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Reportaje:

Del Raval al mundo

Con su mezcla de flamenco, 'hip-hop', 'reggae', pop, sonidos magrebíes y afrocubanos, Ojos de Brujo es una de las bandas que mejor representan la Barcelona multicultural y la 'world music' hecha en España, con tanto o más éxito fuera que dentro.

Dicen las crónicas que en el año 985 Almanzor saqueó Barcelona y, de paso, un convento situado en las afueras de la ciudad, extramuros. El edificio fue reconstruido poco después de ser arrasado y hoy es la iglesia de Sant Pau del Camp, uno de los pocos vestigios del románico en la capital catalana. Por supuesto que ya no está lejos de sus murallas, sino en pleno casco urbano, en el Raval, el barrio que tradicionalmente ha acogido la vida bohemia y licenciosa de los barceloneses. Ha querido la historia que mil años más tarde, allí por donde pasara Almanzor se encuentre una carnicería halal (respetuosa con las creencias islámicas) llamada Al Quds, un centro cultural que toma el nombre del viajero musulmán Ibn Batuta y un polideportivo donde la colonia filipina juega al baloncesto cada domingo mientras paquistaníes e indios se ignoran por las estrechas calles del barrio. Para no olvidar donde estamos, una casa cuartel de la Benemérita recuerda las viejas tradiciones. De construir las nuevas se ocupa una banda llamada Ojos de Brujo.

La BBC les eligió mejor grupo europeo de 'world music', y en dos años han dado 60 conciertos fuera de España
"La fusión ha prendido en Barcelona por la rumba gitana y catalana, por El Pescaílla, Peret y Gato Pérez"

Ojos de Brujo nació a finales de los noventa en un piso escuchimizado donde convivían artistas, al otro lado de las Ramblas, el paseo que separa los dos barrios del distrito de Ciutat Vella: el Raval, que visitara Almanzor, y el Gótico, donde los gremios medievales se asentaron dando nombre a muchas de sus calles. La de los alfareros era Escudellers, y allí se creó una de nuestras bandas más internacionales. Creció un poco más arriba, en otro piso sin llaves donde el ir y venir de músicos fue asentando un concepto musical basado en la fusión de diversas tradiciones. La calle de Fernando, en la actualidad con alquileres imposibles para bohemios, palpó el crecimiento de la banda que mejor explicita la variedad de vestimentas, acentos, idiomas, creencias y olores que dan forma a una Barcelona cada vez más cosmopolita y multicultural.

La prolongación de la calle de Fernando se llama Princesa, y frente a la placita de La Puntual tiene sus oficinas Diquela, el sello discográfico de Ojos de Brujo. En la puerta puede leerse: "Gastos militares para resucitar a Camarón". Seis palabras y un universo. Flamenco y poco amigo de las armas, reivindicativo y alternativo, curioso y multicolor. Un universo tan variado como el propio grupo, formado por personas llegadas de todas partes de España que coincidieron en esa Barcelona que Manu Chao puso en el mapa de la música popular no anglosajona al afincarse en la ciudad a finales de los noventa, atraído por ese ambiente de cruce cultural y libertad que en Francia ya había degenerado en exclusión, marginalidad y disturbios. Desde entonces han sido multitud los grupos que han ido erigiendo ese edificio denominado "sonido mestizo", una fusión entre la música popular afrocubana y latina, el reggae, los sonidos magrebíes aportados por los norteafricanos, el hip-hop y el pop-rock; sonido a punto de consolidarse con un disco que aparece este mes. El tercer álbum de Ojos de Brujo.

Se llama Techarí, palabra caló que significa libertad y que cierra la terna que abrieron Vengue -duende (2001)- y Barí -joya (2002)-. Gracias a estos dos primeros trabajos, Ojos de Brujo se labraron una reputación de banda "impura" que añadía inspiración flamenca a su babel sonoro. Frecuentando desde sus inicios los circuitos internacionales de la world music y fondeando en todo festival que se avistase, el grupo se fue perfilando como una banda de vocación internacional que veía premiado su esfuerzo con el reconocimiento de públicos foráneos -la BBC les premió como mejor grupo europeo de world music en 2004-. Y en los dos últimos años, la banda ha ofrecido fuera de España más de 60 conciertos, el 90% de los cuales tuvo lugar en países no hispanos -Ojos de Brujo cantan en castellano.

El catalán es el idioma comercial de Ramón, un gitano de 36 años que se ganaba la vida vendiendo en mercadillos de toda Cataluña. Hizo música en grupos de rumba, en bandas de heavy y en formaciones de hip-hop. Ahora toca la guitarra flamenca en Ojos de Brujo. Marina, cantante y letrista del valenciano barrio del Carmen, de 34 años, también trasteó por mercadillos, hizo teatro en grupos alternativos y dibujó. Llegó al grupo cuando éste entraba a grabar su primer disco, el más latino de los tres. Había conocido en Formentera a Juanlu -el primer bajista del grupo-, donde coincidieron con Max, hijo de una noche de amor parisiense entre un francés y una norteamericana que con él en el vientre se marchó sola a la isla. Max creció en el centro cultural Can Mar Roig, creado por su madre y unos amigos hippies, y allí aprendió a guiar su curiosidad por la música, el teatro y las artes plásticas. Es percusionista y recitador. Le fascinan el hip-hop, el drum & bass y el banghra, estilo de raíz asiática que en Techarí añade un nuevo matiz a la música del grupo.

Otro percusionista, Xavi Turull, el mayor de la banda con sus 42 años, ha vivido en la India, Inglaterra, China y Cuba. También en Madrid, como percusionista de Rosario Flores, Manolo Sanlúcar y Javier Paxariño, entre otros. El tercer percusionista de Ojos de Brujo viene del mundo de las orquestas y de las bandas de pop que no prosperaron. Es Sergio, barcelonés, de 36 años, en cuyo cuaderno de bitácora escribe a modo de diario las peripecias de la banda por medio mundo. Panko, de 41 años, ha vivido en Amsterdam, Nápoles y Granada. Tocó en una efímera formación protegida por Malcolm MacLaren, pero sobre todo es un clásico de la escena musical barcelonesa. Antes fue cocinero, vendió perfumes artesanales en mercadillos y ahora es el dj de la banda, su remezclador oficial y músculo del hip-hop en Ojos de Brujo.

"Lo que más les gusta a los extranjeros de nosotros es que les permitimos escuchar un flamenco que les resulta fácilmente asimilable porque está mezclado con sonidos urbanos que les son afines". La clave, según Panko. Marina, ojos color dulce, añade: "Además les atrae la energía del grupo en directo, esa forma de tirar to p'alante, como un niño de colegio saliendo al patio".

Estamos en los camerinos de Salamandra, en Hospitalet de Llobregat, a finales de diciembre. El grupo prepara una actuación, primera con el nuevo repertorio. El de esta noche es un ensayo con público, sin convocatoria más allá de los mensajes por e-mail y SMS. En escena prueban instrumentos Sergio, Paco y Javi. En el camerino, Ramón hace un mohín cuando se le pregunta si Techarí es el disco más flamenco de la banda: "No somos flamencos; para hacer flamenco ya los hay muy buenos".

Rumbas, una seguiriya-hop, una taranta, bulerías, alegrías y fandangos, fusionados con funk, hip-hop, reggae, pop, banghra y drum & bass. Es lo que ofrece Techarí. Ramón, a quien una cuñada sólo le creyó artista cuando vio que Ojos de Brujo participaban en un homenaje a Peret, elude explicaciones, y es Marina quien habla: "Si nosotros queremos hacer una seguiriya, no la haremos clásica, eso otros ya lo hacen bien. Hacemos el flamenco tal y como nos lo permite nuestra percepción de la vida. Con todas las músicas hacemos lo mismo, comprenderlas y luego darles la vuelta, bucear en sus posibilidades. Ésa es la línea que mantenemos siempre, da igual que sea flamenco, hip-hop o funk. Y siempre con respeto".

Al final, Ramón tiene cosas que decir: "En todo este mejunje de estilos que se mezclan en nuestra olla, lo más importante es saber que la olla está dentro de uno mismo. No todo vale en las mezclas. Yo no sabría qué hacer con una pieza country; no forma parte de las cosas que me resultan familiares, es una música que no siento, lo que nada tiene que ver con si me gusta o disgusta".

En esa identidad básica tiene relevancia el origen de los miembros de la banda, catalanes, hijos de emigrantes andaluces o extremeños, o bien directamente andaluces. "Cada pueblo viaja con su música", dice Ramón. "Y es evidente que la rumba y el flamenco de mis padres forman parte de mi paisaje emocional de niñez. Más tarde, como tantos otros, crecí con lenguajes propios de mi generación como el rock o el hip-hop". Ojos de Brujo derivan de esta fusión musical entre lo más autóctono del sur, el flamenco, la rumba catalana, y lo más joven de los entornos urbanos en los que crecieron sus integrantes.

Por añadidura, la creciente presencia de inmigrantes en la ciudad ofrece un estimulante entorno sonoro inimaginable hace 20 años. Y puestos a buscar anclajes de identidad, ¿por qué ha sido en Barcelona donde ha prendido la llama de la fusión si también hay otras ciudades en España con notable población de origen foráneo? "Por la rumba", responde de nuevo Ramón bajo su melena azabache, "por la rumba gitana y catalana que prendió en Barcelona hace años, por El Pescaílla, por Peret, también por Gato Pérez. Y por la tradición de mezcla propia en una ciudad portuaria que alumbró el rock laietano de los setenta, una mezcla entre rock, jazz, sonidos latinos y música popular que también está en la base de lo que hoy se llama mestizaje. Todo eso ha pasado en Barcelona".

Ojos de Brujo pasaron su Rubicón en Cuba, una de las cunas de la rumba. "Daba un poco de corte tocar ante semejantes musicazos", reconocen Max y Ramón, "porque allí la música es vida, es la esencia". Marina, una mujer poderosa que ha vivido historias tristes como la narrada en Corre, Lola, corre, quita hierro a la vergüenza: "Cuando nos oyen tocar rumba flipan, porque no lo hacemos como ellos. En ellos, el caminar es más redondo, mientras que en el flamenco es más áspero, más cortado. Meten el pie cuando tú no lo meterías. Notas que hay un nexo, que es la rumba, pero ellos lo hacen diferente. Ellos son blandos y los flamencos son secos y p'alante. El aire se lleva diferente. Y, claro, siempre que ves algo diferente a lo que tú haces, pues te llama la atención y quieres observarlo. Es mutuo. Cuando escuchan un remate por bulerías se quedan flipaos". De Cuba se trajeron a Carlos Sarduy, uno de los trompetistas que tocaron en la grabación de Color, una bulería funk gestada en La Habana y que esa misma noche causaría estragos entre el público que llenó Salamandra.

Pero Carlos no es la única firma que acompaña el nuevo disco de Ojos de Brujo. En sus créditos figuran Pepe Habichuela, Martirio, Raúl Rodríguez, miembros del grupo senegalés de hip-hop Daara J, el músico y productor Nitin Shawney, miembros de Asian Dub Foundation, el pianista cubano Roberto Carcasén, el trompetista Denys Hernández el Huevo, el violinista Rajinder Singh y Satyajit Talwalkar en la tabla. De la misma manera que el falafel, la ropavieja y el swarma ya forman parte del nuevo paisaje gastronómico español, la tabla, la música india y los ecos de Pakistán macerados en las metrópolis inglesas se incorporan a un arsenal sonoro que no prescinde de la aceituna, el pan con tomate y el fino. Es la mundialización de la cultura, opuesta a esa globalización del capital que Ojos de Brujo ponen en el punto de mira de su discurso político en canciones como Runalí, unos tanguillos por rumba en los que se oye cantar en castellano, inglés y wolof (que se habla sobre todo en Senegal). Porque la ideología es parte esencial en una banda que, tras su primera experiencia con una multinacional, decidió autogestionarse para así mantener control sobre su destino. Por eso tienen su propia editorial, su propio sello, su propia oficina de contratación y sus asambleas para tomar decisiones por mayoría. Hacen unas 80 al año.

Además, casi todos los miembros del grupo tienen una ocupación paralela a sus obligaciones artísticas. Así, Sergio lleva las cuentas "poniendo celo en que todos cobren en función de su dedicación sin que haya excesivas diferencias de remuneración entre los miembros del grupo". En esta tarea le ayuda Xavi Turull. Ramón es el "cohesionador", una suerte de cemento entre ladrillos y habitual portavoz del colectivo. Marina es la estilista y además responsable del grafismo; ella ha coordinado los dos formatos del disco -ambos con CD-rom; el más lujoso incorpora además un libreto de 60 páginas con tres ilustraciones por canción realizadas por 14 artistas de todo el mundo-. Panko hace las remezclas del grupo y se ocupa de los contactos internacionales junto a Xavi Turull. En esta tarea son ayudados por Max. No podía ser de otra manera, Max es políglota de nacimiento, habla con fluidez francés y catalán, piensa en inglés cuando está en Inglaterra y en castellano si está en España.

La lista de colaboraciones no ha sido fruto de llamadas e invitaciones entre oficinas de representantes. Ramón recuerda a modo de ejemplo cómo surgieron las colaboraciones con Daara J y Martirio: "Estábamos en Londres recogiendo el premio de la BBC. Daara J eran los ganadores de África y tras la ceremonia liamos una jam en camerinos. Luego nos fuimos de fiesta con ellos y algunos de Asian Dub Foundation. Acabamos cerrando un bar a requerimiento de la policía. Volvimos a coincidir en París y luego en Irlanda. Allí buscamos un estudio y grabamos la colaboración. En otra ocasión coincidimos con Martirio en Santander. Se fue de marcha con Marina y aparecieron al día siguiente. Estaba claro que tenía que hacer algo con nosotros. No sé, cada colaboración ha surgido de un encuentro fortuito y de una conexión directa".

Tras este enjambre de músicos nómadas se encuentra Javier Zarco, un manchego asténico afincado hace años en Barcelona. Él se fogueó representando a bandas como Dusminguet y él es quien, junto a Judith, responsable de contratación, explica por qué el futuro puede sonreír a Ojos de Brujo: "Los festivales de world music han de rejuvenecerse, porque si ofrecen sólo música pura de raíz no conectan con el público joven. La mezcla entre tradición y lenguaje urbano es la clave de este rejuvenecimiento, y Ojos de Brujo están en esa onda". Judith apunta otra idea: Manu Chao es la última estrella mundial de la música, y cuando digo mundial no pienso en Occidente, que es donde triunfan las estrellas anglosajonas del pop-rock".

'Techarí', el nuevo disco de Ojos de Brujo, sale al mercado el próximo día 20 de febrero. www.ojosdebrujo.com.

Los componentes del grupo Ojos de Brujo (Marina, en el centro), en la Rambla del Raval, esquina con la calle del Hospital.
Los componentes del grupo Ojos de Brujo (Marina, en el centro), en la Rambla del Raval, esquina con la calle del Hospital.CONSUELO BAUTISTA

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