El talento de Gandolfini y Sarandon no salva el arriesgado experimento de Turturro
Ferrara se apunta al cine cristiano posmoderno con un filme sobre María Magdalena
La derrota, dicen, marca la diferencia entre el vencido y el cobarde. Si es así, John Turturro encarna en Venecia la figura digna del caído en combate. Romance and cigarettes es un experimento valiente con un resultado decepcionante. Turturro y la troupe habitual de los hermanos Coen (productores de la película) consiguen algunos momentos graciosos y algunas improvisaciones chispeantes, pero la ópera obrera empieza a hacer aguas a los 10 minutos y concluye en naufragio. Otro experimento discutible, y por tanto interesante, es el de Abel Ferrara con Mary.
Lo mejor de Romance and cigarettes es el inicio, y el inicio del inicio. John Turturro cuenta que mientras le filmaban en Barton Fink, la película de los Coen en la que interpretaba a un escritor, decidió aprovechar el tiempo. Ya que tenía que aporrear durante horas una máquina de escribir, intentó redactar algo con algún sentido. Así nació el esquema de Romance and cigarettes, bajo la mirada de una cámara. Si el arranque del proyecto resulta sugestivo, también lo es el de la película. Cuando el gran James Gandolfini aparece con bigotito y se lanza a desafinar una canción de amor en el porche de casa, el espectador casi se convence de haber dado con la película justa. Luego la cosa degenera en una gansada, una simple juerga entre amiguetes ilustres. No bastan el talento de Gandolfini y de Susan Sarandon, las parrafadas delirantemente obscenas de Kate Winslet, la vis cómica de Steve Buscemi, la ironía de Christopher Walken o las canciones de Tom Jones para redimir un guión cargado de plomo.
El inefable Abel Ferrara también asume riesgos con Mary, una película destartalada y a la vez magnética sobre el enigma de María Magdalena. El redescubrimiento de lo religioso y el éxito de La Pasión de Mel Gibson parecen haber generado una corriente de cine cristiano posmoderno. Nada que objetar. Una precondición, sin embargo, es exigible. Si se falsean los datos, hay que montarlos sobre una intriga que justifique el invento. Ferrara no falsea datos, pero hace algo quizá peor: dar por bueno lo que es mera hipótesis. Se deja fascinar por los evangelios apócrifos y, por alguna razón, los considera más creíbles que los canónicos. El Nuevo Testamento se esfuerza en oscurecer la figura de la mujer de Magdala: permanece siempre con Jesús, pero sólo se dice de ella que es una mujer de pasado turbulento. ¿Qué hace entonces, íntima entre los íntimos, en el Gólgota? ¿Qué relación mantiene con el Maestro? Donde el canon deja incógnitas, los apócrifos inventan. Y la posmodernidad filocristiana se apunta al tirón fabulador: la esposa de Cristo, la madre de sus hijos, la heredera espiritual... Los cuatro tomos del profesor Joseph Meier sobre el "judío marginal" que murió entre la indiferencia general y revolucionó el mundo son más caros que una entrada de cine y mucho más pesados que Mary, pero son infinitamente más fiables: apenas se sabe nada de Jesús y nada de la Magdalena. Mary es de Ferrara y hay que contar, por tanto, con el desorden, la fragmentación y los cabos sueltos. Pero contiene fogonazos de inspiración, una dosis considerable de talento y una actriz como Juliette Binoche. Ya es algo.
Los días del abandono constituye la primera presencia italiana en la Mostra. Uno tiende a pensar que si el director no fuera Roberto Faenza, sino un lituano desconocido (por poner un ejemplo), el filme no habría merecido la selección.
Babelia
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