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Columna
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Ausencia de iniciativas

La política valenciana se empobrece a una velocidad de vértigo. La aprobación de la reforma del Estatut por consenso y la repercusión de la vía valenciana en el resto de España fue un castillo de fuegos artificiales. Espectacular, pero efímero. El debate estatutario catalán, tan presente en la génesis, desarrollo y contenido del valenciano, liquidó el protagonismo de nuestros representantes autonómicos y su vacua retórica en apenas nada. Pese a que la reforma es cualitativamente un paso importante, sus carencias se pondrán de relieve cuando se conozca el calado de la propuesta andaluza, con la que hay que medirse de verdad. No con los catalanes.

Pasado el instante de gloria estatutario, qué queda. El paisaje y el paisanaje no provocan grandes esperanzas. Los socialistas se han agarrado a la denuncia de la corrupción de los populares como su única tabla de salvación para evitar el naufragio que a fecha de hoy les pronostican todos los sondeos. De sus propuestas alternativas y de su capacidad para ilusionar a la sociedad no hay noticias. El PP, con el presidente del Consell a la cabeza, ha optado por dos líneas estratégicas a cual más triste. La primera pasa por el "y tu más" para frenar al PSPV o la descalificación personal de profesionales tan respetados como el fiscal jefe del TSJ, Ricard Cabedo. Patética demostración de su incapacidad para solventar sus problemas internos con un golpe de autoridad moral y política. La segunda es la evidente sumisión de la política de la Generalitat a las directrices del PP nacional y a su estrategia de la tensión. Basta con un somero repaso a los mensajes que se emiten desde el Consell semanalmente. Desaparecida la gestión (o escondida, como en el caso de la "operación acordeón" aplicada a la empresa pública que gestiona los grandes proyectos y la "fe de errores" que beneficia a los promotores), Camps apuesta por un sano regionalismo regado con litros de victimismo para aparecer como una especie de nacionalista a la violeta, donde lo que importa realmente es quedar bien con su jefe en Madrid y amarrar los votos con una repetitiva y quejumbrosa letanía que no soluciona nada; pero que, vistos los resultados demoscópicos, es muy eficaz.

¿Cómo es posible, pues, que con un gobierno que no gobierna y un "PP podrido" (García Miralles) el PSPV no sea capaz de capitalizar en su beneficio esta situación? No hay respuesta. Los socialistas se limitan a esperar a que los populares se caigan solos por sus contradicciones internas y, en privado, afirman que aún no es tiempo de presentar sus alternativas. Una manera como otra cualquiera de reconocer que carecen de política. Como los populares.

Y, a falta de iniciativas, unos y otros se dedican a fiscalizar la vida pública, no fuera cosa que tropezaran con una idea y tuvieran que huir espantados.

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