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AGUSTÍN PAVÓN | Alcalde de Camas

Palabra de Pavón

Quienes conocen a Agustín Pavón, alcalde de Camas, aseguran que vino al mundo con madera política, pero la madera, si no se la mima, termina por ser víctima de la comezón de algún insecto y, en su caso, la carcoma que le devora es una mezcla de impaciencia y ambición. Presa de esta insaciable glotonería política, en su corta trayectoria Pavón ha traicionado reiteradamente la confianza de aquellos que le arroparon en Izquierda Unida: ha cambiado de bando interno de un día para otro, ha abanderado postulados de los que él ha sido un notorio transgresor y ha dejado al pie de los caballos a los dirigentes-amigos que más le ayudaron sin demasiado embarazo. No es de extrañar que los heridos que han quedado a un lado del camino le acusen de desleal e ingrato. Ahora pende sobre su cabeza la supuesta implicación en un delito de cohecho contra una concejal del Ayuntamiento. Agustín Pavón proclama que es inocente y su fuerza política le respalda en la defensa de su honestidad, si bien la hilera de decepciones que ha dejado tras de sí despierta la duda: palabra de Pavón.

Su honradez estará en cuarentena hasta que haya una resolución judicial, pero, al menos de momento, sigue siendo alcalde y su equipo de gobierno (todos virtualmente tránsfugas y en minoría frente a la oposición) se mantiene tal y como estaba antes de explotar el escándalo.

Agustín Pavón tiene 32 años, estudios de Relaciones Laborales, está soltero y ha vivido fundamentalmente de la política. Desde muy pronto -antes de llegar al cuarto de siglo- Pavón se convirtió en la gran apuesta de futuro para Sevilla del ex secretario general del PCA y antiguo portavoz en el Congreso de Izquierda Unida Felipe Alcaraz, y del actual coordinador en Andalucía, Diego Valderas. No obstante, hasta alcanzar esta posición dio algún que otro quiebro, pues pese a figurar en un puesto destacado de la lista de Concha Caballero (referente del sector crítico) en la penúltima asamblea provincial sevillana, para estupefacción de sus aliados lideró la candidatura alternativa. Cosechó un estrepitoso fracaso que, sin embargo, no supuso un obstáculo para que se erigiera en la esperanza oficialista que debía ir horadando la abrumadora y hegemónica mayoría de Caballero en Sevilla.Después de la asamblea andaluza de Izquierda Unida de 2000, Diego Valderas, que había sido elegido coordinador, situó a Agustín Pavón a su diestra al responsabilizarle del área de Organización. Permaneció en el puesto hasta las elecciones municipales de 2003, en las que Pavón -que había optado ya a la alcaldía en 1999 sin éxito- perdió otra vez por una treintena de votos frente a la candidatura del PSOE.

Junto con el entonces secretario institucional, Willy Meyer, Valderas le encomendó las negociaciones del pacto global de IU y PSOE que obligaba a ambas formaciones a apoyar la lista más votada de las dos en los municipios en los que ninguno tuviera mayoría absoluta. El coordinador autonómico había puesto especial empeño en que Camas respetara el pacto, y desde que se acordó el calendario de contactos, la alcaldía de este pueblo se transmutó en un especie de símbolo. No sólo porque el candidato de IU fuera uno de los negociadores, también porque Valderas había salido personalmente a negar la posibilidad de un acuerdo con los populares, una vez que el secretario general de este partido, Antonio Sanz, alardeara en público de haber sellado ya la alianza.

En cada conferencia de prensa, tanto Valderas como Meyer daban garantías de que Pavón sería consecuente con su papel. El alcalde juró y perjuró que daría ejemplo dejando gobernar al PSOE y, simultáneamente, firmó el pacto con el PP que lo proclamó regidor. "Durante el mandato anterior se había dedicado a desgastar al PSOE a lo bestia, con ataques muy directos y personales. Él sabía que no iba a apoyar a un alcalde socialista en Camas jamás", recuerda un concejal de la anterior corporación.

Su traición al partido -que, además, venía precedida de un furibundo ataque a los alcaldes izquierdistas de Osuna y Carmona, Marcos Quijada y Sebastián Martín Recio, por apoyarse en el PP- le costó la dimisión de su cargo como responsable de Organización, aunque al cabo del tiempo las relaciones con la cúpula andaluza se normalizaron.

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En la asamblea local de Camas su liderazgo es infranqueable. Esta semana volvió a dar muestras de su fe en Pavón al aprobar por unanimidad su permanencia en la alcaldía. "Hay mucha gente comiendo de esto y no van a dejar que entregue el puesto", decía el pasado martes un vecino que se definía como "apolítico", a escasos metros del patio en el que se reunieron los afiliados.

Los actos públicos del alcalde en los momentos más peliagudos se caracterizan por la gran afluencia de simpatizantes que interrumpen con aplausos y gritos enfervorecidos. "El alcalde no se somete a ningún baño de multitudes. Nosotros no preparamos ni asambleas ni ruedas de prensa. Todos son convocatorias espontáneas", aseguró Pavón el miércoles, indignado con los comentarios publicados en varios medios de comunicación que sugerían que la vocinglera presencia de partidarios en sus convocatorias está alentada por la dirección local de IU. Insiste en que todo lo hace "en beneficio" del pueblo.

En IU ha sorprendido sobremanera el cierre de filas hasta las últimas consecuencias con Antonio Enrique Fraile (ex edil del PP) y José del Castillo (ex edil adscrito al PA), quienes pasaron más de 30 horas detenidos por su supuesta implicados en el soborno a otra concejal. Cuando, en los primero momentos, tres miembros del Consejo Provincial de Sevilla se acercaron hasta el consistorio para hablar con él de compañero a compañero, a la salida del encuentro se dieron de bruces con los dos concejales que esperaban turno con toda naturalidad en la puerta del despacho de la alcaldía.

En la reunión que mantuvo el pasado lunes con las direcciones regional y provincial, le pidieron explicaciones por este incondicional apoyo y Pavón esgrimió su amistad inquebrantable con ambos. Quienes han seguido su trayectoria no pueden evitar emitir un chasquido, es chocante el alarde de lealtad en un político que ha sembrado su carrera de desplantes a muchos de los que le apoyaron y les entregaron su confianza.

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