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Columna
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Memoria del desaparecido

José Luis Ferris

Los archivos policiales están llenos de gente desaparecida, niños, mujeres, hombres y ancianos que se borraron de pronto sin dejar rastro. Son casos en su mayoría cerrados o simplemente no resueltos que duermen su desgracia en una triste carpeta. Tras la correspondiente denuncia, la búsqueda implacable, las fotocopias de rigor con el rostro de una joven o un jubilado pegadas en la puerta de un comercio, hay miles de desapariciones sin respuesta, enigmas abiertos que el tiempo se ha encargado de cubrir con paladas de resignación y de costumbre.

Si hablamos de territorios sometidos a una tiranía, de conflictos armados, de guerras civiles e inciviles, es posible adivinar el destino de muchos seres humanos que un día salieron de sus casas y jamás volvieron. Las fosas comunes o el fondo de los pantanos, los ríos o los océanos albergan demasiados secretos. No sucede lo mismo cuando el hecho ocurre en esas sociedades del bienestar que presumen de estupendas, en lugares tan próximos a nosotros como nuestra ciudad o nuestra misma calle. La incertidumbre y la desesperación pueden durar entonces lo que dura una vida. Muchas son las preguntas, pero también son muchas las que nos hacemos o nos debemos hacer cuando se invierten los factores. Me refiero a esos casos que saltan cada dos por tres a las páginas de sucesos y que estremecen a cualquiera: "Hallan a un anciano abandonado en una gasolinera de Málaga. No sabe quién es. Ningún familiar ha denunciado su desaparición"; "Un niño de 3 años fue recogido el pasado sábado por la policía en una calle de Guadalajara, solo y llorando. No se ha recibido ninguna denuncia de su desaparición". Ambos ejemplos son recientes y rigurosamente reales. A veces se halla al desaparecido pero no a los miserables que los dejan a su suerte, familiares desalmados que se amparan en la indefensión de las víctimas. Ocurre todos los veranos: gente con el alma de plomo se deshace de un perro o de un viejo y se va felizmente de vacaciones. ¡Viva el malandra! Nos vemos en septiembre.

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