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Crítica:XI FESTIVAL LA MAR DE MÚSICAS
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Un amable senegalés en la clausura

Ismael Lô es la cara amable del mbalax. Una aproximación bonachona y occidentalizada al ritmo más popular de Senegal. Con querencia por la balada para hablar sobre racismo, la paz o la situación de la mujer africana.

Se cuentan con los dedos de la mano -política de programación del festival- los artistas que han repetido en La Mar de Músicas. Ismael Lô es uno de ellos. En la rueda de prensa, sugirió la posibilidad de ponerle el título de Cartagena al disco que tiene previsto grabar pronto en París. Visto cómo le tratan en esta ciudad, y las veces que repitió "yo también soy de Cartagena", podría pensar en comprarse una casa en la región.

Llenazo en el Auditorio del Parque Torres, con vista nocturna sobre el puerto de Cartagena y el teatro romano, y derecho a una agradable brisa marina, para escuchar a Ismael Lô. Esas canciones melódicas como Jammu Africa, La femme sans haine o Tajabone, que despertó el interés de Almodóvar y su inclusión en la banda sonora de Todo sobre mi madre, y para la que se quedó sólo con su guitarra y su armónica.

Hacia el ecuador de su actuación, puso rumbo a temas más bailables y contó con la participación de los espontáneos de rigor, los senegaleses que se aúpan al escenario para su minuto de gloria. Lô se empeñó en que toda la gente coreara estribillos, batiera palmas y levantara los brazos al unísono. Entre la fiesta de fin de curso y el partido de baloncesto. Cuando el público trabaja casi tanto como el cantante, el resultado es festivo, pero la música suele irse por el sumidero.

Fueron 23 días de conciertos en siete escenarios, con artistas de más de 15 países, encuentros literarios y un ciclo de cine con Hamam (El baño turco), Uzak (Lejano) o Contra la pared para esta undécima edición de La Mar de Músicas dedicada a Turquía. Se ha editado un disco-libro, en colaboración con FNAC, que incluye a los grupos y músicos turcos que han pasado por el festival, además de la novela de Özlem Kumrular De Estambul a Rodas. Historias con sabor a vino o Mar de Galilea, el libro de poemas de Ilhan Berk traducidos por Clara Janés. Y todavía pueden verse, hasta el 26 de agosto, las exposiciones fotográficas de Djan Seylan y Tevfik Ataman.

El especial Turquía de La Mar de Músicas se clausuró con el grupo Harem, cuatro percusionistas y un pinchadiscos superventas en ese país a caballo entre Asia y Europa -una machacona combinación de sonidos que lleva de Estambul a Ibiza- y la presencia de la pinchadiscos Ipek, habitual de los clubes berlineses, que aún pinchaba sus mezclas -ella define sus sesiones como ecléctico-árabe-confusión- pasadas las tres de la madrugada del domingo. El castillo de fuegos artificiales dejó paso a las letras iluminadas con el nombre del país invitado en el 2006, Suráfrica, bajo la mirada satisfecha de su embajador en España.

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