ante sí mismo, exige presentar su renuncia a la gestora del PSPV de Alicante, se accede con inteligencia a su deseo. En la tarde del jueves, se reúne la comisión que preside Antonio García Miralles, y acepta su dimisión. El viernes, el grupo municipal socialista en pleno, elige a Manuel de Barros como nuevo portavoz. La crisis ha finalizado. Pese a un ajetreo tan considerable, uno tiene la sensación, sin embargo, de que el asunto estaba sentenciado desde semanas atrás. Una vez que Bernal y Franco quedaron en minoría dentro del grupo municipal socialista, la suerte estaba echada. Concluye de este modo un episodio que comenzó en abril de 2005, cuando, en una decisión que provocó asombro, los socialistas apoyaron el plan de Rabassa que proponía el Partido Popular.

Ahora, si la crisis del grupo municipal socialista puede darse por resuelta, no cabe decir lo mismo de la que afecta a la agrupación local. Desde que perdieron la alcaldía de la ciudad, los socialistas alicantinos viven en un perpetuo estado de agitación, que les impide ponerse de acuerdo. Ningún portavoz municipal socialista ha logrado acabar la legislatura desde entonces. El problema -el problema principal, del que se derivan todos los demás- es la falta de un líder. Los partidos políticos necesitan un líder, y tan malo es no tener ninguno como tener dos, como saben por experiencia propia en el Partido Popular. Claro que un líder no se improvisa ni se puede fabricar ex profeso y, aunque García Miralles haya demostrado en la crisis municipal ser un zorro viejo, no está entre sus capacidades la de obrar milagros.

¿Quiere decir esto que los socialistas alicantinos están condenados a perder las próximas elecciones municipales? Los vaticinios corren siempre el riesgo de verse incumplidos, y de manera muy especial en la política, como tantas veces se ha comprobado. El riesgo todavía es mayor si, como sucede en este caso, faltan varios meses para que se celebren las elecciones, lo que deja a los partidos un amplio margen de maniobra. En cualquier caso, hay que reconocer que los socialistas lo tienen difícil. La imagen que, hasta el momento, han trasladado a la opinión pública es la de una acobardada inoperancia. Que cambie esta percepción dependerá, en buena medida, de la conducta que siga a partir de ahora el grupo municipal.

En sus primeras declaraciones, Manuel Barros, el nuevo portavoz municipal de los socialistas, ha manifestado que la ciudad no puede seguir gobernada por dos o tres constructores. La ciudad -ha dicho Barros- se gobierna con la cultura, la educación, los servicios sociales y más viviendas y dotaciones. No es un mal punto de partida. Ahora, habrá que ver cómo se traduce todo eso en la práctica, es decir, qué oposición son capaces de hacer los socialistas. De ello depende no sólo el futuro del grupo, sino el que el socialismo alicantino pueda acudir a las próximas elecciones con alguna posibilidad de éxito. Si los ciudadanos perciben una oposición municipal efectiva, es probable que olviden las guerras pasadas y se decidan a darles su confianza.

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