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Reportaje:EN VÍSPERAS DE LAS ELECCIONES EN IRAK / y 2

El futuro para EE UU se llama Alaui

La meta estadounidense es que el ex primer ministro recupere el cargo y dejar la dirección de la guerra en manos iraquíes

En los últimos meses, el ritmo de los bombardeos estadounidenses parece haberse incrementado. Da la impresión de que la mayoría de los objetivos están en las provincias hostiles de predominio suní, alrededor de Bagdad y junto a la frontera con Siria. De momento, ni el Congreso ni la opinión pública han entablado un debate sustancial sobre la guerra aérea.

Los rebeldes actúan, sobre todo, en áreas urbanas muy pobladas, y los aviones de la Fuerza Aérea utilizan sofisticadas bombas guiadas por láser para evitar bajas civiles. Estas bombas apuntan a blancos que es necesario "pintar" o iluminar mediante rayos láser, tarea que se realizan desde tierra. "El piloto no identifica el objetivo marcado en la orientación previa (las instrucciones dadas antes del despegue)", explica un antiguo responsable de los servicios de información. "El que indica el objetivo es el que maneja el láser. No el piloto. Muchas veces, éste recibe una lectura caliente" de una unidad militar sobre el terreno "y arroja sus bombas sin comunicarse en absoluto con los que están en tierra. Prefiere no utilizar la radio para no romper el silencio. Es decir, la gente de tierra indica blancos que los pilotos no pueden verificar". Y añade: "¿Vamos a dejar ese proceso en manos de los iraquíes?".

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El segundo responsable de planeamiento militar me ha contado que hoy se utilizan en Irak dos formas fundamentales de fijar objetivos: un proceso deliberado de selección que se inicia en centros de operaciones aéreas de la región y una "selección circunstancial", que consiste en bombardeos de apoyo desde aviones previamente situados o que merodean a la espera de recibir avisos sobre tiroteos o blancos concretos de las unidades militares de tierra. "La mayor parte de lo que hacemos hoy es circunstancial", explica el oficial, "y está separado de cualquier planificación de operaciones aéreas. El poderío aéreo se puede emplear como herramienta de coacción política interna, y no puedo imaginarme que vayamos a darles ese poder a los iraquíes".

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Este mismo responsable militar de planeamiento añade que ni siquiera ahora, con la selección de objetivos a cargo de los estadounidenses, "existe la sensación de que haya una campaña aérea o una visión estratégica. Nos limitamos a atacar objetivos, es un retroceso a la edad de piedra. No hay un arte estratégico. Es lo que ocurre cuando se deja la selección de objetivos en manos del Ejército; atacan lo que decide el jefe de cada unidad".

Un destacado asesor del Pentágono con el que he hablado dice que se siente optimista y piensa que "la actuación de la Fuerza Aérea estadounidense mejorará de forma inmediata el Ejército iraquí". Sin embargo, reconoce que también a él le preocupa que los iraquíes se encarguen de escoger los objetivos. "Disponemos de los ojos más caros en el cielo", explica. "Pero lo que buscan muchos iraquíes es ajustar cuentas. ¿Quién va a tener la autoridad para ordenar ataques aéreos? Tiene que haber una norma de conducta".

El general John Jumper, que se jubiló el mes pasado después de cuatro años como jefe de Estado Mayor de la Fuerza Aérea, estaba "a favor de conceder algún tipo de certificado que indique qué iraquíes están autorizados a ordenar ataques", según me cuenta el asesor del Pentágono. "No sé si se aprobará. Los generales del Ejército regular se resistían, a pesar de ser los que más se beneficiarían".

Otro asesor del Pentágono, estrechamente vinculado a los miembros del gabinete del vicepresidente y el Pentágono, más partidarios de la guerra, dice que la propensión de los iraquíes a atacar a enemigos tribales y personales con fuego de mortero y artillería ha creado "impaciencia y resentimiento" dentro del Ejército. En su opinión, los problemas que le plantea a la Fuerza Aérea la selección de objetivos por parte de los iraquíes podrían resolverse si se forman equipos de transición mixtos. Este mismo asesor dice que existen planes para incorporar a un número de entre 200 y 300 miembros de las fuerzas especiales a unidades iraquíes, lo cual constituiría un compromiso que podría satisfacer la exigencia de la Fuerza Aérea de que los iraquíes que vayan a encargarse de los objetivos se sometan a una investigación previa. Ahora bien, en la práctica, según el asesor, significa que "la gente de Operaciones Especiales permitirá enseguida que los iraquíes empiecen a fijar los objetivos".

Robert Pape, profesor de Ciencia Política en la Universidad de Chicago y autor de numerosos textos sobre el poderío aéreo estadounidense, ha predicho que la guerra aérea "se convertirá en algo muy sucio" si se deja la selección de objetivos a los iraquíes. Sobre todo, añade, si los iraquíes siguen actuando de la misma forma que lo han hecho el Ejército y el cuerpo de marines, arrasando bastiones suníes en misiones de búsqueda y destrucción. "Si alentamos a los iraquíes a que limpien y controlen sus propias zonas y a que utilicen el poderío aéreo para impedir que los rebeldes entren en las zonas controladas, podría ser algo útil", explica Pape. "El riesgo es que invitemos a los iraquíes a hacer operaciones de búsqueda y destrucción y que se muestren menos juiciosos a la hora de usar la aviación; eso supondría incrementar la violencia. Morirán más civiles y, como consecuencia, surgirán más rebeldes".

Ni siquiera unos bombardeos estadounidenses en apoyo a un Ejército iraquí mejorado y bien entrenado tendrían necesariamente más éxito frente a la insurgencia. "No va a servir de nada", dice Andrew Brookes, ex director de estudios sobre poderío aéreo en la Escuela de mandos de la Royal Air Force británica, que en la actualidad trabaja en el Instituto Internacional de Estudios Estratégicos de Londres. "¿Es posible poner una tapadera que contenga la insurgencia a base de bombas?", pregunta Brookes. "No. Pueden concentrarse en una zona, pero los rebeldes surgirán en otra". También creará conflictos la inevitable dependencia de la selección de objetivos que hagan las tropas de tierra iraquíes. "No veo a sus compatriotas bailando al son que les marquen otros", me dice, y añade que muchos expertos, él incluido, "no creen que el poderío aéreo sea la solución para los problemas de Irak. Al fin y al cabo, la sustitución de las botas por aviones no sirvió de nada en Vietnam, ¿verdad?".

Hasta ahora, las preocupaciones de la Fuerza Aérea han estado supeditadas a las necesidades políticas de la Casa Blanca. La meta inmediata del Gobierno, tras las elecciones de diciembre, es demostrar que la dirección cotidiana de la guerra se puede depositar en manos del Ejército iraquí recién entrenado y equipado. Ya ha previsto una serie de ceremonias de traspaso de poderes minuciosamente preparadas, que incluyen la bajada de las banderas estadounidenses y el izado de las iraquíes en las bases.

Algunos funcionarios del Departamento de Estado, la CIA y el Gobierno de Tony Blair han llegado a un acuerdo sobre el candidato que prefieren en las elecciones: Ayad Alaui, el chií laico que, hasta esta primavera, ocupó provisionalmente el cargo de primer ministro. En su opinión, Alaui puede reunir los votos suficientes para ser primer ministro. Un destacado ex asesor del Gobierno británico explica que Blair está convencido de que Alaui "es la mejor esperanza". Temen que un Gobierno dominado por chiíes religiosos -muchos de ellos próximos a Irán- otorgue a este último país más influencia política y militar dentro de Irak. Alaui podría contrarrestar esa influencia y además sería más favorable y estaría más dispuesto a la cooperación en el caso de que el Gobierno de Bush iniciara la retirada de las fuerzas de combate estadounidenses el año que viene.

Blair, me dice el antiguo asesor, ha designado un pequeño equipo de agentes destinado a proporcionar apoyo político a Alaui. También cuenta que este otoño se ha hablado, con la aprobación de los estadounidenses, de instar a Ahmed Chalabi -un chií laico- a unirse en coalición con Alaui en las negociaciones postelectorales para formar Gobierno. Chalabi, tristemente famoso por haber contribuido a difundir informaciones erróneas sobre las armas de destrucción masiva antes de la guerra, es viceprimer ministro. En el exilio, Alaui y él eran enemigos mortales.

Un veterano diplomático de la ONU dice que le asombran las esperanzas depositadas por estadounidenses y británicos en Alaui. "Sé que mucha gente prefiere a Alaui, pero, en mi opinión, ha resultado completamente decepcionante", explica. "No parece que esté construyendo una alianza sólida, y, por ahora, no da la impresión de que vaya a tener buenos resultados en las elecciones".

"Si Alaui llega a primer ministro", dice el segundo asesor del Pentágono, "podremos decir: 'Hay un dirigente moderado, urbano y culto, que no quiere privar a las mujeres de sus derechos'. Nos pediría que nos fuéramos, pero nos dejaría mantener las actividades de las fuerzas especiales. Misión cumplida. Una victoria para Bush".

Un ex alto cargo de los servicios de inteligencia advierte de que seguramente ya es "demasiado tarde" para ejecutar cualquier plan de retirada sin provocar más baño de sangre. La Constitución aprobada por los iraquíes en octubre "será interpretada por kurdos y chiíes como una señal para llevar adelante sus planes de autonomía", afirma. "Los suníes seguirán creyendo que, si pueden deshacerse de los norteamericanos, aún pueden vencer. Y todavía no hay manera creíble de establecer la seguridad de las tropas estadounidenses".

Existe el temor a que una retirada precipitada de Estados Unidos desencadene inevitablemente una guerra civil entre suníes y chiíes. En cierto sentido, en muchas zonas, dicha guerra ya ha comenzado, y el Ejército estadounidense acaba atrapado en medio de la violencia sectaria. Un oficial norteamericano que intervino en el asalto a Tal Afar, en el norte de Irak, a principios de este otoño, dice que una brigada de infantería estadounidense se encontró en la situación de tener que hacer de cordón de seguridad en torno a la ciudad asediada para las fuerzas iraquíes -en su mayoría chiíes- que estaban "deteniendo a cualquier suní con cualquier excusa que les diera un chií". "Mataban a los suníes", prosigue el oficial, "en nombre de los chiíes", con la participación activa de una unidad de la milicia dirigida por un soldado retirado de las fuerzas especiales estadounidenses. "La gente como yo está totalmente desmoralizada", añade el oficial.

Entre tanto, mientras prosigue el debate sobre la reducción de tropas, la guerra encubierta en Irak se ha extendido en los últimos meses a Siria. Un equipo combinado de las fuerzas especiales, denominado SMU (en inglés, las siglas de Unidad de Misiones Especiales), ha recibido la orden de atacar, en el más estricto secreto, a presuntos partidarios de los rebeldes iraquíes al otro lado de la frontera (el Pentágono ha declinado comentar esta información). "Es un barril de pólvora", dice el asesor del Pentágono sobre esta táctica. "Pero si destruimos una red insurgente en Irak sin atacar a los que la apoyan desde Siria, éstos conseguirán huir. Cuando se lucha contra los rebeldes, hay que golpear en todas partes a la vez".

Publicado originalmente en The New Yorker. © 2005. Seymour Hersh. Traducción de M. L. Rodríguez Tapia.

Helicópteros estadounidenses repostan combustible cerca de Jalibah, al sur de Irak.
Helicópteros estadounidenses repostan combustible cerca de Jalibah, al sur de Irak.ASSOCIATED PRESS
Un soldado iraquí durante un ejercicio de entrenamiento.
Un soldado iraquí durante un ejercicio de entrenamiento.AP

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