_
_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Felicidad

El domingo pasado, a las 11.00 de la noche, estuve esperando media hora a un taxi que había pedido por teléfono; a esas horas escasean y no es agradable andar sola por las calles. Tenemos muchos miedos metidos en el cuerpo y por eso voy a citar un libro de Eduardo Punset sobre la felicidad sin sonrisas ni ironías: tal como suena y por ingenuo que parezca, contando con que todos buscamos un grado de felicidad.

Bueno, pues Punset asegura que cuando hemos conseguido elevar el listón de la esperanza de vida hasta una edad y una experiencia en la que podemos dedicarnos a conseguirla, resulta que los científicos han alertado sobre la amenaza que cuelga sobre nosotros de poder conseguir sólo un 50% de esa felicidad deseada; y lo peor es que si en otros tiempos esa dificultad era de origen natural, debido a la brevedad de la vida, ahora, es de origen humano: cuando tenemos años por delante para conseguirlo somos nosotros mismos quienes lo impedimos.

El autor describe una fórmula de la felicidad en la que el numerador es la emoción que existe antes, mientras y después de la lógica, su complementaria. En esa emoción habría que reducir la totalidad y acercarse a sus detalles y sus impulsos para aprender a controlarlos. Algo tan difícil como importante de pensarlo; sería la educación perfecta; algo así como el principio del fin de la violencia. También hay que buscar lo que no estamos acostumbrados a ver, aprender a mirar "cambiar el ensimismamiento por el espíritu multidisciplinar y metafórico", es verdad que produce mucha satisfacción.

Y, por último, tener en cuenta el tema de las relaciones personales, de la empatía, cuya incidencia en la felicidad ya conocemos. Los divisores mencionados como reductores de la felicidad son, además del estrés, aquella o aquellas cargas heredadas que puedan disminuir las posibilidades de bienestar y que hay que desaprender; el miedo emocional innecesario: sólo nos hace falta imaginar para aumentar la ansiedad; el grado de participación en el sistema político y la dificultad de imaginar el bienestar futuro. Una ecuación científica con muchos ejemplos y con resultado matemático. Me ha interesado adentrarme en ella.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_