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Crítica:FERIA DE SANTANDER | LA LIDIA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

A contraestilo

Los toritos del Pilar no fueron del agrado de las figuras. Los pupilos pilaristas salieron, como dicen los entendidos del gremio, a contra estilo. No se piense con esto que los animales se comían el mundo. Sencillamente eran imitaciones más o menos buenas de toro bravo adquiridas en el baratillo de Cascorro. Sin la clase y el trapío de los originales pero embistiendo a toda pastilla.

Cuando la circunstancia de la movilidad aparece, la lidia se vuelve cosa de locos. Nadie en su sitio, todos a la desbandada y la jerarquía en destino desconocido. Cuadrillas con decenas de festejos a sus espaldas parecen aprendices en la profesión. Valga como excepción los formidales pares de Manuel Romero al cuarto.

Pilar / Abellán, Juli, Vega

Toros del Pilar SL, desiguales de presentación, descastados, sin clase. Miguel Abellán: media estocada caída, descabello (saludos); pinchazo, media estocada (silencio). El Juli: media estocada trasera (silencio); estocada trasera, descabello (palmas). Salvador Vega: pinchazo, media estocada (silencio); estocada caída (oreja). Plaza de Santander, 27 de julio. 7ª de abono. Lleno.

Miguel Abellán, director de la no lidia, se percató de la situación y no se le vio hasta que con montera en mano brindaba a la concurrencia. No por ofrecer el toro al pueblo se puede esperar del artista algo extraordinario.

Al contrario, hoy es una suerte más dentro del tratado galerista; así sirve para tal menester cojos, tullidos, inválidos y hasta descornados. Al primer trapazo dejó claro el diestro madrileño que aquello no iba con él. Puso tierra por medio para no dignificar el hermoso terno, dio docena y media de muletazos y a por la tizona.

Más entonado salió en su segundo. A la tercera larga cambiada que intentó se llevó un susto. El sobresalto le frenó los ánimos. Faena de tanteo, ahora trapazo, luego desplante. "El tiempo", le gritaron, se fue a por la espada y carretera.

Para El Juli la lidia de su primero resultó un vía crucis. Quizá por algo vestía de nazareno. Como hace tiempo se retiró de las banderillas tuvo que aguantar el abucheo porque el personal no se había enterado de la nueva normativa. Luego escuchó un silencio sepulcral mientras trasteaba. Harto de no decir nada se fue por los aceros. Manifestó con gestos que la afición no había entendido al toro. Cabe preguntarse si lo entendió él.

Con su segundo, un inválido ternero que cuando no gazapeaba estaba rodando por los suelos, se le vio más crecido. Tanto que lo brindó a la concurrencia, demostrando con ello la gran estima que le tiene a la afición de Santander y Cantabria. El sainete no merece comentario alguno.Salvador Vega, más necesitado que sus encumbrados compañeros, aprovechó todo cuanto tenía su primero. Por ambas manos y sin alarde hacia la galería fue desgranando series con gusto y maneras. No subió la faena de tono por la sosería de su oponente. El corto bagaje de cortejos le impidió ver otra solución para llegar con más fuerza a los tendidos.

En el que cerró festejo, un toreto que trajo de cabeza a todos los participantes de su lidia, más los refuerzos, lo entendió de maravilla al aprovechar su rápida embestida y llevar con fuerza la emoción a los tendidos. No resultó la faena tan estilista ni tan ajustada como la anterior pero la vibración y el acoplamiento fueron suficiente mérito para que tras una buena estocada le concendieran el único trofeo de la tarde. Este fue el broche final de una tarde aciaga en la que ni los aplaudidores pudieron demostrar su actitudes de palmeros.

En cambio, los aficionados se consolaron recordando la magnífica faena de El Cid al sexto de la nocturna y el brillantísimo serial de verónicas que ganando terreno remató con media belmontina en la boca de riego.

Es uno de los lugares de esta y otras ferias: que las figuras campeen a sus anchas. Sus exigencias a la hora de elegir ganaderías que ellos denominan de garantía convierten los festejos en un sucedáneo de la realidad.

La ausencia de emoción por la falta de casta y de bravura conlleva la desaparición de la suerte de varas y con ello la grandeza del más importante de los tercios.

Sería bueno que de una vez por todas los responsables del montaje de estos circos taurinos tuvieran en cuenta las opiniones de los aficionados.

Miguel Abellán, con el primero de su lote.
Miguel Abellán, con el primero de su lote.EFE
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