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Crítica:LA LIDIA | Feria de Otoño
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Picazo dijo adiós

Antonio Lorca

La Feria de Otoño comenzó con un triste final. A la muerte del cuarto novillo, mientras gran parte de la plaza aplaudía y unos pocos mostraban su disconformidad, el novillero Gabriel Picazo se arrancó con rabia la coleta, se deshizo de su cuadrilla, se dirigió a los medios y, entre la sorpresa general, enterró el añadido en la arena. Volvió al callejón, escondió la cabeza entre las tablas y sollozó con amargura. Acababa de decir adiós a los ruedos.

Acabó así la carrera de un chaval con aroma de torero artista que, con toda seguridad, esperaba mucho más de esta tarde otoñal. Se gusta, se da importancia, pero, a la hora de la verdad, su toreo emocionó poco. Inválido fue su primero y el novillero no pudo impedir que la muleta saliera siempre enganchada y destemplada. Quizá, la difícil decisión la adoptó en el cuarto, el más noble de la tarde, muy franco por el lado izquierdo, al que toreó por naturales con gusto pero sin la hondura necesaria para emocionar a un público poco exigente como el que ayer pobló Las Ventas. Algunos naturales fueron realmente estimables, pero faltó la faena maciza, conjuntada y ligada. Mató mal, sin apenas ganas, y después llegó la drástica decisión que en muchos casos ha sido una muestra de inteligencia.

Guadamilla / Picazo, Ureña, Serrano

Novillos de Guadamilla: bien presentados, blandos, descastados, mansos y nobles. Gabriel Picazo: bajonazo -aviso- y ocho descabellos (silencio); tres pinchazos y estocada (ovación). Paco Ureña: estocada (silencio); pinchazo y estocada (silencio). Sergio Serrano: estocada (ovación); dos pinchazos, estocada y dos descabellos (silencio). Plaza de las Ventas, 1 de octubre. Novillada de la Feria de Otoño. Casi tres cuartos de entrada.

Paco Ureña sigue, pero deberá aplicarse mucho más si quiere abrirse camino. No es que su lote, soso y descastado, fuera de premio, pero la imagen del torero fue triste, de preocupante conformismo y de escasa calidad. Ése fue el problema: que toreó mucho y a nadie interesó su labor salvo la buena estocada con la que mató a su primero. Y eso es muy preocupante para el presente y el futuro de este novillero. Aún está a tiempo de rectificar si tiene afición y está dispuesto a demostrar que posee cualidades.

Sergio Serrano salió convaleciente de la grave cogida que sufrió el pasado domingo en Algemesí, y dio la impresión de no estar recuperado para un compromiso tan importante. No obstante, aunque quedó inédito con el capote, trazó un par de naturales largos y hondos ante su descastado primero. Al final le tocó un manso áspero con el que sólo pudo mostrarse voluntarioso.

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Sobre la firma

Antonio Lorca
Es colaborador taurino de EL PAÍS desde 1992. Nació en Sevilla y estudió Ciencias de la Información en Madrid. Ha trabajado en 'El Correo de Andalucía' y en la Confederación de Empresarios de Andalucía (CEA). Ha publicado dos libros sobre los diestros Pepe Luis Vargas y Pepe Luis Vázquez.

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